jueves, 9 de septiembre de 2010

“Dar pasos concretos para reconstruir la IV Internacional”



por : Emilio Albamonte

Septiembre de 2010

Del 14 al 23 de agosto se realizó en Buenos Aires la VII conferencia de la Fracción Trotskista Cuarta Internacional. Entrevistamos a Emilio Albamonte, dirigente de la FT-CI y director de la revista Estrategia Internacional, sobre los principales debates que atravesaron la conferencia.

LVO: La conferencia comenzó debatiendo sobre el marco estratégico de los revolucionarios en la actualidad, ¿cuál fue la discusión en este punto?

EA: Para esta discusión presentamos el documento “En los límites de la Restauración burguesa” que escribimos con el compañero Matías Maiello, donde partimos de definir que con la crisis histórica que atraviesa al capitalismo en la actualidad se han terminado las condiciones de la etapa de restauración burguesa, durante la cual el avance del imperialismo sobre las conquistas de la clase trabajadora y los pueblos oprimidos del mundo, a diferencia del resto del siglo XX, se pudo llevar a cabo con métodos relativamente “pacíficos”. Es decir, no necesitaron en EE. UU., Inglaterra, Alemania, o Japón, para hablar de los países más importantes, ni un Mussolini ni un Hitler, ni romper con la democracia burguesa para destruir enormes conquistas de la clase trabajadora. Las direcciones reformistas de las organizaciones que surgieron en la posguerra o fueron cómplices o aceptaron como “mal menor” estos ataques.

Hoy, como vemos en Europa, el capitalismo se muestra cada vez más incapaz de garantizar siquiera las condiciones elitistas de lo que algunos sociólogos llaman el “pacto neoliberal”, con sectores privilegiados de las clases medias y los trabajadores, especialmente de los países centrales. Vemos un ataque que supuso la fractura de la propia clase obrera, no sólo entre proletarios de países imperialistas y oprimidos, sino también entre trabajadores de primera y de segunda (ya sean precarizados, en negro, inmigrantes, etc.), hundiendo a estos últimos, que conforman la gran mayoría de la clase obrera mundial, en la miseria y el hacinamiento en la periferia de las ciudades, junto con los desocupados que fueron relegados a la asistencia estatal para poder sobrevivir.

LVO: ¿Por qué denominar al neoliberalismo como “etapa de restauración burguesa”?

EA: Por un lado, porque es necesario huir de cualquier visión superficial y “alegre” de algunos sectores de la izquierda trotskista que ven situaciones y triunfos revolucionarios por doquier. Los revolucionarios tenemos que dar cuenta de lo que significó el avance del imperialismo a escala mundial durante casi tres décadas, que comprendió tanto el retroceso de las conquistas que el proletariado había arrancado al capital durante el siglo XX en Occidente como la restauración de los estados obreros burocratizados en el Este de Europa, Rusia y el Oriente, particularmente China.

La restauración capitalista en esos estados no sólo significó la caída de la burocracia gobernante, que se convirtió ella misma en capitalista, sino también la destrucción de las conquistas que se mantenían de la revolución y un terrible retroceso en las condiciones de vida de las masas. Esto afectó también a la clase obrera de Occidente. Durante la etapa de restauración la burguesía se valió de la incorporación de algo más de 1.700 millones de nuevos proletarios al mercado capitalista para atacar las condiciones de trabajo en todo el planeta. Con el sometimiento de los trabajadores chinos o del Este europeo a altos niveles de explotación, los monopolios imperialistas “relocalizaban” su producción, y usaban esto para bajar los salarios y avanzar sobre las condiciones de vida de la clase obrera europea o norteamericana. La misma ofensiva llegó a las semicolonias de la mano del llamado “Consenso de Washington”.

Fue un proceso de conjunto. Lo que comenzó como una ofensiva reaccionaria mediante la cual el imperialismo impuso una serie de contrarreformas económicas, políticas y sociales, que se conocieron como neoliberalismo, tuvo un salto cualitativo contrarrevolucionario con la restauración del capitalismo en aquellos estados donde se había expropiado a la burguesía. Esto sirvió, a su vez, para imponer nuevas cadenas a los trabajadores y los pueblos oprimidos del mundo. A este proceso de conjunto es a lo que llamamos “etapa de restauración burguesa”. Sin embargo, a pesar de este ataque generalizado, el imperialismo no logró más que postergar por un tiempo sus grandes contradicciones que hoy se vuelven a expresar como una crisis histórica cuyo epicentro está en las principales potencias imperialistas.

LVO: ¿China no desmiente la afirmación d-e Trotsky de que la restauración del capitalismo llevaría necesariamente a una involución política, económica, y social?

EA: Fueron muy diferentes las consecuencias de la restauración en la URSS y en China. Si la URSS pasó de ser la segunda potencia a nivel mundial a un país altamente dependiente de las exportaciones de gas y petróleo, un país donde fue desmantelado el aparato industrial y las condiciones de vida de las masas retrocedieron décadas, la restauración capitalista en China se benefició del atraso del país que para ese entonces aún tenía más de un 80% de su población viviendo en el campo. Sobre la base de la unidad nacional conquistada por la revolución del ’49 se logró un desarrollo industrial sin precedentes impulsado por el capital financiero internacional que la transformó en el “taller” del capitalismo mundial. En menos de tres décadas, mientras se liquidaban las condiciones de vida del viejo proletariado estatal, entre 100 y 200 millones de campesinos emigraron a las ciudades formando un nuevo ejército de trabajadores urbanos.

Sin embargo, lejos de las expectativas de quienes veían en este desarrollo el surgimiento de la nueva potencia de recambio del siglo XXI, lo cierto es que China alberga contradicciones cada vez más explosivas. Si bien en términos de PBI su economía es la segunda del planeta, si el producto se divide por la cantidad de habitantes se ubica apenas delante del Congo y Angola, con 400 millones de habitantes que viven con menos de dos dólares diarios.

El desarrollo chino de las últimas décadas, al ser motorizado por el capital financiero internacional, directamente o a través del Estado, ha dado como resultado un desarrollo exponencial de la clase obrera, con más de 400 millones de trabajadores urbanos, teniendo como correlato el surgimiento de una burguesía muchísimo más débil.

Con la nueva división mundial del trabajo de la que es parte fundamental China, también se ha vuelto a mundializar la lucha de clases.

La conferencia analizó la existencia de dos movimientos obreros con dinámicas diferentes. Por un lado, el proletariado de Oriente, que es producto de la expansión de las economías de esa región en los últimos años, que sufre altos niveles de explotación, y que comienza a dar sus primeras grandes luchas, como por ejemplo en China, donde a pesar de que no existe el derecho a huelga ni a la organización sindical independiente, los trabajadores protagonizaron una oleada de luchas que tuvo a los obreros de Honda en la provincia de Guandong como su punto emblemático tras mantener la planta paralizada durante dos semanas, y se extendió a otras regiones como mostraron los enfrentamientos de los trabajadores de KOK Machinery en las afueras de Shangai con la policía. Este nuevo movimiento obrero se extiende por países como Vietnam, Camboya o Bangladesh, donde 800 mil obreras textiles vienen de protagonizar recientemente una heroica huelga que conmocionó al país. Por otro lado, el proletariado de Occidente, que encorsetado por la burocracia de los grandes sindicatos, con la excepción parcial de Grecia, aún no ha dado ejemplos de esta magnitud frente a la crisis, aunque apostamos a que la huelga general convocada en el Estado Español para el 29 de septiembre pueda convertirse en un gran pronunciamiento de la clase obrera contra los planes de ajuste de Zapatero.

Todos estos procesos estuvieron presentes en los debates de la conferencia así como la continuidad de la crisis mundial, la cual, no sólo dejó atrás toda la serie de especulaciones sobre los pretendidos “brotes verdes”, sino que dio un nuevo salto plasmado en la crisis europea. A lo que tenemos que sumarle la situación de crisis que padece el imperialismo norteamericano en Afganistán —que hizo a Obama abandonar las promesas de retirarse, reconociendo que la ocupación militar se va a extender como mínimo hasta el 2014—, al mismo tiempo que la publicación de los informes en WikiLeaks sobre las matanzas de civiles, los bombardeos indiscriminados y toda una serie de crímenes perpetrados por las tropas norteamericanas y de la OTAN muestran la verdadera cara del gobierno de Obama.

LVO: Aquellos ataques que mencionabas a las conquistas y a las condiciones históricas de la clase obrera en Occidente, ¿qué cambios produjeron en la conciencia de los trabajadores?

EA: Desde el punto de vista subjetivo el rasgo distintivo de la etapa de restauración burguesa fue que las múltiples conquistas parciales que había obtenido el proletariado en el período anterior, al no ser utilizadas como puntos de apoyo para el avance de la revolución a escala mundial, se le fueron volviendo en su contra una tras otra. No solamente la burocracia de los estados donde se había expropiado a la burguesía se pasó de lleno al bando de la restauración, sino que en el resto de los países las direcciones históricas de la clase trabajadora, como los PS y los PC, fueron los aplicadores directos de las contrarreformas neoliberales, y las cúpulas de los sindicatos fueron cómplices o se mostraron impotentes para frenar esos cambios. En nuestro país la reconversión en clave neoliberal del peronismo durante los ’90 fue parte de este fenómeno. Este proceso tuvo como efecto inmediato la desmoralización en las filas de la clase obrera, la pérdida de confianza en las propias fuerzas, dando paso a una oleada de triunfalismo burgués y de pesimismo histórico sobre las capacidades del proletariado, que paradójicamente se producía en una etapa donde la clase obrera lograba una extensión, en términos objetivos, como nunca antes en la historia. Hoy son más de 3 mil millones los trabajadores asalariados, y la población urbana supera a la rural por primera vez en la historia.

LVO: ¿Cómo encontró esta etapa al propio trotskismo?

EA: Luego de la segunda guerra mundial, las corrientes trotskistas se fueron distanciando del legado de Trotsky, algunos esperando una autorreforma de la burocracia, y en la mayoría de los casos actuando como consejeros o depositando sus expectativas en el avance del socialismo de la mano de diferentes stalinismos nacionales, como Mao o Tito, o direcciones nacionalistas burguesas.

Sin embargo, aunque en aquellos años donde el mapa parecía “pintarse de rojo”, como decía quien fue quizá el principal dirigente del trotskismo argentino, Nahuel Moreno, era evidente que incluso en los lugares donde hubo grandes revoluciones como en China, Yugoslavia, o Cuba, la inexistencia del proletariado más concentrado como sujeto social, la falta de organismos de autoorganización de las masas y la conducción de los procesos por partidos únicos de tipo stalinista, significaban al mismo tiempo un freno para el desarrollo internacionalista de la revolución y el avance hacia el socialismo. Más aun, esas organizaciones, frente a la ofensiva del capital, demostraron su carácter contrarrevolucionario plegándose a los ataques.

Cuando esto finalmente sucedió, la respuesta fue una suerte de “socialdemocratización”, algunos manteniendo en los papeles el programa y otros directamente rompiendo con el trotskismo. Fue un nuevo salto en la adaptación a los escenarios del régimen burgués, ya sea al sindicalismo “normal”, a las elecciones cada dos años, a la vida universitaria, etc., y junto con esto se desarrolló una visión derrotista para con el movimiento obrero.

Nosotros creemos, desde el punto de vista subjetivo, que sólo revoluciones clásicas con el proletariado como sujeto y con formas de autoorganización pueden conducir al avance a la revolución internacional y de esta a la mundial, mientras que con “direcciones cualquiera” por más conquistas que se logren, tarde o temprano si no son puestas en función de este objetivo se transformarán nuevamente en su contrario.

LVO: ¿En qué consistió la discusión sobre Latinoamérica?

EA: Por un lado, en la situación general hay dos dinámicas: una al norte del canal de Panamá, donde hay más gobiernos de derecha y más injerencia del imperialismo como vimos en Honduras, o con la invasión militar a Haití, o los ejercicios militares de la IV Flota en Costa Rica; y otra en Sudamérica, donde sin crisis económica aguda pero tampoco lucha de clases aguda, la burguesía logró, por ahora, mantener cierta estabilidad después de los levantamientos populares y campesinos de comienzos de la década. Mientras tanto, el proyecto más ofensivo de las burguesías latinoamericanas para el regateo con el imperialismo, que fue el ALBA, ahora está en crisis. Vemos que a lo que asistimos actualmente es el fin del ciclo de luchas donde el campesinado y los pobres eran hegemónicos, y el proletariado empieza a dar sus primeras luchas independientes: rebelión de fabriles en Bolivia, luchas en Venezuela (que lograron ser frenadas en la coyuntura mediante los asesinatos por sicarios de líderes sindicales), el sindicalismo de base en Argentina, etc. Es decir, el proletariado empieza a mostrarse como una clase independiente del bloque popular de conjunto, aunque lentamente y sin constituirse aún, por el bajo nivel de la lucha de clases, en un peligro para la estabilidad burguesa “reformista”.

Por otro lado, discutimos como un punto clave de la situación latinoamericana la encrucijada que vive en la actualidad Cuba y de cuya resolución depende el avance o no del imperialismo imponiendo nuevas cadenas a la región. Consideramos que la defensa activa de las conquistas de la revolución cubana contra el imperialismo y los planes restauracionistas de la burocracia es una tarea de primer orden para los revolucionarios en la actualidad.

Tanto las posiciones que identifican la defensa de las conquistas de la revolución cubana con la defensa del régimen burocrático, justificando el curso restauracionista del gobierno, como aquellas que sostienen que la cuestión pasa por cambiar el régimen para obtener libertades democráticas formales, reproduciendo las campañas demagógicas del imperialismo, expresan dos formas distintas de apoyar a alguno de los agentes de la restauración del capitalismo en Cuba, ya sea la burocracia gobernante o directamente el imperialismo. La Liga Internacional de los Trabajadores (LIT) se ha plegado abiertamente a la variante socialdemócrata poniendo como eje la “lucha frontal contra la dictadura” y reclamando “libertades democráticas para los burgueses”.

Los revolucionarios, al tiempo que enfrentamos el bloqueo imperialista y defendemos las conquistas que se mantienen de la revolución, tenemos que luchar por una revolución política que sea capaz de establecer las bases de un estado revolucionario.

La conferencia discutió un documento especial sobre Cuba que hace una apreciación actual de la relación de fuerzas y la situación en la isla, que publicaremos próximamente, y resolvió lanzar una gran campaña por la defensa de Cuba frente a la burocracia restauracionista y el imperialismo, que consideramos que debe ser una de las tareas fundamentales de los revolucionarios en Latinoamérica. Como parte de estas iniciativas vamos a inaugurar un portal especial sobre Cuba para que todos los trabajadores puedan seguir cotidianamente la situación en la isla y donde expresaremos los principales debates a los que me refería.

LVO: ¿No creés que frente a la crisis habría que llamar a una conferencia o congreso de las decenas de grupos nacionales y tendencias internacionales que en todo el mundo se reivindican trotskistas?

EA: Si surgieran reagrupamientos de este tipo no te quepa la menor duda que participaríamos e intentaríamos discutir un programa marxista revolucionario consecuente y orientarlos hacia la fusión con lo más avanzado de la vanguardia obrera. Sin embargo, esto es altamente improbable porque en estas últimas décadas se han agudizado las diferencias, teóricas, políticas y estratégicas entre todos los componentes del llamado “movimiento trotskista” y nadie tiene hoy el proyecto de hacer ese tipo de conferencia internacional. A grandes rasgos, las distintas tendencias y organizaciones, o bien continúan actuando en forma conservadora como si nada hubiera pasado combinando distintos grados de oportunismo y sectarismo, como es el caso de la LIT dirigida por el PSTU de Brasil que sigue con un proyecto estrecho de “reagrupar al morenismo” a nivel internacional; o bien se han transformado en grupos “liquidacionistas”, como es el caso del Secretariado Unificado (mandelista), que apuesta en todo el mundo a diluirse en partidos amplios con sectores reformistas liquidando la estrategia de formar partidos obreros revolucionarios.

LVO: El PO, sin embargo, no plantea el desarrollo de una tendencia sino de una unificación en una organización que ellos llaman Coordinadora por la Reconstrucción de la IV Internacional…

EA: Históricamente el PO tenía su propia tendencia latinoamericana junto con el POR boliviano de Guillermo Lora. Esta tendencia estalló ya hace mucho tiempo. En los últimos años se produjo una ruptura con el principal grupo solidario con PO que era Causa Operaria de Brasil. A partir de ahí empezaron a reforzar la política de la CRCI de la que hablás. Durante mucho tiempo sostuvieron que había que organizar a todos los que aceptaran cuatro puntos y como eje central la dictadura del proletariado. Desde que surgió la crisis mundial entraron en contradicción con el grupo italiano, uno de los tres o cuatro grupos que conforman la CRCI, ya que según Altamira estos no compartían la caracterización sobre la crisis. Recientemente, han planteado con la firma de Grisolía, el dirigente de un grupo italiano (que ahora parece que sí comprende la crisis), que: “La caracterización de la crisis mundial capitalista y las tareas que se desprenden de ella son el eje de delimitación política en la izquierda y el trotskismo. Sin otras condiciones que esta base teórica y la correspondiente acción práctica, reiteramos nuestro planteo de refundar la Cuarta Internacional”.

Este llamado, si fuera serio, debería contener los lineamientos del programa y la estrategia para enfrentar la crisis. Mucho nos tememos que eso sólo sea una maniobra, y que, en última instancia, el PO se guarde como siempre el derecho arbitrario de determinar en forma sectaria quienes “comprenden” o no la magnitud de la crisis, como hizo con Grisolía. No necesitamos aclarar que el PTS y la FT en su conjunto no sólo caracterizan y sostienen el carácter histórico de la crisis sino que luchan en todos los países donde existen para unirse con la vanguardia proletaria en base al programa de transición y la estrategia del trotskismo. Pero las razones por las cuales el PO excluye al PTS y a la FT de su llamado no se deben a ninguna diferencia sobre “el carácter histórico de la crisis” sino por el simple hecho de que hemos tenido más éxito que el PO y sus amigos en fusionarnos con los mejores elementos de la vanguardia obrera que salen a lucha en esta crisis como lo demostró en el último año la participación en Kraft en Argentina, el rol de liderazgo de nuestros compañeros de Brasil en la heroica huelga de más de 50 días del SINTUSP, o la intervención en la lucha de los electricistas mexicanos de nuestros compañeros de la LTS. Si la dirección del PO y los grupos de la CRCI no inician una discusión seria con el PTS y la FT quedará claro que su “propuesta” no es más que un mero “charlataneo” para aparecer como internacionalistas frente a sus militantes.

LVO: Por último, el acto en el 70 aniversario del asesinato de Trotsky demostró no sólo un PTS, sino una organización internacional (la FT-CI) dinámica. ¿Qué relación establecés entre el desarrollo de la FT y la reconstrucción de la IV internacional como partido mundial de la revolución socialista?

EA: En efecto, el acto al que asistieron miles de compañeros, representantes del sindicalismo de base de nuestro país, del movimiento democrático, estudiantil, etc., y donde hablaron múltiples oradores de Latinoamérica y Europa, fue la culminación de una conferencia donde se vio el desarrollo de jóvenes organizaciones marxistas revolucionarias que pegaron un nuevo salto en el último año, como en el caso de México -contra la corriente-, de Brasil, o de Argentina. Sin embargo, siempre hemos sostenido que la construcción de un partido mundial de la revolución socialista no será el producto de un desarrollo evolutivo de las pequeñas organizaciones -incluido el PTS- que hoy componen nuestro agrupamiento internacional.

Desde el estallido de la crisis mundial venimos insistiendo en que el trotskismo, que concentra lo mejor de las experiencias del marxismo revolucionario en Occidente, sólo puede dejar de ser marginal si se fusiona con los mejores elementos de la vanguardia obrera de todos los países. En ese sentido, es un pequeño símbolo doblemente auspicioso la presencia en la conferencia como invitado del compañero Manuel Georget, dirigente de la CGT de Chartres y líder del único intento de control obrero que se dio en Francia en el último período. Digo doblemente auspicioso porque el compañero lucha también, como miembro del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) una organización que cuenta con miles de militantes, por formar una tendencia revolucionaria dentro de este partido.

En Francia, desde la FT, primero coincidimos con los compañeros del ex grupo CRI en la tendencia CLAIRE, luego avanzamos hacia el llamado a una tendencia revolucionaria donde participan compañeros obreros y dirigentes que han sido referentes de luchas importantes. El vuelco enérgico a la rica lucha de clases que ha habido en Francia durante este periodo es lo que ha permitido esta confluencia, y tenemos la esperanza de que mayores intervenciones en la lucha de clases y una intervención común en el próximo congreso del NPA, que está planificado para fines de este año, permita desarrollar una corriente dinámica en este partido, que sea una alternativa a la orientación oportunista y electoralista de la dirección del mismo. Es decir, que la combinación de una fuerte intervención en la lucha de clases y de un combate en los nuevos fenómenos políticos, en este caso el NPA, podrá hacer surgir nuevos fenómenos progresivos que sean muy superiores a la FT o a las diversas organizaciones que se reclaman del trotskismo en todo el mundo. Y esto tiene una importancia especial, ya que Francia no es sólo un lugar importante para la lucha del movimiento obrero sino que es uno de los países donde el trotskismo tiene mayor fuerza históricamente.

La FT ni considera que la IV internacional va a surgir de su evolución natural como tendencia, ni confía en “reorganizar” al movimiento trotskista realmente existente a través de conferencias o congresos, cuestión que consideramos utópica por las diferencias de todo tipo que señalé antes. Nuestra organización se constituyó en la última década como un reagrupamiento defensivo creado para sostener en una época reaccionaria la teoría, la estrategia y el programa del trotskismo principista, atacado por todo tipo de revisionismos. Hoy, sin embargo, hay que dar pasos concretos en la reconstrucción de la IV Internacional. Por eso, lo que está planteado es lograr convergencias a partir de políticas en común en la lucha de clases, conquistando reagrupamientos, no sólo con lo mejor de la vanguardia obrera “independiente” en los “tests ácidos” de la lucha de clases, sino también buscando orientaciones comunes y acuerdos con aquellos sectores marxistas revolucionarios con los que empecemos a compartir un programa y una estrategia.