El asesinato de George Floyd en
la ciudad de Minneapolis en los Estados Unidos y su consecuente oleada de
movilizaciones y acciones masivas contra el abuso policial, amenazan con impactar
con su ejemplo en la juventud y la disposición a la lucha de los pueblos alrededor de todo el mundo.
Es que el asesinato del
afroamericano en los Estados Unidos no solo generó protestas violentas masivas
protagonizadas por la juventud, con imágenes sublimes de jóvenes brincando de
euforia en los jardines de la Casa Blanca en Washington -después de burlar los controles policiales- y concentraciones y
movilizaciones en los 50 Estados de ese país norteamericano; sino que amenazan
con propagarse por el mundo, casi tan rápido como la pandemia del Coronavirus,
no solo como expresión activa de solidaridad internacional contra el racismo;
sino contra los abusos policiales cada vez más frecuentes en todo el planeta.
Si el asesinato de George Floyd
dentro de los EE.UU ha tenido un impacto tan estremecedor en ese país y en el orbe, se debe a principalmente a dos razones: por un lado el clima de
desesperación y desencanto generado por la pandemia en una juventud que paga
con desempleo, reducción de ingresos y penurias económicas las decisiones
políticas de los gobiernos; y por otro, y quizá el hecho más importante: el
cansancio de las grandes masas populares con las medidas represivas de los
Estados con la excusa del control de la pandemia; el terreno más fértil para
los abusos y la “brutalidad policial”, cada vez más frecuente en todos los
rincones del mundo.
Al tiempo que el movimiento en
solidaridad y denuncia por el asesinato de George Floyd en los Estados Unidos
no termina de desarrollarse y se vuelve más masivo, y en algunos casos más
violento con saqueos, incendio de edificios gubernamentales y de la policía;
comienzan a extenderse acciones de solidaridad a países como Francia, donde
otro joven negro de 20 años habría muerto a manos de la policía en el año 2016,
y los abusos policiales contra la población negra son frecuentes. En otros países, como México, se recuerdan los 46 desaparecidos de Ayotzinapa con la complicidad de las fuerzas seguridad del Estado; mientras crece el repudio contra los abusos policiales como el más reciente, donde un joven ha muerto a consecuencia de los golpes que durante toda una noche, le habría protagonizado un policía que lo mantenía bajo custodia.
Es por todo lo anterior que se hace necesario promover
la solidaridad más activa y combativa de la juventud mundial contra el racismo
en los Estados Unidos, pero también de modo urgente,
convocar a una jornada mundial contra los abusos y la brutalidad policial, que se ha profundizado y convertido en norma bajo las imposiciones y restricciones implementadas por Estados que
tienden al autoritarismo en el contexto de la pandemia del Coronavirus.
Guardando las distancias, en
Costa Rica no solo se han presentado repudiables acciones de violencia y abusos
racistas –principalmente con el asesinato de líderes indígenas, que siguen
impunes bajo el gobierno del PAC-, sino que son frecuentes los abusos
policiales contra la juventud y la población; agravados por las atribuciones
que se ha tomado el Estado con la supuesta intención de mantener bajo control
el coronavirus.
Es el momento de una jornada
mundial de protesta, en solidaridad contra el racismo en los Estados Unidos, pero especialmente contra los abusos policiales que se han vuelto la norma también
Latinoamérica y todo el planeta, incorporando decididamente las exigencias de
los trabajadores y el pueblo que día a día se enfrenta no solo a la
desesperación por las consecuencias de la emergencia sanitaria; sino por los abusos a manos de las fuerzas del “orden” al servicio de los poderosos.