Por FT-CI Fracción Trotskista - Cuarta Internacional
1. Desde el 14 de noviembre y durante 8 días, el
Estado de Israel mantuvo una brutal campaña militar de ataques diarios,
mediante bombardeos aéreos y navales, contra la Franja de Gaza,
asesinando a Ahmed Jabbari, uno de los principales líderes de Hamas. El
operativo llamado “Pilar de Defensa” dejó un saldo de 150 palestinos
muertos, entre ellos varios niños y más de 1000 heridos, además de haber
causado una gran destrucción de instalaciones civiles, edificios
gubernamentales, infraestructura, viviendas e incluso, oficinas de
prensa. Por su parte, las fuerzas de la resistencia palestina
respondieron a este ataque lanzando más de 1000 cohetes de distinto
alcance, de los cuales alrededor de 800 impactaron sobre el sur de
Israel, llegando incluso a Tel Aviv y Jerusalén. Estos artefactos, si
bien han causado pocas bajas y escaso daño, tienen un enorme efecto
psicológico sobre la población israelí, y moralizan a los palestinos. El
gobierno derechista israelí de Netanyahu-Lieberman-Barak había
amenazado con lanzar una invasión terrestre a la Franja de Gaza para lo
cual convocó a decenas de miles de reservistas y envió tropas y tanques a
la frontera con Gaza, como forma de presionar en las negociaciones en
curso impulsadas por Estados Unidos y Egipto. Finalmente, el 21 de
noviembre, la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton
anunció junto con el ministro de relaciones exteriores egipcio el cese
del fuego, aceptado por el estado sionista y Hamas. Aunque aun es muy
pronto para evaluar cómo quedará la relación de fuerzas y todavía no se
conocen los detalles del acuerdo, este se limitaría a una promesa de
Israel de permitir aflojar parcialmente el bloqueo a la Franja de Gaza a
cambio de que Hamas garantice que se suspendan todos los ataques
palestinos en territorio israelí. Demás está decir que esta “tregua”, de
la cual Egipto es el garante, es aun precaria, no da ninguna garantía
de que Israel no retome sus ataques militares, y no altera en lo más
mínimo las condiciones de opresión del pueblo palestino. El gobierno
egipcio en manos de la Hermandad Musulmana fue un actor clave ejerciendo
su influencia sobre Hamas al servicio de mantener la estabilidad
regional y el tratado de paz con el estado de Israel, mostrando que no
está dispuesto a poner en riesgo su alianza con el imperialismo.
2. De ninguna manera puede equipararse la sofisticada maquinaria de
guerra israelí que impone la opresión colonialista sobre los palestinos,
expulsados de sus tierras y viviendas, sometidos a un régimen de hambre
y terror, negados sus más elementales derechos nacionales y
democráticos; con las acciones militares de Hamas y otros grupos que más
allá de sus programas, son parte de la justa resistencia del pueblo
palestino. Desde la inmensa destrucción que dejó la operación “Plomo
Fundido” de 2009, Hamas y otros grupos de la resistencia han recuperado
fuerzas y muestran su capacidad de asestar golpes con esas andanadas de
cohetes que si bien tienen escasa eficacia destructiva, poseen gran
importancia simbólica y moral. La prensa mundial e Israel y sus aliados y
agentes utilizan el lanzamiento de cohetes y otras acciones de la
resistencia para justificar sus masacres en nombre de la “guerra contra
el terrorismo”. Ciertos socialdemócratas y “progresistas” ponen un signo
igual entre la brutal embestida bélica israelí, y el “terrorismo”
palestino, con lo que lavan la cara hipócritamente al verdadero agresor y
responsable histórico de la situación: el Estado de Israel con sus
métodos terroristas que van desde la tortura a los más de 4.500
palestinos presos y el asesinato “selectivo” de dirigentes de Hamas y
otros grupos de la resistencia, a las represalias de castigo a la
población palestina en su conjunto, sometida a condiciones de vida
equiparables a una “prisión a cielo abierto”.
3. El imperialismo en su conjunto ha salido, una vez más, a respaldar
al Estado de Israel, al que protege, arma y financia. La alemana Angela
Merkel, como el “socialista” francés Hollande, avalaron la política de
Netanyahu. El conservador inglés Cameron se ha permitido apenas
insinuarle que no se exceda en las bajas civiles para no
desprestigiarse. El reelecto presidente Obama ha tomado partido
inmediatamente por el “inquebrantable compromiso con Israel” sugiriendo
el lunes 19 “contención” a Netanyahu, ya que “Sería preferible evitar
una ofensiva terrestre”. En línea con el apoyo imperialista a Israel,
la ONU dejó correr las acciones. Como es habitual, la operación Pilar de
Defensa no recibirá ninguna condena de la “comunidad internacional”.
4. De esta manera, el gobierno de Netanyahu cuenta con el respaldo
imperialista para tratar de imponer sus objetivos: asestar un nuevo
golpe al pueblo palestino impidiendo que siga “levantando cabeza” al
calor de los cambios que en la región provocó la “primavera árabe” y
debilitar política y militarmente a Hamas; galvanizar a su favor la
opinión pública de Israel, donde en enero de 2013 habrá elecciones; y
también, presionar a Obama para que privilegie los intereses israelíes
en su segunda presidencia, cuando la declinación de la hegemonía yanqui
se deja sentir en todo Medio Oriente tras la retirada de Irak y los
efectos de la “Primavera árabe”, que derribó a aliados directos de
Estados Unidos e Israel, como la dictadura de Mubarak que garantizó
durante tres décadas la seguridad del Estado sionista y el mantenimiento
de la estabilidad regional. Los dirigentes de Tel Aviv desconfían de la
capacidad de Estados Unidos de frenar ese deterioro y hacer frente a lo
que identifica como amenazas directas a su seguridad y a su posición
privilegiada como enclave y gendarme imperialista en Medio Oriente. Por
ejemplo, el fortalecimiento de Irán como potencia regional que podría
desarrollar capacidad nuclear (hasta ahora es Israel quien tiene con
apoyo imperialista el monopolio del armamento atómico en Medio Oriente);
y también, que la guerra civil en Siria termine no sólo extendiéndose a
Líbano, sino que Assad termine siendo reemplazado por un régimen con
influencia islamista, en un país de gran importancia geopolítica. Esto
lo obliga a mirar con creciente preocupación su frontera norte, ya que
Israel aún está “técnicamente” en guerra con ese país dado que mantiene
la ocupación de las Alturas de Golan desde 1967; mientras una nueva y
creciente ola de protestas en Jordania y la recuperación de Hamas en
Gaza agitan su frontera sur y este.
5. El régimen sionista, además, muestra importantes elementos de
crisis interna: hay un latente descontento con los ajustes neoliberales
que impulsa el actual gobierno (el año pasado hubo importantes
movilizaciones de “indignados” israelíes), la solidez del bloque social
sionista está cuestionada como posiblemente nunca antes. Tel Aviv
enfrenta un creciente aislamiento diplomático en la región, con
importantes gobiernos, como el de Turquía y el propio Egipto, tomando
distancia y buscando mejorar sus relaciones más bien con otros países
árabes. Como en otras ocasiones, Israel juega la carta de las
provocaciones armadas para imponer sus intereses y torcer a derecha, lo
más posible, una coyuntura que amenaza evolucionar de manera
desfavorable. Netanyahu se ha aliado al ultraderechista canciller
Avigdor Lieberman para las próximas elecciones, en torno a un programa
que incluye como uno de sus ejes la extrema dureza hacia los palestinos y
sus reclamos, continuando la implantación de colonias sionistas en
Cisjordania y todas las medidas que absorben cada vez más los
territorios palestinos.
6. En la crisis regional generada por la acción israelí, el gobierno
de Egipto, la Liga Árabe y otros gobiernos de la región criticaron los
ataques israelíes y han hecho gestos como la vista de ministros y altos
funcionarios a Gaza y el retiro del embajador egipcio en Tel Aviv.
También el gobierno turco de Erdogan (del Partido del Bienestar y la
Justicia de tendencia islamista moderada), que apoya a la oposición
armada contra Assad en Siria y busca ampliar su influencia en el mundo
árabe, endureció su discurso contra Israel acusándolo de “Estado
terrorista”. Pero es el presidente egipcio Morsi, el que ha tomado un
alto protagonismo, ubicándose como mediador entre Tel Aviv y Gaza.
Egipto pretende poner algún límite al ataque israelí, pero respetando lo
esencial de los pactos y acuerdos con Israel y Estados Unidos tejidos
por sus antecesores. Pero Morsi se asienta en una situación distinta:
debe imponer el desvío y asentar un nuevo régimen después del
derrocamiento revolucionario de Mubarak y para ello, tiene que tener en
cuenta a su base social, hostil a Israel y que simpatiza con los
palestinos. Morsi trata de mantener un delicado equilibrio para no
quedar como pro-israelí pero respetar al mismo tiempo los compromisos de
seguridad con Israel y EE.UU. (de quien recibe una cuantiosa ayuda
militar y apoyo para gestionar fondos en el FMI). Así, hasta ahora y a
pesar de los gestos (como enviar a su ministro de relaciones exteriores a
Gaza o recibir en El Cairo al líder de Hamas Khaled Meshal y a Abdulah
Shaleh, líder de la Yihad Islámica), apenas ha levantado el cierre de
algún paso fronterizo con Gaza: su política es mantener semiasfixiados a
los palestinos pero poder presentarse como mediador y usarlos como una
carta de negociación con Israel y el imperialismo. Esto quedó en
evidencia en el rol clave que jugó en la negociación de la tregua junto
con el gobierno de Estados Unidos.
7. La eclosión de la “Primavera árabe” a fines de 2010, con
levantamientos revolucionarios de masas derribando a agentes clave del
imperialismo como Mubarak, significó un cambio cualitativo para la
lucha de clases, las relaciones de fuerza y la “geopolítica” en esta
estratégica región, cuestionando el statu quo regional montado en las
últimas décadas por el imperialismo. Todos los actores en la región
están obligados a tener en cuenta ese hecho decisivo que también ha
alterado favorablemente las coordenadas de la resistencia palestina. El
imperialismo contestó a los procesos de rebelión en los países árabes
combinando el apoyo a “transiciones” como la que preside Morsi e
incorporando a los partidos islamistas moderados como la Hermandad
Musulmana como un interlocutor imprescindible para poder desviar el
proceso, con intervenciones como la de la OTAN en Libia, intentando a la
vez presentarse como “amigo de los pueblos árabes”. Para recomponer el
dominio imperialista, el gobierno de Obama y varios de Europa (como el
francés) buscan lavarse la cara frente a los procesos árabes, ya sea por
medio de la intervención directa “humanitaria” como fue en Libia, o a
través del apoyo a la transición como en Egipto, sin por eso abandonar a
sus aliados tradicionales: el Estado de Israel y la monarquía saudita.
Si bien la situación de la lucha de clases en la región está marcada por
los desvíos bajo los nuevos gobiernos, está lejos de haberse
recompuesto el viejo equilibrio. En este marco, la inestabilidad se
expresa, entre otras situaciones en la guerra civil en Siria en donde el
imperialismo aún no ha logrado orquestar una salida para el reemplazo
de Assad. Movilizaciones como las recientes en Jordania o la
persistencia de las huelgas y protestas en Egipto, Túnez, etc., indican
que las contradicciones profundas que alimentan la rebelión árabe siguen
abiertas. La crisis política reabierta en Libia muestra que no es tan
fácil para el imperialismo asentar sus planes de contrarrevolución
“democrática”. En este marco, el ataque a Gaza juega con fuego, pues al
tiempo que deja aún más al desnudo el verdadero rostro de Israel y del
imperialismo que lo sostiene, intenta “rayar la cancha” para preservar
el statu quo en que juega un papel privilegiado. La estrategia de
provocaciones israelí busca compensar el debilitamiento de sus
posiciones políticas y diplomáticas con un endurecimiento del régimen
sobre los palestinos y amenazando con el uso de su fuerza militar. En
este sentido, si bien responde al hecho cierto de la mayor actividad de
Hamas y la Yihad Islámica en Gaza, la operación militar israelí tiene
rasgos preventivos y busca evitar un mayor deterioro ante el nuevo
escenario regional en el cual pesan las fuerzas islamistas en varios
países decisivos y con las que el imperialismo negocia, como es el caso
de Egipto. Pero en las actuales condiciones puede terminar agriando aún
más las relaciones con vecinos importantes como Turquía y Egipto, y
despertar mayor rechazo internacional. Por eso, y no por la
“preocupación por los civiles” es que desde la “comunidad internacional”
se presionó a Israel para que no avance en una ocupación terrestre de
Gaza ya que esto podría haber tenido resultados políticos
contraproducentes para el statu quo imperialista.
8. En este marco, es también compleja la situación interna en el
campo palestino, dividido entre Cisjordania, controlada por Al Fatah, y
Gaza donde dirige Hamas. La Autoridad palestina presidida por Mahmoud
Abbas, el dirigente de Al Fatah, enfrenta un creciente desprestigio que
se expresó en el gran ausentismo en las recientes elecciones municipales
de julio, reflejando el descontento popular con su curso completamente
subordinado a Israel, su política represiva y la corrupción de su
régimen. Abbas se juega a mejorar su imagen con la carta de obtener el
reconocimiento como “observador” de la ONU, un status simbólico que aún
así, Israel y Estados Unidos se empeñan en vetar. Ante los bombardeos
sobre Gaza, demoró días en llamar a “manifestaciones pacíficas”. El
deterioro de Abbas se contrapone al relativo fortalecimiento de Hamas,
que ha logrado remontar el aislamiento internacional y bloqueo al que
fue sometido desde que accedió al poder en Gaza en 2006, y ha logrado
ampliar sus relaciones en la región. Esta mejor situación de Hamas se
apoya por un lado, en el cambio de clima político en los Estados
vecinos, consecuencia del impacto de la “Primavera árabe” al calor de la
cual se produjo el ascenso de los partidos islamistas a los que está
estrechamente ligado, como es el caso de la Hermandad Musulmana de Morsi
en Egipto, y por otro lado, a un profundo viraje político, que se
refleja en la alteración de sus alianzas. Los viejos lazos con Irán se
han debilitado y con Siria están rotos. De hecho, el comando de Hamas
fue expulsado de Damasco por no apoyar a Assad y debió desbandarse en
otras capitales árabes. En cambio, se han fortalecido sus lazos con
Qatar (el primer viaje a Gaza fue de autoridades qattaríes), Egipto y
otros regímenes islamistas. Estos cambios provocan crisis al interior de
Hamas, con el actual dirigente Khaled Meshal anunciando su retiro y la
pugna por su sucesión entre dos alas rivales. Hasta ahora, Hamas venía
administrando la Franja de Gaza de una forma muy moderada, controlando
incluso a sectores más radicales para evitar mayores incursiones contra
Israel. Sin embargo, tras el asesinato de Jabbari (que estaba negociando
una tregua cuando los israelíes lo ejecutaron con un misil), esa puja
interna contribuyó a la audacia en los lanzamientos de cohetes sobre
Israel, ya que nadie desea aparecer como más blando en la respuesta a la
agresión sionista.
9. El lugar de los trabajadores y la juventud es sin duda junto a los
palestinos y su justa lucha por la autodeterminación nacional, cuyos
más elementales derechos son hoy brutalmente negados bajo la opresión
del Estado israelí. No hay, como lo pintan la mayoría de los medios de
prensa internacionales, una Israel que “desea vivir en paz” pero debe
contestar a la agresión del “terrorismo”. No hay “dos demonios”: una
Israel que se defiende con métodos brutales de unos “terroristas”
islámicos. Lo que hay es la brutal opresión del Estado sionista sobre el
martirizado pueblo palestino que, sin embargo, no ceja en su heroica
resistencia y sus justos reclamos históricos. En los países
imperialistas, es fundamental la organización de acciones de solidaridad
–huelgas, movilizaciones, etc.-, en contra de la política de sus
propios gobiernos y por el triunfo de la resistencia palestina; de igual
forma, en Estados Unidos, el principal proveedor de armas a Israel, los
trabajadores deben organizar acciones efectivas para paralizar el envió
de armas y suministros bélicos que masacran y asesinan al pueblo
palestino.
10. Para los socialistas revolucionarios, el justo apoyo a la lucha
del pueblo palestino, la defensa de sus organizaciones frente al ataque
israelí, y estar a favor del triunfo militar de la resistencia y por la
derrota de las armas sionistas, no significa dar apoyo político a
direcciones con las que tenemos profundas diferencias y cuyas
estrategias han demostrado ser impotentes para lograr una salida
progresiva a la causa palestina. Al Fatah, la organización nacionalista
que hegemonizó la OLP con Arafat, con su estrategia de conciliación con
el imperialismo, ha terminado en una completa capitulación ante el
Estado de Israel, sintetizada en el actual gobierno colaboracionista de
Mahmoud Abbas. Tampoco Hamas, con su estrategia de establecer un estado
teocrático marcos del orden burgués, sus métodos completamente alejados
de la movilización y autoorganización de masas, su confianza en
diferentes regímenes burgueses árabes, puede proporcionar una dirección
para llevar al triunfo la causa nacional palestina.
11. El legítimo derecho a la autodeterminación palestina no puede
garantizarse a la sombra del Estado sionista armado hasta los dientes.
No hay solución con la política de “dos estados” en la cual el lugar
reservado a los palestinos es el de mano de obra superexplotada y
hacinada en “bantustanes” que no pueden ser más que un remedo de Estado
propio. Por otra parte, hay que recordar que el multitudinario
movimiento de los “indignados” israelíes del año pasado, que reclamó
“justicia social” , se encontró en un callejón sin salida al negarse a
levantar “justicia social - también para los palestinos” como proponían
algunos sectores de izquierda. Las crecientes contradicciones sociales
internas de Israel pueden crear mejores condiciones para que entre los
sectores menos privilegiados de la clase trabajadora (que hoy incluye a
medio millón de inmigrantes de todo el mundo), comiencen a
resquebrajarse los lazos que la subordinan al sionismo y su programa de
opresión sobre los palestinos. Aquellos trabajadores y jóvenes judíos
que deseen vivir en paz y no sobrellevar la carga de la militarización
permanente como gendarmes al servicio imperialista, deben romper con el
bloque burgués sionista y tender la mano al pueblo palestino y a los
árabes.
12. La única solución de fondo para que los pueblos palestino y judío
puedan convivir en paz es desmantelando hasta los cimientos el Estado
de Israel, un enclave racista y proimperialista, y derrotando el régimen
de “apartheid” que mantiene sobre los palestinos; lo cual es
inseparable de la lucha por derrotar la dominación imperialista sobre la
región. Los socialistas revolucionarios consideramos que esa gran tarea
histórica sólo puede ser resuelta con la estrategia y los métodos de la
revolución proletaria, imponiendo un único estado: una Palestina obrera
y socialista sobre todo el territorio histórico de Palestina, en el
camino a constituir una Federación de Repúblicas Socialistas del Medio
Oriente.
13. Ninguna confianza en el rol de los gobiernos árabes surgidos para
desviar los procesos de levantamiento de masas y atados por mil
compromisos al imperialismo y a los pactos con Israel. La política de
“mediación” de Morsi apunta a contener a los palestinos y garantizar la
seguridad de Israel y va en contra de la posibilidad de que los
palestinos logren un triunfo en su lucha. En la región, el gran aliado
del pueblo palestino es la clase obrera, que en Egipto, con su
participación en el derrocamiento de la dictadura y las innumerables
luchas que viene dando desde entonces, está comenzando a mostrar su
enorme potencial revolucionario. La clase obrera debe tomar como propia
la causa palestina y la lucha contra el imperialismo y su agente
israelí, poniéndose al frente de la alianza de las masas árabes
oprimidas y explotadas.
El bombardeo israelí sobre Gaza con su secuela de destrucción material y
víctimas civiles había comenzado a despertar solidaridad con el pueblo
palestino en varias capitales europeas y latinoamericanas, así como en
el mundo árabe. Esta tarea sigue planteada más allá de la actual tregua.
La solidaridad internacional con el pueblo palestino debe ser inscripta
en sus banderas por los trabajadores avanzados y la juventud combativa
en los países imperialistas, así como en el mundo semicolonial, que
tienen que tomarla como una tarea propia, partiendo de la denuncia de la
opresión y la constante represión del Estado sionista, del rechazo a
los planes imperialistas (como la utopía reaccionaria de "dos estados")
para imponer a los palestinos el abandono de su causa nacional
histórica, y el apoyo a su heroica resistencia, bregando por su triunfo.