jueves, 29 de enero de 2009

Francia frente a la crisis económica: Buen comienzo en el primer test de fuerza contra Sarkozy


Por Juan Chingo desde Francia
La jornada de acción de hoy en Francia ha sido masiva: según la policía más de un millón de personas han participado en toda Francia y 2.500.000 según la CGT. Cuantitativamente, está a la altura de las grandes manifestaciones que hicieron retroceder al gobierno en 2006 en la lucha contra el CPE (contrato primer empleo) o más atrás aún, en 2003, la lucha por las jubilaciones y las de 1995 contra Juppé frente a la reforma del régimen especial de los ferroviarios y la RATP (metro y transporte urbano) y la seguridad social; aunque probablemente de magnitud ligeramente menor a la última de ellas. Sin embargo, comparada con esas acciones, lo novedoso de la acción de hoy (y potencialmente significativo) es:

1° La participación creciente como no se veía en mucho tiempo de los trabajadores de las empresas privadas, industriales o de servicios, grandes multinacionales como el gigante del acero Arcelor Mittal, las empresas automotrices Peugeot Citroën, Renault Ford, la gran empresa de neumáticos Michelin, el grupo medioambiental Veolia, la compañía privada de teléfonos Free o los grandes supermercados como Carrefour u otros comercios mayoristas como la Fnac y Galeries Lafayette. También participaron, aunque no organizados, asalariados de pequeñas Pymes (según puede verse de los testimonios directos o de los medios de los cortejos). Desde este punto de vista es la manifestación de participación obrera o asalariada de los trabajadores públicos (donde hay que recalcar una fuerte adhesión de los docentes y trabajadores de la salud, etc.) y privados más importante de las últimas décadas.

2° A diferencia de la lucha contra el CPE o de la lucha de 2003 que terminó en derrota o incluso la huelga general de los estatales de 1995, el movimiento actual no tiene una clara reivindicación aglutinante sino que es una jornada de acción claramente política, contra las consecuencias de la desocupación, la caída del poder de compra, la destrucción de la salud y la educación pública, la precarización laboral en especial entre los más jóvenes y fundamentalmente el sentimiento de injusticia de que hay salvataje a los bancos (en estos días se conoció que, a pesar de las pérdidas del último trimestre, cerraron el año con ganancias) y nada para los asalariados y los jubilados. Esto se manifiesta en la amplia simpatía de que gozó la acción en la población (cerca de un 75% de apoyo), cosa que no se veía desde 1995 e incluso a niveles más altos que en ese entonces.

Por otro lado, debemos sostener:

1° Que a diferencia de las luchas antes mencionadas, en las que se trató de una jornada de movilizaciones, paros y luchas de varios días o semanas, la actual ha sido un paro y manifestación de solo un día. En buena medida, las direcciones sindicales la han convocado para tratar de descomprimir la cólera de los asalariados, que podría expresarse (hay un gran temor a esto) en huelgas duras en algún sector, y sin ninguna perspectiva de continuidad. Sin embargo, el éxito de la jornada y la negativa del gobierno a cambiar mínimamente la orientación del plan de estímulo en el sentido que piden las direcciones sindicales - favoreciendo el consumo y no la inversión o bajando el IVA, lo que choca con el déficit fiscal, o aumentado el SMIC (salario mínimo), medida fuertemente resistida por la MEDEF más aún en tiempos de crisis- podría obligar a los sindicatos a convocar a nuevas jornadas de lucha a medida que se profundiza el desempleo y aumenta la bronca.

2° Aunque había focos de liceístas bien combativos y que cantaban con todas sus energías, aún está ausente en la protesta el movimiento estudiantil tanto secundario como, incluso en mayor medida, el universitario. Su entrada es una de las cuestiones que más teme el gobierno (y los mismos sindicatos, como lo demostraron en la última oleada de luchas conjuntas en 2008, donde la burocracia sindical abandonó al movimiento estudiantil universitario que terminó fuertemente golpeado) por la radicalidad que podría agregar a la situación.

3° Por último, el paro en el transporte no fue tan terrible como se esperaba, lo que le ha quitado la espectacularidad y contundencia a la acción huelguística de otros movimientos, más aún tomando en cuenta la importancia de este sector en la economía capitalista en general y en Francia en particular, donde es la columna vertebral del movimiento obrero en las últimas décadas. Sin embargo, este hecho, resalta otra característica de la jornada de hoy en donde muchos asalariados se quedaron en su casa, muchos probablemente en adhesión a la medida y otros sólo por tomarse el día o ante el temor de perturbaciones mayores que no se dieron. A nuestro modo de ver, este elemento que es resaltado por algunos periódicos para respirar tranquilos, sigue enfatizando el carácter político de la acción.
La cuestión queda abierta. El gobierno, como comenta una nota de análisis del diario Le Monde del 28/1, empieza a mostrar síntomas de debilidad. La rapidez del cambio del estado de ánimo de la población, que en los últimos seis meses estaba atónita y skockeada frente a la crisis y pasó al actual descontento, a la vuelta de “la Francia que resiste”, ha hecho cambiar la cara de optimismo hasta al más pintado y bravucón, como era el gobierno de la derecha dura de Sarkozy. El diario parisino lo dice de la siguiente manera: “Nicolás Sarkozy frente al síndrome del país regicida” y plantea que “El presidente de la República afirma que quiere proseguir las reformas, pero confiesa también que ‘Francia no es el país más simple de gobernar del mundo’, él recuerda que ‘los franceses han guillotinado a un rey’, que ‘en nombre de una medida simbólica, ellos pueden dar vuelta el país’. El habla de Francia como de un ‘país regicida’” (Le Monde, Françoise Fressoz, 28/01/2009).

La clave, entonces, es la capacidad de respuesta y organización de los asalariados. Esto pasa en primer lugar, por luchar por la continuidad de las medidas organizando un verdadero plan de lucha y no las jornadas de acción inconexas que ya han llevado al desgaste a importantes movimientos en las calles en el pasado. En segundo lugar, es clave votar un verdadero pliego de reclamos que incluya todos los agravios y demandas más sentidos por el pueblo trabajador y la juventud (y no la súplica tibiamente seudokeynesiana del documento de las ocho centrales que convocaron a la jornada de hoy) que suelde verdaderamente la unidad de la clase obrera y los oprimidos, en especial sus sectores más explotados, los jóvenes de las banlieus que se movilizaron en gran medida en las recientes marchas contra la agresión sionista a Gaza y como cuestión determinante, los jóvenes asalariados, que sufren mayormente la precarización con contratos de duración determinada y hoy son los primeros en ser despedidos. Tercero, hay que retomar las mejores tradiciones de autorganizacion que han dado el ciclo de luchas de los trabajadores y jóvenes franceses en especial los intentos de coordinación en algunas ciudades en la huelga general de los estatales de 1995 o el ejemplo de la Coordinadora estudiantil en 2006 y extenderlo y profundizarlo a todo el movimiento obrero. Es la única forma de superar el cepo que la burocracia ha puesto a las grandes movilizaciones de los jóvenes y los trabajadores en los últimos años llevando a muchas a la derrota o, cuando la magnitud del movimiento se lo ha impedido, a meros retrocesos parciales que no han revertido la caída en el nivel de vida de la población y que ahora se ha acelerado fuertemente con la crisis, y permitiendo luego al gobierno de turno retomar la ofensiva. En conclusión, el carácter político de la acción hace más agudo que nunca los problemas de programa, estrategia y dirección de los asalariados para darle continuidad y elevarlo a un enfrentamiento tout court contra el régimen, el gobierno y la Francia de los grandes capitalistas y banqueros.
Sólo de esta manera, confiando en sus propias fuerzas y organización, desconfiando de los falsos amigos que ahora se acercan a sus marchas para intentar capitalizar el descontento, como la dirección del Partido Socialista (que ya ha demostrado en el pasado que cuando gobierna no tiene diferencia con la derecha y ahora solo quiere reubicarse frente a las próximas elecciones europeas y el crecimiento de la “extreme gauche”), podrán los trabajadores y jóvenes franceses derrotar a Sarkozy y su plan que busca que la crisis la paguen una vez más los trabajadores.