El pasado miércoles 7 de marzo se desarrolló en la Sala 1 de la Biblioteca Luis D. Tinoco (UCR) la Conferencia “Lecciones estratégicas del movimiento estudiantil chileno”, la cual fue dictada por Fabián Puelma, militante del Partido de los Trabajadores Revolucionarios (miembro de la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional) y uno de los principales dirigentes de la Agrupación Combativa Revolucionaria (ACR), corriente estudiantil que nuclea a un importante sector de vanguardia surgido al calor de la lucha que los estudiantes libraron durante más de 7 meses en ese país.
La exposición comenzó con una explicación del marco en que se desarrolló la lucha estudiantil, ubicando a Chile y su régimen como un producto de la dictadura de Pinochet, lo que se expresa por ejemplo en que la Constitución Política actual fue redactada en 1980 durante la dictadura y sigue intacta hasta hoy, ya sea en el plano económico, político y social. Las marcas de la dictadura en el régimen son tan profundas que se prohíben derechos democráticos mínimos como el de la movilización o la organización en federaciones, no existe el derecho a los anticonceptivos y mucho menos al aborto, y la organización estudiantil en federaciones en las universidades privadas también está coartada mediante una cláusula firmada entre el estudiante y la Universidad.
Puelma explicaba que el financiamiento de las universidades es privado y que el Estado aporta tan solo un 15% de los recursos utilizados para educación, mientras que lo demás lo asume el capital privado. La situación de deterioro en que se encuentra el sistema educativo es tan profunda que en algunos casos los estudiantes deben pagar hasta US$ 6 mil por año para costearse su carrera, lo que se convierte en un enorme costo, mientras que en el ámbito de la educación secundaria la cantidad de colegios públicos es sensiblemente menor que la cantidad de privados.
A lo largo de la exposición señalaba que este modelo de educación se profundizó con el gobierno del “socialista” Ricardo Lagos, que estableció el sistema de créditos, y posteriormente con Bachelette, que convirtió la educación en un negocio, mientras reprimía a los estudiantes de secundaria que salían a la pelea en 2006.
Para el dirigente del PTR y la ACR la lucha de los estudiantes chilenos refleja que el régimen pinochetista ha comenzado a resquebrajarse, trayendo aparejada la crisis del neoliberalismo, en paralelo a una gran crisis capitalista mundial, que en cierto modo comenzó a reflejarse en Chile de alguna forma con un mayor de lucha de clases, como lo atestiguaron las movilizaciones en Magallanes para detener las alzas en los precios de los combustibles a inicios del 2011.
A lo largo de su exposición, Puelma citó los principales hitos de la larga y sostenida batalla de los estudiantes chilenos, que tuvo sus momentos álgidos, como por ejemplo las jornadas del 4 de agosto donde aproximadamente 1 millón de personas salieron a las calles, combinándose la movilización con los “cacerolazos” protagonizados por un sector de la clase media que apoyaba los reclamos de los estudiantes. Estas grandes jornadas también pudieron encontrar un hito los días 24 y 25 de agosto de Paro Nacional, con otro millón de personas en las calles, pero donde resultó asesinado Manuel Gutiérrez a manos de los Carabineros, un día que además de intenso por los combates con los cuerpos policiales, puso al descubierto el surgimiento de una vanguardia obrera y estudiantil decidida a ir hasta el final en la lucha.
La política del PTR y las limitaciones para que el movimiento avanzara hasta el final
De acuerdo con la exposición, desde el PTR la lucha se desarrolló en diversos niveles: contra el regreso a clases que intentaba imponer Piñera para acabar con la fuerza de los estudiantes movilizados en las calles, contra los desvíos como el Referéndum o en contra de las negociaciones a manos vacías con el gobierno, en el marco de la generalización de acciones que comenzaban a cuestionar el régimen de los empresarios y el negocio de la educación privada, así como la herencia del régimen de Pinochet: ocupación de facultades, colegios, o la puesta en funcionamiento de liceos bajo control de profesores, estudiantes y padres de familia, como fue el caso del Liceo A-90 de San Miguel.
Aunque el proceso fue largo e intenso, Puelma señalaba que no hubo una entrada en escena de la clase trabajadora, en buena parte por la responsabilidad de la burocracia sindical que tiene en su dirección política, y que esto tendía a poner un tope a los alcances de la movilización estudiantil.
Otra de las limitaciones es que a pesar de que en jornadas clave como la del 24 y 25 de agosto quedó patente el surgimiento de una vanguardia muy combativa y revolucionaria de miles de jóvenes, no hubo un quiebre o cuestionamiento de masas a las direcciones de la CONFECH, que en todo momento buscaban la forma de negociar con el gobierno y contener las acciones del movimiento de masas. Esta situación anterior no se desarrolló en todo su potencial, más allá del hecho que hoy las JJ.CC. -que eran la dirección al principio del movimiento- haya perdido posiciones importantes y de representación en la dirección de la Confederación de Estudiantes, una pérdida que en parte se explica por su política moderada y titubeante a lo largo del conflicto (de las JJ.CC. de Camila Vallejos).
Las tareas de los revolucionarios
La exposición concluía con la idea de que las tareas de los revolucionarios en Chile y en todo lugar donde estamos pasan en primer lugar por ofrecer una alternativa frente a los reformistas, los autonomistas, los populistas y otro tipo de corrientes que han tenido responsabilidad en no llevar hasta el final las demandas de los estudiantes.
Otra de las conclusiones que reiteró el dirigente Fabián Puelma fue la de la necesidad de construir un polo estudiantil revolucionario dentro del movimiento estudiantil, que oponga una estrategia trotskista (revolucionaria) a todas las otras estrategias, como la de los populistas, autonomistas o los “indignados”, que a su manera terminaron reforzando la política de la burocracia estudiantil oficial. Señalaba que la Conferencia Internacional no solo tenía se orientaba hacia la colaboración internacional, sino que es parte del internacionalismo militante necesario para agrupar a los jóvenes revolucionarios en las distintas partes del mundo en que estamos.
Frente al problema de la adaptación de los estudiantes a los tiempos de calma, como sucede en algunas partes del mundo, planteaba a los estudiantes costarricenses que lo escuchaban que en estos tiempos de lucha, donde ya comienza un importante despertar de la juventud a nivel internacional, la rutina no nos sirve de nada, ante lo que había que organizarse bajo una estrategia revolucionaria, con tal de estar mejor preparados para las luchas que se avecinan.