Por Ruth Werner, PTS Argentina
La jornada del 10 de abril convocada por las CGT de Hugo Moyano y
Luis Barrionuevo y la CTA de Pablo Micheli se convirtió en un
pronunciamiento nacional de la clase obrera contra el ajuste. Con masiva
adhesión en los lugares de trabajo fue un parazo nacional.
Este segundo paro contra el gobierno kirchnerista tuvo mucha más
adhesión que el del 20 de noviembre de 2012. Fue total en el transporte y
en los servicios donde dirigen las principales centrales convocantes. Y
en la industria, en numerosas fábricas de gremios de la CGT oficialista
también se sintió con fuerza. En Zona Norte, se paró en alimenticias
como Kraft de Pacheco, PepsiCo, en el parque industrial de Pilar en
Procter, WorldColor y Unilever, autopartistas como Lear, gráficas como
Donnelley y Printpack. También jaboneras como Alicorp de La Matanza. En
Bahía Blanca se paralizó el polo petroquímico. En el cordón metalúrgico
de Rosario (donde están los obreros de Liliana que vienen de una dura
lucha) muchas fábricas no trabajaron. En la gran siderúrgica Siderar más
de la mitad adhirió al paro. En la Renault de Córdoba y la Ford de
Pacheco los patrones directamente dieron asueto ante lo que se preveía
como un paro total. En la Ciudad de Buenos Aires fue importante el paro
del subte donde los trabajadores masivamente no concurrieron a su
trabajo. Miles de docentes también se sumaron a la medida en todo el
país pese a su dirección abiertamente kirchnerista. Los sindicatos,
comisiones internas y cuerpos de delegados nucleados en el Encuentro del
Sindicalismo Combativo junto a otras organizaciones, y particularmente
el PTS impulsamos asambleas en los lugares de trabajo y promovimos los
piquetes obreros para ayudar a garantizar el paro allí donde los
burócratas oficialistas no llamaban a parar. En este periódico hacemos
una extensa cobertura de la adhesión al paro en todo el país.
El gobierno miente
El gobierno acusó el golpe. El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich,
atacó el paro diciendo que no se pudo ir a trabajar por falta de
transporte y por los piquetes, desmereciendo el gran pronunciamiento de
la clase obrera. Pero quien conozca la historia de los paros de este
país sabe que si se quiere ir a trabajar se encuentra la forma de
llegar. Capitanich también debería recordar que cuando la clase obrera
argentina se decide a luchar lo hace contundentemente. Y es lo que
empezó a hacer. La gran mayoría se sumó libremente al paro porque sobran
motivos: la devaluación se come gran parte del salario, el gobierno
quiere poner tope en las paritarias, el 35% de los trabajadores está en
negro, la mayoría de los jubilados cobra la mínima de poco más de $
2.700.
Los piquetes de huelga colaboraron en convencer a miles de
trabajadores. Este método histórico de lucha de la clase obrera nacional
y mundial, lo impulsamos orgullosamente desde el PTS y otras fuerzas
que izquierda, desde el Encuentro Sindical Combativo reunido en marzo,
en Atlanta, con numerosas comisiones internas y sindicatos. Muchos
piquetes ayudaron a los precarizados, contratados y tercerizados (los
más vulnerables frente a patronales que presionaban con amenazas de
descuentos o quita de presentismo) a encontrar una “excusa” para no
llegar al trabajo. Y sirvieron además para amplificar una voz
alternativa a la burocracia y transformar el paro en activo en
fracciones significativas de los trabajadores.
Opositores como Sergio Massa y Mauricio Macri habían condenado
previamente el paro. Pero el mismo jueves no hubo político patronal ni
medio de comunicación que no hiciera campaña contra los piquetes. El
gobierno optó por reprimir con la Gendarmería el más importante, el de Panamericana. Pero no pudieron evitar que se realizara y allí los
dirigentes de Kraft, Pepsico, Donnelley y diputados como Christian
Castillo del PTS y del FIT, entre otros, denunciaron el ajuste del
gobierno, exigieron un plan de lucha a las CGT y a las CTA y reclamaron
la absolución de los petroleros de Las Heras.
La izquierda obrera estuvo en este y otros piquetes como en Puente
Pueyrredón, en el Acceso Oeste (altura Hospital Posadas), en La Matanza
(Ruta 3 km. 21 y en las puertas de Alicorp), en el Parque Industrial de
Pilar, en el acceso a la autopista Buenos Aires-La Plata, en Rosario
(primero en la autopista y luego en el centro), en la Ruta 66 de Jujuy,
en el puerto de Mar del Plata, en la autopista de acceso a Mendoza, en
el puente Centenario de Córdoba Capital, en la Ruta 7 de Neuquén frente a
la emblemática Zanon y luego en la movilización con Aten. En todos el
PTS aportó las principales columnas y sus dirigentes fabriles fueron
claves en promover la participación obrera que fue el sello distintivo
de los piquetes. Los medios debieron reflejar esta nueva realidad de un
sector de la clase trabajadora donde la izquierda obrera comienza a
pisar fuerte.
Un nuevo estado de ánimo en la clase obrera
El giro a la derecha del gobierno que incluye devaluación, tarifazos,
suspensiones y hasta despidos, indemnización a Repsol y nuevo
endeudamiento con los organismos de crédito internacionales, logró
reunir consenso burgués. El escenario a derecha se completó con la
campaña contra la inseguridad y las políticas de mano dura de
oficialistas y opositores que sembraron el clima para que sectores de
las clases medias se sintieran valientes para salir a practicar el
método fascista del linchamiento.
El paro del 10 es la primera gran acción obrera que se opone con
contundencia a la ofensiva ajustadora y al giro a la derecha del
gobierno. La gran huelga de los docentes bonaerenses fue un anticipo que
obligó a Scioli a retroceder. Pero este paro nacional está mostrando,
de conjunto, un cambio de ánimo en la clase obrera adelantando una
probable multiplicación de las luchas. La burocracia oficialista de los
Caló y los Yasky no pudo salir peor parada, arrodillada ante un gobierno
que sólo ofrece ajuste y con decenas de miles de trabajadores que le
dieron la espalda este 10 de abril.
Por su parte, Moyano, Barrionuevo y Micheli no quieren pelear hasta
derrotar el ajuste. Convocaron a una medida aislada y al hacer su
balance, estuvieron lejos de comprometerse en darle continuidad. Estos
dirigentes quieren utilizar la fuerza de la clase trabajadora al
servicio de algún político patronal opositor. Están cómodos reuniéndose
con cuanto derechista aparezca, sea Massa, De La Sota, Macri, o el
socialista sojero Hermes Binner.
Desafíos
Se abren grandes posibilidades para la izquierda clasista y el Frente
de Izquierda. La gran elección del FIT de 2013 ya había mostrado que
cientos de miles de trabajadores que se oponen al gobierno optan por una
alternativa de independencia de clase. Ahora el paro ratifica la
importancia estratégica de los sindicatos en nuestro país y la
emergencia de las organizaciones de la clase obrera en la vida política
nacional pese a los límites evidentes de sus direcciones burocráticas.
El futuro para desarrollar a la izquierda clasista y revolucionaria
depende de comprender estas conclusiones. Está planteado impulsar el FIT
como herramienta de independencia política de los trabajadores, pero
debe estar combinado con promover una política para recuperar los
sindicatos de manos de la burocracia e iniciativas de reagrupamiento de
los sectores combativos como las que impulsamos desde el Encuentro de
Atlanta. Limitarse solo a la agitación política sin ver la importancia
de desarrollar fracciones clasistas orgánicas en los sindicatos termina
en el mero electoralismo; al igual que limitarse solo a la lucha
sindical deriva en sindicalismo.
Nuestra estrategia se define por la
articulación de estas peleas en torno a un programa y métodos de acción
que señalen una perspectiva de independencia política de los
trabajadores y la construcción de un gran partido revolucionario que
agrupe a lo mejor de la vanguardia obrera que se proponga luchar
conscientemente por el gobierno de los trabajadores.
Entre las variantes del frente único obrero está la de impulsar
medidas de lucha cuando las centrales obreras convocan pero levantando
un programa propio, como hicimos este jueves 10 para desenmascarar la
política de los convocantes; o reagrupando a los sectores combativos,
como en Atlanta. La “vuelta” de los sindicatos muestra la potencialidad
de la clase obrera si estas organizaciones estuvieran en manos de la
izquierda para desarrollar las aspiraciones de los trabajadores y
ponerlas al servicio de derrotar el ajuste. Para eso hay que conquistar
más posiciones en los principales batallones de la clase obrera. Se
trata, sí, de pelear por un plan de lucha nacional y de levantar todas
nuestras reivindicaciones. Pero fundamentalmente de levantar una
alternativa para que las organizaciones de lucha recuperadas de manos de
la burocracia levanten un programa de unidad de las filas obreras, de
unidad con el pueblo pobre en la perspectiva de la huelga general para
derrotar el ajuste y que la crisis la paguen los capitalistas.