Por Beren Lone
En Clave Revolucionaria N°4, agosto- setiembre 2007,
LRS, Costa Rica
El 8 de agosto los “gobernantes” latinoamericanos conmemoraban 20 años del llamado Acuerdo de Paz Esquipulas II, el cual es concebido por muchos como un gran logro en materia de estabilidad política y social de Centroamérica durante la época de los años ochenta en la que se palpaba una oleada de procesos revolucionarios y de grandes ascensos de las masas desposeídas de la región.
Al burgués Oscar Arias, se le elogia constantemente por su “gran obra” de paz reflejada en el documento “Procedimiento para establecer la Paz firme y duradera en Centroamérica”, plan que simplemente era continuidad de los intentos fallidos para frenar a las masas por parte de distintos sectores de las clases dominantes, como lo eran el Grupo de Contadora y el Grupo de Apoyo. Este documento además, como es del conocimiento público, ni siquiera fue elaborado por el descendiente de la oligarquía Arias Sánchez, sino por uno de sus compinches, quien por cierto, ni siquiera es mencionado actualmente en ningún tipo de documento o libro y mucho menos se oye en boca de las dirigencias burguesas de nuestro país. La política oportunista de Arias en el ámbito de buscar una supuesta paz en la región le valió su triunfo no solo en las elecciones del 1986.
La realidad es que, contrario a los que muchos plantean diciendo que el Acuerdo de Esquipulas II fue el elemento estabilizador de la situación social de la región, o como repiten algunos al decir que el Acuerdo desarmó a los cuerpos contrarrevolucionarios; este instrumento fue un mecanismo totalmente contrarrevolucionario que utilizaron de manera muy astuta las burguesías dominantes de la región, por supuesto en alianza con las dirigencias imperialistas, principalmente con el imperialismo yanqui. Los sectores burgueses y el imperialismo, al ver imposibilitado su triunfo por la vía militar, se vieron en la necesidad de encontrar medios que fueran eficaces para lograr establecer de forma profunda sus objetivos de dominación en la región; apelaron entonces a derrotar a los movimientos no con las armas, sino con los votos y con las vías institucionales; con las llamadas “transiciones democráticas” pactadas. Este fue el caso de Nicaragua, donde después de varios años de inestabilidad burguesa, se pactaron elecciones, donde perdería el Frente Sandinista (FSLN).
El 7 de agosto, al firmarse el “Procedimiento para establecer la Paz…”, Reagan pudo suspirar tranquilo al ver como en la ciudad de Guatemala varios de sus súbditos le ahorraban tiempo y costos al instaurar una maquinaria contrarrevolucionaria realmente fuerte y duradera que demostraría ser un freno efectivo contra el constante y potente ascenso que tenían las masas trabajadoras en la región centroamericana, específicamente en Nicaragua, El Salvador, y hasta cierto punto en Guatemala. ¡Como si no hubiesen bastado las direcciones burocráticas y putrefactas con las que desgraciadamente se toparon los luchadores hermanos centroamericanos: las direcciones del FSLN o el FMLN, que nunca lucharon por la completa emancipación!
Este Plan para la Paz consistía principalmente en establecer la “reconciliación nacional”, “exhortación al cese de las hostilidades”, “elecciones libres”, y el establecimiento de “negociaciones en materia de seguridad, verificación, control y limitación de armamento”, y la “verificación y el seguimiento internacional”, canalizado a través de la ONU y la OEA como dos grandes fuerzas de estabilidad burguesa.
La reconciliación nacional consistía en lograr paralizar el creciente proceso de lucha de clases, y convertirlo en la sumisión de los trabajadores y los campesinos, respecto a la burguesía. Para lograr esto fue necesario intoxicar a las masas, aprovechando la correa de transmisión de sus direcciones; con los valores supremos de democracia, paz social y el caso de las elecciones libres. En vez del enfrentamiento, el imperialismo se las ingenió para canalizar los descontentos a través de los votos. Para lograr establecer el sistema de las elecciones, y lograr la conciliación de clases, tuvieron que desarmar a las masas trabajadoras y campesinas de la región; por supuesto no sin la ayuda de Ortega, o Shafik Handal, dirigentes del FSLN de Nicaragua, y el FMLN de El Salvador.
Todos estos compromisos, fueron fiscalizados directamente por la ONU, y la OEA. Estados Unidos había quedado muy golpeado con la guerra de Vietnam, había recibido muchos golpes, y en el mundo se experimentaba un importante ascenso; por lo que tenía que intervenir de manera un poco más solapada y encubierta: financiando a los grupos contras, con embargo económico, etc.
A grandes rasgos estos eran los postulados del “gran” acuerdo de paz postulado por el prominente cafetalero y azucarero originario de la ciudad de Heredia, don Oscar Arias Sánchez; quien para muchos unió a Centroamérica con un lazo de calma y respeto aparente a las libertades y derechos de los pueblos de la región.
Pero no es ésta unión aparente y podrida la que mejorará la condición de vida de los oprimidos de Centroamérica, no es está “grandiosa” paz la que permitirá construir las bases de una sociedad justa e igualitaria. En Centroamérica un primer y muy importante paso para el salto real de las clases explotadas, que cobra total vigencia hoy frente a la dinámica de los TLC y la apertura comercial de la burguesía y el imperialismo; es la integración en los Estados Obreros y Campesinos de Centroamérica. Sólo una integración de éste tipo permitirá un sistema de relaciones libres de toda explotación y enfrentamiento entre nuestros pueblos centroamericanos, sólo bajo con los Estados Unidos Obreros y Campesinos de Centroamérica construyendo el socialismo; lograremos verdaderamente una economía para los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre. Sólo de esta forma lograremos avanzar hacia la completa emancipación, poniendo todas nuestras fuerzas en función de la revolución mundial.
[1] Documento del Acuerdo de Esquipulas II: Procedimiento para establecer la Paz firme y duradera en Centroamérica.
[2] Ídem
[3] Ídem