domingo, 18 de agosto de 2013

Egipto: El Ejército busca imponer el orden a sangre y fuego

Por Diego Sacchi, FT-CI


Abajo el Estado de Emergencia y basta de represión

Amanece en el Cairo, las fuerzas de seguridad se preparan para aplicar la orden, dictada por el Gobierno provisional y el Ejército, de desconcentrar a los manifestantes partidarios de la Hermandad Musulmana y activistas opositores al gobierno cívico-militar que acampan en Rabaa al Adauiya y de la plaza de Al Nahda. Tratando de dispersar a los congregados con gases lacrimógenos, balas de gomas comenzaba, el miércoles 14, una nueva jornada de represión sangrienta con centenares de manifestantes muertos (las cifras son varias pero superan claramente el informe gubernamental que habla de 500 personas) y miles de heridos.

Luego de la represión a los acampes los enfrentamientos se trasladaron a varias calles en las principales ciudades del país, barricadas, ataques a comisarías e instituciones oficiales se propagaron en las afueras del Cairo, Alejandría, Suez y otras. La respuesta del Gobierno civil (un títere al servicio de los militares) fue declarar el estado de sitio durante un mes dándole plenos poderes de detener e irrumpir en los domicilios particulares al Ejército y las fuerzas de seguridad. Las calles de Egipto se encuentran luego de esta jornada “tomadas” por los militares, mientras la Hermandad Musulmana convoca a retomar la movilización.

La brutal represión abre una nueva crisis en Egipto

El intento del Ejército y el Gobierno provisional de derrotar, mediante la represión, a las manifestaciones en su contra se ha transformado de una jugada arriesgada a una nueva crisis. Cuando se conocía la noticia de las muertes por la represión, el Vicepresidente El Baradei anunciaba su renuncia con una carta que, cínicamente, expresa su repudio al desalojo violento (El Baradei forma parte del gobierno desde la caída de Morsi y venía avalando las represiones a movilizaciones). Los gobiernos Europeos declaraban su repudio a “todo tipo de violencia” y llamaban al gobierno a retomar el dialogo. Las declaraciones más significativas han sido las de la Casa Blanca que llaman al Ejército a detener la represión, levantar el estado de sitio y convocar a elecciones, aunque el presidente Obama se ha cuidado de remarcar lo vital de la relación con las fuerzas armadas egipcias y su rol para asegurar la paz con Israel, no hizo referencia a la millonaria ayuda militar que presta Estados Unidos.

La renuncia de El Baradei, las declaraciones de los distintos gobiernos imperialistas con Estados Unidos a la cabeza son la muestra de la preocupación de que el avance represivo del actual Gobierno y los militares desencadenen una crisis mayor. Los gobiernos imperialistas continúan sosteniendo al Ejército mientras este les garantice la aplicación de los planes de ajuste y la estabilidad en la región. Las fuerzas liberales egipcias como el Frente de Salvación Nacional que encabeza El Baradei han sido fundamental a la hora de servir como cobertura civil al golpe militar contra Morsi que buscaba garantizar la continuidad del aparato estatal de la dictadura de Mubarak conservar el rol de árbitro y el control de alrededor del 40% de la economía; mantener al país subordinado a Estados Unidos y los compromisos con el Estado de Israel.

A pesar de la tensión que puedan generar, los militares se arriesgan a lanzar una represión brutal como la de ayer apoyados en lo que consideran un “cheque en blanco” cedido por la enorme movilización de masas de fines de junio, sobre la que se montaron para tirar a Morsi por medio del golpe cívico militar. Si bien nadie puede garantizar una “luna de miel” prolongada, menos en medio de masacres y un estado de sitio que hace acordar las peores épocas de Mubarak, lo cierto es que por el momento el Ejercito no ha enfrentado acciones masivas en su contra de parte de los millones que salieron a fin de junio a movilizarse contra Morsi.

En este marco, la represión a los acampes es parte del avance antidemocrático del Ejército y el Gobierno luego del golpe contra Morsi y la usurpación de la movilización de las masas.
A los centenares de muertos de la jornada de ayer se le suman los de las manifestaciones anteriores. El discurso de la “lucha contra el terrorismo” y la necesidad de garantizar “la seguridad nacional” que enarbola el Gobierno para reprimir a la Hermandad Musulmana, es utilizado contra las organizaciones obreras como sucedió en las últimas semanas con la detención de los dirigentes de los obreros metalúrgicos de Suez.

Es necesario llamar ya al cese inmediato del estado de emergencia, la libertad de todos los detenidos y el fin de la persecución contra organizaciones políticas, religiosas y sindicales.

Un intento del Ejército para imponer el orden por medio de un golpe "aleccionador"

La brutal represión contra los acampes de la Hermandad Musulmana son, como declararon desde el Gobierno un intento de “terminar con una situación anárquica en el país”, y este golpe junto con el establecimiento del estado de sitio constituyen un precedente para atacar a cualquier sector de vanguardia que salga a pelear por sus reivindicaciones o se enfrente políticamente al Ejército. Es que no solo las movilizaciones de los partidarios del ex presidente Morsi son una preocupación para el actual Gobierno y el Ejército. El movimiento obrero, que había actuado diluido en las manifestaciones contra Morsi, comenzó en las últimas semanas a movilizarse. En Mahalla los trabajadores de la industria textil realizaban hace unas semanas una huelga reclamando al nuevo gobierno aumento de sueldos. Los trabajadores de la industria del acero en Suez sufrían la represión del Ejército a una de sus movilizaciones y eran encarcelados sus principales dirigentes.

El movimiento obrero egipcio viene desarrollando durante estos años una enorme experiencia, jugando un rol destacado en la caída de Mubarak, con el surgimiento de nuevos sindicatos y movilizándose por mejores condiciones de vida. Por ahora el proceso de movilización obrera se centra en demandas económicas y no ha logrado aparecer como un actor político independiente, aunque no se puede descartar que de continuar, tiendan a chocar con el plan que prepara el Ejército para el país, sometiendo aún más la economía egipcia a los designios del Imperialismo, manteniendo las medidas anti populares del gobierno de Morsi que llevaron a un aumento de los costos de los bienes de consumo básicos. Es en este sentido que el golpe del ejército a los campamentos de la HM, en nombre de la restauración del orden, es un mensaje preventivo y aleccionador frente a cualquier emergencia de descontento.

Perspectivas

Luego de la brutal represión y la declaración del estado de sitio las imágenes parecen mostrar la vuelta a la calma basada en la militarización de las calles. Los relatos de los corresponsales en Egipto no dejan de repetir que las medidas tomadas por el Gobierno y el Ejército hacen recordar a la época de Mubarak. Mucha agua ha pasado bajo el puente desde la caída por la movilización de la dictadura de Mubarak y parece difícil que las conquistas logradas por la movilización sean arrebatadas sin nuevo combates.

El Ejército parece querer mantener el poder garantizando la restauración del orden. Si la represión contra los Hermanos Musulmanes no despertó un repudio masivo es porque los militares se apoyan en la legitimidad lograda al haber sacado de la presidencia a Morsi luego de las multitudinarias movilizaciones en su contra. La campaña contra el “terrorismo” de los movimientos musulmanes, sumado a que millones no quieren que Morsi vuelva a la presidencia como piden los Hermanos Musulmanes es lo que permite al Gobierno provisional y los militares justificar la represión como necesaria para mantener la estabilidad del país. Pero las primeras crisis en el gobierno como muestra la renuncia de El Baradei sumado al intento de mantener el estado de emergencia durante un mes pueden generar un desgaste de esta legitimidad del actual Gobierno y ser el detonante de nuevas movilizaciones.

El imperialismo con los yanquis a la cabeza tienen claro que la situación se vuelve altamente inestable por lo que presionaran para ir hacia un nuevo desvió democrático con el llamado a nuevas elecciones para tratar de garantizar un gobierno legitimado por las urnas para aplicar los planes dictados por el FMI. Los gobiernos imperialistas temen que la polarización actual decante en una guerra civil que tendrá repercusiones regionales.

Esta situación demuestra que, hasta el momento, los intentos de la clase dominante, el ejército y el imperialismo no han logrado cerrar el proceso revolucionario abierto con la caída de Mubarak. Los sectores que se enfrentan a las medidas represivas del actual gobierno y plantean una “tercera plaza”, diferenciándose también de los Hermanos Musulmanes, tienen por ahora poca fuerza. Para fortalecer una salida independiente, es necesario levantar una política que llame a no confiar en las distintas variantes burguesas que fueron parte del gobierno y que avalan la represión, partiendo del rechazo a las persecuciones y asesinatos a los Hermanos Musulmanes y otras organizaciones dejando claro que no es la vuelta de Morsi una solución a la crisis.

Una política en este sentido permitiría que la clase obrera y la juventud explotada y oprimida que comienzan a movilizarse por sus reivindicaciones puedan aparecer como un nuevo actor en la situación actual. En este camino los trabajadores tienen que desarrollar sus propios organismos de autodeterminación y levantar un programa transitorio que una las reivindicaciones democráticas, sociales y antiimperialistas y abra el camino a la lucha por el poder obrero y popular.