Por Johanan León Torres
Durante las últimas semanas y días ha sido notable la magnitud de los estragos que han causado las lluvias en la provincia de Limón: familias trabajadoras que han perdido completamente sus bienes -cuyas viviendas se han vuelto inhabitables-, niños tratando de sacar pupitres de sus humildes escuelas, y carreteras completamente intransitables describen el escenario imperante en el lugar.
Según se ha dado a conocer preliminarmente por los medios de comunicación de la burguesía, las pérdidas ascienden a más de ¢42 mil millones.
Como en años anteriores, la ayuda al caribe ha sido provista por miles de trabajadores y trabajadoras que han ofrecido sus escasos recursos por medio de donaciones de ropa y víveres. Por otra parte, empresas como Wall Mart han hecho sus “donaciones”, que en realidad constituyen una propaganda comercial encubierta, disfrazada de “humanismo” y solidaridad.
Crédito para dividendos y más miseria para los trabajadores limonenses
La cruda realidad que ha quedado expuesta éstos últimos días es que mientras las masas trabajadoras limonenses tendrán que reconstruir viviendas, adquirir electrodomésticos y comprar ropa y alimentos, en medio de una crisis capitalista que amenaza día a día con dejarlos sin empleo; los empresarios se preparan para festejar el avance de las leyes que avalan la “capitalización” de tres bancos estatales (Banco de Costa Rica, Banco Nacional, y Banco Crédito Agrícola de Cartago) por un monto total de $117.5 millones[1], respaldados con recursos que producen los trabajadores costarricenses. Esto fue logrado por los patrones con tan sólo un pequeño reclamo a su compinche: el gobierno; poniendo como pretexto ante el pueblo trabajador que se trata de una medida supuestamente necesaria para frenar despidos, aunque en la realidad estos siguen efectuándose masivamente dejando a miles de trabajadores expuestos a la miseria y el hambre, mientras tranquilamente por otro lado, los dueños, gerentes y accionistas de las diversas empresas siguen obteniendo utilidades y dividendos a costa del trabajo de todos nosotros.
Bancos, crédito y estado para los capitalistas
No es la primera vez que la zona atlántica es azotada por desastres naturales y sufre las consecuencias materiales de éstos, prácticamente todos los años la historia se repite. Tampoco es Limón la única zona donde se presentan inundaciones de este tipo: lugares como Pérez Zeledón, Parrita, Guanacaste e incluso el Valle Central han quedado en varias ocasiones bajo el agua, y las familias trabajadoras que habitan estos sitios frecuentemente han perdido desde televisores hasta sus viviendas.
Lo paradójico es que mientras se les otorgan millones en crédito barato a los empresarios mediante los bancos estatales que financiamos (para rematar, el gobierno ha dicho que está “atado de manos para conseguir recursos para damnificados del Caribe”[2]), no existen en estas regiones ni siquiera diques, muros e infraestructuras adecuadas que puedan evitar las millonarias pérdidas que se presentan en estas regiones. No han existido durante décadas planes de reubicación o prevención eficaces, ni planificación en la construcción de asentamientos.
¿Será acaso por falta de recursos? El “empujón” gubernamental a los empresarios nos dice lo contrario.
Este tipo de acciones no se han llevado a cabo porque quienes controlan los bancos, el crédito y administran el estado en general, no responden a los intereses de los explotados sino a los de la clase a la que pertenecen: la burguesía. Los más de ¢130 mil millones de superávit fiscal que respaldan los créditos dirigidos a los empresarios podrían cubrir holgadamente los costos de reconstrucción en las zonas afectadas.
Si los trabajadores generan la riqueza nacional son ellos los que deben disponer de esta riqueza, y no un puñado de explotadores que ante desastres de tal magnitud, se muestran por las cámaras como los más humanitarios enviando migajas de ayuda solamente para disminuir sus pagos fiscales mientras siguen explotando y despidiendo a trabajadores para mantener sus ganancias.
La solución real al sufrimiento de miles de familias damnificadas no consiste en dar un vívere o una prenda, sino que pasa por luchar para que todo el sistema bancario sea nacionalizado y manejado por los trabajadores; y así estos puedan dirigir el crédito y los principales recursos a las regiones y áreas productivas que efectivamente lo requieran. Ordenando las ciudades y poblados de tal manera que las fuerzas de la naturaleza no causen semejantes estragos. Esto solo se puede lograr con los bancos y todo el sistema de créditos unificados y bajo control directo de trabajadores y usuarios.
Según se ha dado a conocer preliminarmente por los medios de comunicación de la burguesía, las pérdidas ascienden a más de ¢42 mil millones.
Como en años anteriores, la ayuda al caribe ha sido provista por miles de trabajadores y trabajadoras que han ofrecido sus escasos recursos por medio de donaciones de ropa y víveres. Por otra parte, empresas como Wall Mart han hecho sus “donaciones”, que en realidad constituyen una propaganda comercial encubierta, disfrazada de “humanismo” y solidaridad.
Crédito para dividendos y más miseria para los trabajadores limonenses
La cruda realidad que ha quedado expuesta éstos últimos días es que mientras las masas trabajadoras limonenses tendrán que reconstruir viviendas, adquirir electrodomésticos y comprar ropa y alimentos, en medio de una crisis capitalista que amenaza día a día con dejarlos sin empleo; los empresarios se preparan para festejar el avance de las leyes que avalan la “capitalización” de tres bancos estatales (Banco de Costa Rica, Banco Nacional, y Banco Crédito Agrícola de Cartago) por un monto total de $117.5 millones[1], respaldados con recursos que producen los trabajadores costarricenses. Esto fue logrado por los patrones con tan sólo un pequeño reclamo a su compinche: el gobierno; poniendo como pretexto ante el pueblo trabajador que se trata de una medida supuestamente necesaria para frenar despidos, aunque en la realidad estos siguen efectuándose masivamente dejando a miles de trabajadores expuestos a la miseria y el hambre, mientras tranquilamente por otro lado, los dueños, gerentes y accionistas de las diversas empresas siguen obteniendo utilidades y dividendos a costa del trabajo de todos nosotros.
Bancos, crédito y estado para los capitalistas
No es la primera vez que la zona atlántica es azotada por desastres naturales y sufre las consecuencias materiales de éstos, prácticamente todos los años la historia se repite. Tampoco es Limón la única zona donde se presentan inundaciones de este tipo: lugares como Pérez Zeledón, Parrita, Guanacaste e incluso el Valle Central han quedado en varias ocasiones bajo el agua, y las familias trabajadoras que habitan estos sitios frecuentemente han perdido desde televisores hasta sus viviendas.
Lo paradójico es que mientras se les otorgan millones en crédito barato a los empresarios mediante los bancos estatales que financiamos (para rematar, el gobierno ha dicho que está “atado de manos para conseguir recursos para damnificados del Caribe”[2]), no existen en estas regiones ni siquiera diques, muros e infraestructuras adecuadas que puedan evitar las millonarias pérdidas que se presentan en estas regiones. No han existido durante décadas planes de reubicación o prevención eficaces, ni planificación en la construcción de asentamientos.
¿Será acaso por falta de recursos? El “empujón” gubernamental a los empresarios nos dice lo contrario.
Este tipo de acciones no se han llevado a cabo porque quienes controlan los bancos, el crédito y administran el estado en general, no responden a los intereses de los explotados sino a los de la clase a la que pertenecen: la burguesía. Los más de ¢130 mil millones de superávit fiscal que respaldan los créditos dirigidos a los empresarios podrían cubrir holgadamente los costos de reconstrucción en las zonas afectadas.
Si los trabajadores generan la riqueza nacional son ellos los que deben disponer de esta riqueza, y no un puñado de explotadores que ante desastres de tal magnitud, se muestran por las cámaras como los más humanitarios enviando migajas de ayuda solamente para disminuir sus pagos fiscales mientras siguen explotando y despidiendo a trabajadores para mantener sus ganancias.
La solución real al sufrimiento de miles de familias damnificadas no consiste en dar un vívere o una prenda, sino que pasa por luchar para que todo el sistema bancario sea nacionalizado y manejado por los trabajadores; y así estos puedan dirigir el crédito y los principales recursos a las regiones y áreas productivas que efectivamente lo requieran. Ordenando las ciudades y poblados de tal manera que las fuerzas de la naturaleza no causen semejantes estragos. Esto solo se puede lograr con los bancos y todo el sistema de créditos unificados y bajo control directo de trabajadores y usuarios.