¡Ninguna conciliación con el imperialismo ni con los golpistas!
¡Abajo la farsa de las elecciones montadas para legitimar a Micheletti y a su régimen!
¡Por una estrategia obrera y popular independiente para derrocar a Micheletti y a los golpistas!
Después de dos meses de resistencia contra los golpistas encabezados por Roberto Micheletti y avalados por el imperialismo norteamericano y la propia OEA (que los legitimó en los hechos), la lucha del pueblo hondureño entra en momentos decisivos. En estos dos meses el movimiento de masas trabajadoras y populares de Honduras ha resistido la violenta represión y persecución a la que son sometidos por el gobierno. Es alentador cómo los trabajadores y un sector del movimiento de masas hondureño no han bajado los brazos y siguen enfrentándose al nuevo régimen surgido del golpe, en momentos donde éste intenta legitimarse con la realización de elecciones presidenciales a fines de noviembre. Hasta el momento, tanto la OEA como el gobierno norteamericano se negarían a reconocer al futuro gobierno surgido de estas elecciones; esto es lo que Micheletti está tratando de revertir.
.
Un régimen golpista debilitado y aislado internacionalmente tratando de dar una imagen democrática: Entre la represión selectiva de la vanguardia y la preparación de la legitimación de las elecciones
El régimen de los golpistas encabezado por Roberto Micheletti se encuentra debilitado y desgastado, tanto en términos políticos, como especialmente en términos económicos. No sólo ha tenido que enfrentarse a varios cierres de fronteras y de aduanas de vital importancia para el comercio internacional, sino que se ha topado con el no reconocimiento de distintos gobiernos a escala internacional, lo que lo ha llevado a una suerte de marginación y aislamiento, más allá de los intentos de los golpistas por presentarse como los organizadores de una “transición constitucional” y a pesar del sostén que le siguió dando el imperialismo.
En lo estrictamente político, los golpistas tratan de dar la imagen de que en el país se vive un clima de normalidad democrática que respaldaría las elecciones. Y, aunque continúan las denuncias de violaciones a los derechos humanos, el Ejército no ha vuelto a reprimir movilizaciones masivas, después de Toncontín, sino que lo hace selectivamente en los sectores de vanguardia. Es por esto que, tras esta aparente “normalidad”, el régimen continúa su represión selectiva contra los dirigentes del movimiento de masas, y especialmente, de la resistencia al golpe.
Más allá del ambiente confuso que existe a nivel nacional, caracterizado por los rumores cruzados entre Zelaya y los golpistas, que crean en ocasiones la imagen de una polarización insalvable, lo cierto es que ha vuelto a tomar cuerpo la mediación de Óscar Arias y los Acuerdos de San José como una posible salida burguesa a la crisis, con ese fin Arias convocó a los candidatos a presidente a una reunión en Costa Rica.
El viernes 11 de setiembre, ante los fuertes rumores que corrían sobre que Zelaya estaba en la base militar de Palmerola, éste corrió a decir que aunque esa información era falsa “regresará en los próximos días, muy pronto”, para que Honduras “regrese a la paz, a la normalidad (...)". Y estas afirmaciones las finalizó diciendo que firmará muy pronto el pacto de San José, para “en el momento en que esté totalmente concertado el proceso (…), podamos nosotros estampar nuestro compromiso de cumplimiento en la ciudad de Tegucigalpa". Y Micheletti por su parte, mientras hace más complejo aún su teatro “democrático” y sus “disputas” con Estados Unidos, ha salido a reafirmar que la Declaración de San José (con la que coincide) es una muestra de que Costa Rica quiere ayudar y resolver la situación política de Honduras.
Es que, independientemente de los insultos y la retórica de uno y otro bando, lo cierto es que ya Zelaya ha puesto como garantía de su regreso la continuidad de las reuniones permanentes que ha sostenido con el Departamento de Estado Norteamericano. Un hipotético regreso de Manuel Zelaya, en el marco del Acuerdo de San José, serviría para legitimar las elecciones, garantizar la impunidad a los golpistas y el control efectivo del aparato del Estado a quienes siempre lo han dominado, con un Zelaya atando de pies y manos que ya no podría siquiera intentar convocar a una Constituyente (pues la Declaración de San José lo prohíbe expresamente). Sin embargo éste es sólo un escenario posible. El otro es que los golpistas intenten mantenerse como hasta ahora, con el apoyo de un sector de la derecha norteamericana, aspirando a transformar las elecciones y el próximo gobierno en un hecho consumado. Tampoco se puede descartar que, en medio de este escenario, surjan acciones de resistencia de carácter espontáneo, motivadas por el repudio electoral (como ha sucedido en Choluteca) o contra la posibilidad de que los golpistas queden impunes. De darse estas acciones, también podría abrirse un escenario caracterizado por una mayor represión con un escenario más polarizado y dinámico.
Ante las distintas variantes planteadas, es necesaria una estrategia obrera e independiente que ayude a orientar la lucha del pueblo trabajador hondureño y su vanguardia (“la resistencia”) hacia el camino del derrocamiento de los golpistas y la derrota del imperialismo norteamericano.
El régimen de los golpistas encabezado por Roberto Micheletti se encuentra debilitado y desgastado, tanto en términos políticos, como especialmente en términos económicos. No sólo ha tenido que enfrentarse a varios cierres de fronteras y de aduanas de vital importancia para el comercio internacional, sino que se ha topado con el no reconocimiento de distintos gobiernos a escala internacional, lo que lo ha llevado a una suerte de marginación y aislamiento, más allá de los intentos de los golpistas por presentarse como los organizadores de una “transición constitucional” y a pesar del sostén que le siguió dando el imperialismo.
En lo estrictamente político, los golpistas tratan de dar la imagen de que en el país se vive un clima de normalidad democrática que respaldaría las elecciones. Y, aunque continúan las denuncias de violaciones a los derechos humanos, el Ejército no ha vuelto a reprimir movilizaciones masivas, después de Toncontín, sino que lo hace selectivamente en los sectores de vanguardia. Es por esto que, tras esta aparente “normalidad”, el régimen continúa su represión selectiva contra los dirigentes del movimiento de masas, y especialmente, de la resistencia al golpe.
Más allá del ambiente confuso que existe a nivel nacional, caracterizado por los rumores cruzados entre Zelaya y los golpistas, que crean en ocasiones la imagen de una polarización insalvable, lo cierto es que ha vuelto a tomar cuerpo la mediación de Óscar Arias y los Acuerdos de San José como una posible salida burguesa a la crisis, con ese fin Arias convocó a los candidatos a presidente a una reunión en Costa Rica.
El viernes 11 de setiembre, ante los fuertes rumores que corrían sobre que Zelaya estaba en la base militar de Palmerola, éste corrió a decir que aunque esa información era falsa “regresará en los próximos días, muy pronto”, para que Honduras “regrese a la paz, a la normalidad (...)". Y estas afirmaciones las finalizó diciendo que firmará muy pronto el pacto de San José, para “en el momento en que esté totalmente concertado el proceso (…), podamos nosotros estampar nuestro compromiso de cumplimiento en la ciudad de Tegucigalpa". Y Micheletti por su parte, mientras hace más complejo aún su teatro “democrático” y sus “disputas” con Estados Unidos, ha salido a reafirmar que la Declaración de San José (con la que coincide) es una muestra de que Costa Rica quiere ayudar y resolver la situación política de Honduras.
Es que, independientemente de los insultos y la retórica de uno y otro bando, lo cierto es que ya Zelaya ha puesto como garantía de su regreso la continuidad de las reuniones permanentes que ha sostenido con el Departamento de Estado Norteamericano. Un hipotético regreso de Manuel Zelaya, en el marco del Acuerdo de San José, serviría para legitimar las elecciones, garantizar la impunidad a los golpistas y el control efectivo del aparato del Estado a quienes siempre lo han dominado, con un Zelaya atando de pies y manos que ya no podría siquiera intentar convocar a una Constituyente (pues la Declaración de San José lo prohíbe expresamente). Sin embargo éste es sólo un escenario posible. El otro es que los golpistas intenten mantenerse como hasta ahora, con el apoyo de un sector de la derecha norteamericana, aspirando a transformar las elecciones y el próximo gobierno en un hecho consumado. Tampoco se puede descartar que, en medio de este escenario, surjan acciones de resistencia de carácter espontáneo, motivadas por el repudio electoral (como ha sucedido en Choluteca) o contra la posibilidad de que los golpistas queden impunes. De darse estas acciones, también podría abrirse un escenario caracterizado por una mayor represión con un escenario más polarizado y dinámico.
Ante las distintas variantes planteadas, es necesaria una estrategia obrera e independiente que ayude a orientar la lucha del pueblo trabajador hondureño y su vanguardia (“la resistencia”) hacia el camino del derrocamiento de los golpistas y la derrota del imperialismo norteamericano.
.
Ninguna participación en el circo electoral golpista: boicot activo a las elecciones
El régimen de Micheletti, que utilizó la estrategia de mediación del imperialismo norteamericano (implementada a través de la mediación de Óscar Arias y la “Declaración de San José”) para ganar tiempo y consolidarse, ahora viene impulsando una costosa campaña electoral que tiene como principales objetivos legitimar el golpe militar y el régimen surgido de éste, así como descomprimir la movilización de masas y evitar que éstas tomen un camino radicalizado que pueda quebrar a los golpistas.
Mientras las cadenas noticiosas del imperialismo como CNN transmiten al mundo la imagen de una Honduras que celebra unos comicios electorales que “podrían poner fin a la crisis”, en las principales ciudades hondureñas siguen las movilizaciones, algunos enfrentamientos con la policía y las fuerzas del ejército (Choluteca); y siguen decretándose importantes paros nacionales convocados por las principales centrales sindicales del país. Además, durante estos dos meses de lucha, determinados sectores obreros, campesinos y populares han tomado otras demandas, junto con la lucha contra el golpe. Los campesinos en el norte del país, que hoy están sufriendo mayor represión, procedieron a la toma y ocupación de tierras, protagonizando duros enfrentamientos contra los latifundistas; los trabajadores de la ciudad ahora no sólo marchan por el regreso de Zelaya, sino que se han visto forzados a movilizarse para defender las libertades democráticas más elementales recortadas por el régimen de facto: la libertad de reunión, de prensa, asociación, e incluso hasta de circulación. Los trabajadores de la salud, han protagonizado la toma de varios hospitales en Tegucigalpa, eslabonando demandas propias de su sector (como la amenaza de la gripe “porcina”), con la lucha directa contra el nuevo orden impuesto por Micheletti. Y los trabajadores de la empresa de energía (ENEE), en el marco de su lucha contra nombramientos arbitrarios de funcionarios (vinculados al gobierno de facto) que recibirían salarios exorbitantes; han avanzado hasta ocupar las oficinas centrales de la empresa de la energía, logrando parar los nombramientos desde arriba que intentó hacer Micheletti, entre otros casos.
Por otro lado, el sector de los docentes, que ha sido uno de los más dinámicos desde los primeros días que siguieron al golpe, sin duda la disposición del magisterio a seguir adelante es un elemento dinamizador de la lucha de la resistencia y al interior del Frente, recientemente decretó un paro nacional para el 7 y 8 de setiembre, en una muestra de que a pesar de la represión y las condiciones adversas para el movimiento de masas, se puede seguir luchando contra el golpe.
Las acciones de lucha y las crecientes demandas gremiales así como la lucha por la tierra, y sobre todo la entrada en escena de métodos más radicalizados como los que se mencionaban antes; pueden dirigirse, de ser generalizados y unificados, hacia la caída revolucionaria del régimen. Pero es necesario que la lucha contra el golpe se extienda a todos los sectores obreros y populares y se transforme en acciones que puedan golpear decisivamente en las ganancias de los capitalistas y el régimen. Es necesario poner en pie comités locales de la resistencia que organicen y coordinen el rumbo político de la resistencia y las acciones y que el Frente Nacional contra el Golpe de Estado funcione con delegados votados y que sean revocables por sus bases en cualquier momento que sea necesario, para fortalecer la lucha. Ante la posibilidad de que se consolide en el tiempo un régimen golpista avalado por un proceso electoral fraudulento, es necesaria la más amplia unidad en las acciones para enfrentar esta trampa; comenzando en primer lugar por desconocer, no participar, y sobretodo boicotear las elecciones nacionales del próximo 29 de noviembre, en el marco estratégico de poner a la clase trabajadora con sus métodos en el centro de la acción. Sólo con una poderosa huelga general y la entrada en escena de los trabajadores estatales y privados, de los obreros agrícolas y jornaleros del campo con el apoyo de los campesinos pobres y los sectores populares de las ciudades, será posible acelerar el aislamiento de Micheletti respecto al conjunto de la sociedad hondureña; pero sobre todo, se podrá golpear las ganancias de los capitalistas nacionales e imperialistas, y derribar el régimen golpista.
Mientras las cadenas noticiosas del imperialismo como CNN transmiten al mundo la imagen de una Honduras que celebra unos comicios electorales que “podrían poner fin a la crisis”, en las principales ciudades hondureñas siguen las movilizaciones, algunos enfrentamientos con la policía y las fuerzas del ejército (Choluteca); y siguen decretándose importantes paros nacionales convocados por las principales centrales sindicales del país. Además, durante estos dos meses de lucha, determinados sectores obreros, campesinos y populares han tomado otras demandas, junto con la lucha contra el golpe. Los campesinos en el norte del país, que hoy están sufriendo mayor represión, procedieron a la toma y ocupación de tierras, protagonizando duros enfrentamientos contra los latifundistas; los trabajadores de la ciudad ahora no sólo marchan por el regreso de Zelaya, sino que se han visto forzados a movilizarse para defender las libertades democráticas más elementales recortadas por el régimen de facto: la libertad de reunión, de prensa, asociación, e incluso hasta de circulación. Los trabajadores de la salud, han protagonizado la toma de varios hospitales en Tegucigalpa, eslabonando demandas propias de su sector (como la amenaza de la gripe “porcina”), con la lucha directa contra el nuevo orden impuesto por Micheletti. Y los trabajadores de la empresa de energía (ENEE), en el marco de su lucha contra nombramientos arbitrarios de funcionarios (vinculados al gobierno de facto) que recibirían salarios exorbitantes; han avanzado hasta ocupar las oficinas centrales de la empresa de la energía, logrando parar los nombramientos desde arriba que intentó hacer Micheletti, entre otros casos.
Por otro lado, el sector de los docentes, que ha sido uno de los más dinámicos desde los primeros días que siguieron al golpe, sin duda la disposición del magisterio a seguir adelante es un elemento dinamizador de la lucha de la resistencia y al interior del Frente, recientemente decretó un paro nacional para el 7 y 8 de setiembre, en una muestra de que a pesar de la represión y las condiciones adversas para el movimiento de masas, se puede seguir luchando contra el golpe.
Las acciones de lucha y las crecientes demandas gremiales así como la lucha por la tierra, y sobre todo la entrada en escena de métodos más radicalizados como los que se mencionaban antes; pueden dirigirse, de ser generalizados y unificados, hacia la caída revolucionaria del régimen. Pero es necesario que la lucha contra el golpe se extienda a todos los sectores obreros y populares y se transforme en acciones que puedan golpear decisivamente en las ganancias de los capitalistas y el régimen. Es necesario poner en pie comités locales de la resistencia que organicen y coordinen el rumbo político de la resistencia y las acciones y que el Frente Nacional contra el Golpe de Estado funcione con delegados votados y que sean revocables por sus bases en cualquier momento que sea necesario, para fortalecer la lucha. Ante la posibilidad de que se consolide en el tiempo un régimen golpista avalado por un proceso electoral fraudulento, es necesaria la más amplia unidad en las acciones para enfrentar esta trampa; comenzando en primer lugar por desconocer, no participar, y sobretodo boicotear las elecciones nacionales del próximo 29 de noviembre, en el marco estratégico de poner a la clase trabajadora con sus métodos en el centro de la acción. Sólo con una poderosa huelga general y la entrada en escena de los trabajadores estatales y privados, de los obreros agrícolas y jornaleros del campo con el apoyo de los campesinos pobres y los sectores populares de las ciudades, será posible acelerar el aislamiento de Micheletti respecto al conjunto de la sociedad hondureña; pero sobre todo, se podrá golpear las ganancias de los capitalistas nacionales e imperialistas, y derribar el régimen golpista.
Abajo el golpe. Por una Asamblea Constituyente Revolucionaria
Las organizaciones que integramos la Fracción Trotskista Cuarta Internacional peleamos junto al pueblo hondureño por derrotar al gobierno de Micheletti y acompañamos su lucha por el retorno sin ninguna negociación ni condiciones de Zelaya. Pero alertamos que Zelaya y el bloque del ALBA, encabezado por Chávez, se subordinaron a la política de la OEA, y por tanto del imperialismo, de negociar con los golpistas y terminar aceptando, las condiciones impuestas en los Acuerdos de San José, más allá de la retórica de Chávez de haber alertado a Zelaya de esta trampa, entre ellas la conformación de un gobierno de unidad nacional con los golpistas, la amnistía para los que dieron el golpe, asesinaron y torturaron, así como la renuncia a convocar a una Asamblea Constituyente. Con la aceptación de los Acuerdos de San José y el posible aval del imperialismo, Zelaya se propone para evitar que la decadencia del régimen pueda generar una lucha consecuente de las masas contra los golpistas y contra el conjunto de la institucionalidad burguesa hondureña; comenzando por el boicot generalizado a las elecciones del próximo noviembre. De esta manera, su retorno permitiría dejar intacto el reaccionario régimen de la Constitución de 1982 y a las instituciones usadas por los golpistas, del que el propio Zelaya forma parte. Por eso hoy más que nunca creemos que la salida pasa por aprovechar la debilidad estratégica del régimen impulsando una salida obrera independiente, que se apoye en las fuerzas de los trabajadores de la ciudad y del campo, los campesinos pobres, los jóvenes, las mujeres que vienen enfrentado la represión y los sectores populares. La experiencia de estos dos meses y medio de lucha indica que ni la diplomacia secreta, ni las negociaciones por las alturas, servirán para una victoria de los trabajadores hondureños contra los golpistas.
La estrategia de Zelaya de confiar en el imperialismo y de mantener una resistencia pacífica para “presionar” a los golpistas a aceptar la negociación, agitando el fantasma de “no provocar la represión”, sólo sirvió para envalentonar a la derecha, dejando a las masas populares inermes frente al accionar de las fuerzas armadas, la policía, los grupos de choque, con el asesoramiento nada menos que de Billy Joya, el jefe de los escuadrones de la muerte de la última dictadura durante los siniestros años ochenta, y el apoyo logístico de la base norteamericana de Palmerolas. La política del gobierno de facto de represión selectiva, el ataque a los medios de comunicación antigolpistas, los asesinatos durante estos dos meses, que según las organizaciones de derechos humanos se cuentan ya por varias decenas, las violaciones de mujeres a manos de los militares y la policía, las torturas y las detenciones, así como el reciente ataque con bomba a las instalaciones del Canal 36 (Cholusat Sur), exigen en forma urgente la organización de la autodefensa obrera y popular, en la perspectiva de organizar las milicias obreras, campesinas y populares que puedan no sólo garantizar la defensa de las masas en lucha sino dividir la base del ejército, ganando a los soldados y la tropa, que hoy permanecen bajo el mando de la oficialidad golpista.
La única perspectiva realista es profundizar la movilización, generalizar los bloqueos y organizar una verdadera huelga general indefinida hasta derrotar el golpe. Hasta el momento, los miles de trabajadores de las maquilas son rehenes de la patronal y los golpistas. Micheletti y los grandes empresarios maquileros vinculados a la exportación de textiles hacia los Estados Unidos, han explotado su posición dominante y hegemónica dentro de la empresa privada para aterrorizar a los obreros y movilizarlos a favor del golpe, bajo la amenaza de ser despedidos, aprovechando que es un sector desorganizado de la clase obrera. Desde el golpe de Estado, los capitalistas hondureños han despedido a 6000 trabajadores, ya que decidieron cerrar unas 58 empresas. Es imprescindible que las centrales sindicales y el Frente Nacional contra el Golpe de Estado, tengan una política para ganarse el apoyo de los batallones clave de la clase obrera nacional, especialmente el caso de los trabajadores de la empresa privada, los cuales, además de su posición medular en la producción de las mercancías necesarias para la vida; son la mayoría aplastante de la fuerza laboral del país. Para esto es necesario que la dirección de la resistencia levante un programa que ligue claramente la lucha contra el golpe a la lucha contra la burguesía hondureña y el imperialismo.
Los partidos patronales y las instituciones del régimen, el Congreso, la Corte Suprema de Justicia, las Fuerzas Armadas y las iglesias católica y evangélica, además de la patronal, están comprometidas con el golpe y con la constitución de 1982 redactada bajo tutela imperialista, a la salida de la última dictadura. Es necesario demoler este régimen patronal y proimperialista, y que un gobierno provisional de las organizaciones obreras y campesinas antigolpistas convoquen a una Asamblea Constituyente Revolucionaria que ponga en discusión la organización del país; que tome la resolución de las demandas de los campesinos sin tierra, mediante una profunda revolución agraria que liquide los residuos semifeudales y de servidumbre que prevalecen en el campo; y que abra la perspectiva de romper con la opresión imperialista histórica que ha sufrido el pueblo hondureño. Las ocupaciones de tierra en el norte del país, combinadas con la acción de los trabajadores de la ciudad; reflejan con toda claridad que sólo mediante la alianza más estrecha entre los trabajadores de la ciudad y del campo junto a los campesinos pobres, será posible romper con el atraso, la opresión y la miseria del país. Esto significaría un enorme paso adelante en la experiencia de los trabajadores, los jornaleros del campo, los campesinos pobres y los sectores populares hacia la lucha por un gobierno obrero, campesino y del pueblo pobre basado en organismos de autodeterminación de masas.
Por la movilización en toda América Latina contra el golpe en Honduras
Sólo la acción independiente y radicalizada de los trabajadores y el pueblo pobre hondureño, en conjunto con la movilización más amplia en Latinoamérica; pueden lograr una caída revolucionaria de los golpistas. Es necesario redoblar los esfuerzos y organizar la solidaridad de los pueblos del continente en la lucha contra el golpe. Chávez, Evo Morales, Ortega y otros líderes del ALBA sólo han hecho declaraciones, pero lejos de llamar a la movilización generalizada activa en todo el continente, han permitido en los hechos, más allá de la retórica, que el imperialismo lleve adelante su política de negociación, alentando de esta manera ilusiones en el gobierno de Obama, el mismo que acaba de instalar siete nuevas bases militares en Colombia.
Si la derecha y Micheletti se legitiman y consolidan definitivamente en Honduras, una nueva correlación de fuerzas puede surgir en Latinoamérica, más favorable para el imperialismo norteamericano y su ofensiva sobre los pueblos del subcontinente. Pero una victoria de los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre hondureño, sería un ejemplo para frenar al imperialismo y a las burguesías semicoloniales de la región.
Desde la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional ponemos todas nuestras fuerzas a disposición de la lucha contra el golpe de Estado en Honduras y por la victoria de la resistencia. Llamamos a desplegar la movilización más amplia a nivel internacional hasta que caigan los golpistas y a llevar adelante la solidaridad internacionalista.
.
Fracción Trotskista - Cuarta Internacional:
PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas) de Argentina
LTS-CC (Liga de Trabajadores por el Socialismo - Contracorriente) de México
LOR-CI (Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional) de Bolivia
LER-QI (Liga Estrategia Revolucionaria) de Brasil
Clase contra Clase de Chile
LTS (Liga de Trabajadores por el Socialismo) de Venezuela
LRS (Liga de la Revolución Socialista) de Costa Rica
Clase Contra Clase del Estado Español
FT Europa