por : Bryan Brenes , LRS, Costa Rica
Jueves 4 de noviembre de 2010
En las últimas semanas se ha venido gestando un conflicto limítrofe en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, cuyo límite natural es el Río San Juan. El gobierno costarricense, aprovechando las operaciones de dragado del Río por Nicaragua ha desarrollado un importante dispositivo mediático-policial con el fin de resucitar un sentimiento de nacionalismo entre la población en contra de Nicaragua, en medio de numerosos problemas nacionales que no dejan de acosar a la nueva presidenta. Al mismo tiempo el gobierno nicaragüense ha respondido en la misma línea retórica de nacionalismo, reclamando el derecho absoluto sobre el río San Juan “de los nicaragüenses”. La escalada de tensiones ha involucrado la movilización de tropas nicaragüenses así como policías costarricenses armados con equipo de guerra a la frontera entre ambos países, llegando al punto la situación de que la Organización de Estados Americanos (OEA), ha comenzado a discutir sobre el conflicto impulsado por las burguesías de ambos países.
La victimización de la burguesía costarricense busca legitimar su creciente derechización y la penetración de las tropas yanquis en el país y la región
Todo el discurso de René Castro -el Canciller de Relaciones Exteriores costarricense-, así como del aparato diplomático costarricense busca dar la imagen de una Costa Rica invadida por los “belicistas” nicaragüenses al norte del Río San Juan. Desde hace décadas, cada tanto resurge la cuestión de los límites en torno al río generando fuertes tensiones entre ambos países.
Luego del dragado del río se han hecho pasar por víctimas, reiterando una y otra vez que Costa Rica es un país sin ejército, donde “no hay una sola nave artillada… o un solo helicóptero artillado”, es decir un país prácticamente librado a su propia suerte frente a un país bélico y “amante de la violencia” como Nicaragua. Esta por lo menos es la imagen que desde los medios de comunicación hasta el aparato institucional de la burguesía se extiende hacia amplias masas del pueblo costarricense.
Por supuesto esta situación señalada no solo por Castro, sino por la propia presidenta Chinchilla no obedece a la realidad, ya que al mismo tiempo en que se victimizan, vienen penetrando más de 7 mil soldados del Ejército de Estados Unidos al país, acompañados de más de 46 barcos de guerra y 200 helicópteros fuertemente armados para el combate. Aún si estos burgueses hipócritas de Costa Rica quisieran dar a entender que la policía nacional está mal equipada y entrenada la afirmación sería falsa, pues la policía costarricense está fuertemente equipada con armamento proveniente de países como EE.UU e Israel, a la cabeza en armamento y tecnología militar a nivel mundial. Pero esto no es todo, los propios policías costarricenses son entrenados por “boinas verdes” norteamericanos en la Isla Murciélagos, cerca de la frontera con Nicaragua; y en las últimas semanas, la primera mujer presidenta selló un pacto de colaboración para que el gobierno de Colombia (que viene de suscribir importantes acuerdos con el imperialismo norteamericano) capacite efectivos costarricenses.
Todo parece señalar que, por lo menos del lado costarricense, las tensiones están destinadas a justificar la creciente militarización que vive Costa Rica, impulsada desde la Casa Blanca por el gobierno de los EE.UU., que de manera ofensiva puja por una política más agresiva de dominio sobre toda la región de Centroamérica y el Caribe.
El gobierno de Daniel Ortega, convirtiendo en “causa nacional” el dragado y control del río para recuperar fuerzas
Por otra parte, el gobierno de Managua no se ha quedado atrás en los desplantes belicistas. Han movilizado a decenas de soldados a lo largo de la frontera, con la justificación de “luchar contra el narcotráfico” y garantizar la agilidad en las operaciones de limpieza del principal afluente que sirve como límite a los dos países. Decenas de soldados, con las caras pintadas y con ametralladoras AK-47 se han apostado en los márgenes del río, intentando dar una imagen de imponencia y firmeza para defender la “soberanía”.
La realidad sin embargo es que después de casi cuatro años de gobierno de Ortega, se han ido desgastando las ilusiones populares en su gestión al punto de que su popularidad es una de las más bajas de la región [1]. Esto no solo se explica por la corrupción y robo a manos llenas que prevalece en la administración del Estado nicaragüense, sino porque a pesar de cierta retórica nacionalista y de ser parte del ALBA, el FLSN mantiene la subordinación del país a los “inversores” transnacionales y los acuerdos entreguistas con Estados Unidos y la Unión Europea.
Pero las intenciones del “progresista” gobierno nicaragüense son claras: unir detrás del gran empresariado y sus distintos partidos patronales a las masas explotadas de Nicaragua bajo el sentimiento de “Unidad Nacional”, posiblemente con el fin de garantizar un mayor margen de maniobra para el FSLN frente a los demás partidos burgueses, así como asegurar una posible reelección presidencial para Daniel Ortega. Es partiendo de esta situación como se explica la unidad de la mayoría de bancadas del Parlamento de Nicaragua, que en busca de dar un mensaje de “unidad”, sesionarían en el propio Río San Juan como mensaje a las masas de ese país.
Primeras conclusiones de un conflicto artificial
Aunque las tensiones no acaban de definir un escenario político entre ambas naciones, y ambos gobiernos recurren a la OEA y a la Corte Internacional de La Haya para llevar el diferendo, lo que es evidente es que el gobierno costarricense ha utilizado la movilización de tropas nicaragüenses y el propio dragado del río para distraer de problemas internos que venían cuestionando agudamente al gobierno de Laura Chinchilla, como por ejemplo la minería a cielo abierto o la construcción de la autopista San José- Puerto Caldera, que pusieron al descubierto graves casos de corrupción. Y es que a pesar de que en un inicio el gobierno de Chinchilla utilizó las tensiones con Nicaragua de forma defensiva para encubrir graves problemas internos, pareciera que ahora buscan redireccionar el conflicto hacia una legitimación de una mayor militarización en Costa Rica, tanto por su “mala capacitación” como por su “falta de armamento”. Esta situación se refleja de la mejor forma cuando René Castro invoca no solo la intervención de la OEA por medio de una misión a Nicaragua, sino al propio TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), hegemonizado por el imperialismo norteamericano y su ejército.
Desde la perspectiva de la burguesía nicaragüense, es obvio que viene aprovechando para convertir en “causa nacional” el dragado del río San Juan, sobre la base de un proyecto que solo beneficiará económicamente a los empresarios y la clase dominante Nicaragüense.
Contra el nacionalismo reaccionario a ambos lados de la frontera: por la unidad de la clase obrera y el pueblo pobre de Costa Rica y Nicaragua contra sus respectivos gobiernos
El nacionalismo despertado en ambos países en las últimas semanas no tiene ningún elemento progresivo sino todo lo contrario, es una política conciente de las burguesías de ambos países para mantener dividido y enfrentado al proletariado tanto costarricense como nicaragüense mientras se subordinan al capital extranjero y el imperialismo. En Costa Rica ese nacionalismo, se ha combinado con la xenofobia más brutal, aprovechando para esto la clase dominante del país, el hecho de que la fuerza de trabajo inmigrante más numerosa es precisamente la nicaragüense.
Al mismo tiempo, la burguesía nicaragüense ha hecho su despliegue, señalando con odio a “los costarricenses” como culpables del conflicto, sin siquiera preocuparse por diferenciar entre el gobierno burgués de este país y el pueblo trabajador.
Desde luego ni los trabajadores costarricenses ni los nicaragüenses obtendrán algún beneficio en medio de estas tensiones. Las organizaciones obreras y populares de ambos países deben rechazar la campaña chauvinista de sus respectivos gobiernos y no dejarse llevar por los intentos de inflamar un conflicto entre pueblos hermanos, explotados por el mismo enemigo imperialista.
La salida de fondo solo puede darse en la unidad de trabajadores de Costa Rica y Nicaragua, en el marco de luchar por expulsar al imperialismo y derribar las fronteras artificiales que nos dividen en el marco de crear los Estados Unidos de Centroamérica, como parte de la tarea histórica de construir un Federación de Repúblicas Socialistas de toda América Latina.
La victimización de la burguesía costarricense busca legitimar su creciente derechización y la penetración de las tropas yanquis en el país y la región
Todo el discurso de René Castro -el Canciller de Relaciones Exteriores costarricense-, así como del aparato diplomático costarricense busca dar la imagen de una Costa Rica invadida por los “belicistas” nicaragüenses al norte del Río San Juan. Desde hace décadas, cada tanto resurge la cuestión de los límites en torno al río generando fuertes tensiones entre ambos países.
Luego del dragado del río se han hecho pasar por víctimas, reiterando una y otra vez que Costa Rica es un país sin ejército, donde “no hay una sola nave artillada… o un solo helicóptero artillado”, es decir un país prácticamente librado a su propia suerte frente a un país bélico y “amante de la violencia” como Nicaragua. Esta por lo menos es la imagen que desde los medios de comunicación hasta el aparato institucional de la burguesía se extiende hacia amplias masas del pueblo costarricense.
Por supuesto esta situación señalada no solo por Castro, sino por la propia presidenta Chinchilla no obedece a la realidad, ya que al mismo tiempo en que se victimizan, vienen penetrando más de 7 mil soldados del Ejército de Estados Unidos al país, acompañados de más de 46 barcos de guerra y 200 helicópteros fuertemente armados para el combate. Aún si estos burgueses hipócritas de Costa Rica quisieran dar a entender que la policía nacional está mal equipada y entrenada la afirmación sería falsa, pues la policía costarricense está fuertemente equipada con armamento proveniente de países como EE.UU e Israel, a la cabeza en armamento y tecnología militar a nivel mundial. Pero esto no es todo, los propios policías costarricenses son entrenados por “boinas verdes” norteamericanos en la Isla Murciélagos, cerca de la frontera con Nicaragua; y en las últimas semanas, la primera mujer presidenta selló un pacto de colaboración para que el gobierno de Colombia (que viene de suscribir importantes acuerdos con el imperialismo norteamericano) capacite efectivos costarricenses.
Todo parece señalar que, por lo menos del lado costarricense, las tensiones están destinadas a justificar la creciente militarización que vive Costa Rica, impulsada desde la Casa Blanca por el gobierno de los EE.UU., que de manera ofensiva puja por una política más agresiva de dominio sobre toda la región de Centroamérica y el Caribe.
El gobierno de Daniel Ortega, convirtiendo en “causa nacional” el dragado y control del río para recuperar fuerzas
Por otra parte, el gobierno de Managua no se ha quedado atrás en los desplantes belicistas. Han movilizado a decenas de soldados a lo largo de la frontera, con la justificación de “luchar contra el narcotráfico” y garantizar la agilidad en las operaciones de limpieza del principal afluente que sirve como límite a los dos países. Decenas de soldados, con las caras pintadas y con ametralladoras AK-47 se han apostado en los márgenes del río, intentando dar una imagen de imponencia y firmeza para defender la “soberanía”.
La realidad sin embargo es que después de casi cuatro años de gobierno de Ortega, se han ido desgastando las ilusiones populares en su gestión al punto de que su popularidad es una de las más bajas de la región [1]. Esto no solo se explica por la corrupción y robo a manos llenas que prevalece en la administración del Estado nicaragüense, sino porque a pesar de cierta retórica nacionalista y de ser parte del ALBA, el FLSN mantiene la subordinación del país a los “inversores” transnacionales y los acuerdos entreguistas con Estados Unidos y la Unión Europea.
Pero las intenciones del “progresista” gobierno nicaragüense son claras: unir detrás del gran empresariado y sus distintos partidos patronales a las masas explotadas de Nicaragua bajo el sentimiento de “Unidad Nacional”, posiblemente con el fin de garantizar un mayor margen de maniobra para el FSLN frente a los demás partidos burgueses, así como asegurar una posible reelección presidencial para Daniel Ortega. Es partiendo de esta situación como se explica la unidad de la mayoría de bancadas del Parlamento de Nicaragua, que en busca de dar un mensaje de “unidad”, sesionarían en el propio Río San Juan como mensaje a las masas de ese país.
Primeras conclusiones de un conflicto artificial
Aunque las tensiones no acaban de definir un escenario político entre ambas naciones, y ambos gobiernos recurren a la OEA y a la Corte Internacional de La Haya para llevar el diferendo, lo que es evidente es que el gobierno costarricense ha utilizado la movilización de tropas nicaragüenses y el propio dragado del río para distraer de problemas internos que venían cuestionando agudamente al gobierno de Laura Chinchilla, como por ejemplo la minería a cielo abierto o la construcción de la autopista San José- Puerto Caldera, que pusieron al descubierto graves casos de corrupción. Y es que a pesar de que en un inicio el gobierno de Chinchilla utilizó las tensiones con Nicaragua de forma defensiva para encubrir graves problemas internos, pareciera que ahora buscan redireccionar el conflicto hacia una legitimación de una mayor militarización en Costa Rica, tanto por su “mala capacitación” como por su “falta de armamento”. Esta situación se refleja de la mejor forma cuando René Castro invoca no solo la intervención de la OEA por medio de una misión a Nicaragua, sino al propio TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), hegemonizado por el imperialismo norteamericano y su ejército.
Desde la perspectiva de la burguesía nicaragüense, es obvio que viene aprovechando para convertir en “causa nacional” el dragado del río San Juan, sobre la base de un proyecto que solo beneficiará económicamente a los empresarios y la clase dominante Nicaragüense.
Contra el nacionalismo reaccionario a ambos lados de la frontera: por la unidad de la clase obrera y el pueblo pobre de Costa Rica y Nicaragua contra sus respectivos gobiernos
El nacionalismo despertado en ambos países en las últimas semanas no tiene ningún elemento progresivo sino todo lo contrario, es una política conciente de las burguesías de ambos países para mantener dividido y enfrentado al proletariado tanto costarricense como nicaragüense mientras se subordinan al capital extranjero y el imperialismo. En Costa Rica ese nacionalismo, se ha combinado con la xenofobia más brutal, aprovechando para esto la clase dominante del país, el hecho de que la fuerza de trabajo inmigrante más numerosa es precisamente la nicaragüense.
Al mismo tiempo, la burguesía nicaragüense ha hecho su despliegue, señalando con odio a “los costarricenses” como culpables del conflicto, sin siquiera preocuparse por diferenciar entre el gobierno burgués de este país y el pueblo trabajador.
Desde luego ni los trabajadores costarricenses ni los nicaragüenses obtendrán algún beneficio en medio de estas tensiones. Las organizaciones obreras y populares de ambos países deben rechazar la campaña chauvinista de sus respectivos gobiernos y no dejarse llevar por los intentos de inflamar un conflicto entre pueblos hermanos, explotados por el mismo enemigo imperialista.
La salida de fondo solo puede darse en la unidad de trabajadores de Costa Rica y Nicaragua, en el marco de luchar por expulsar al imperialismo y derribar las fronteras artificiales que nos dividen en el marco de crear los Estados Unidos de Centroamérica, como parte de la tarea histórica de construir un Federación de Repúblicas Socialistas de toda América Latina.
[1] Uribe y Ortega en extremos de popularidad. El Nuevo Diario. Nicaragua. 24 de abril de 2008.