Por Diego Sacchi, FT-CI
El último sábado El Cairo vivía una nueva jornada
de movilizaciones exigiendo la libertad del depuesto presidente Morsi y
contra el nuevo gobierno, desconociendo el ultimátum dado por el
Ministro de Defensa y General del Ejército Al Sisi para que los
partidarios de la Hermandad Musulmana se sumen al gobierno de transición
y abandonen las calles. La respuesta del ejército y las fuerzas de
seguridad a este desafío fue una brutal represión que culminó con una
masacre cuando los uniformados dispararon contra los manifestantes. La
avenida Nasser se transformó en un campo de batalla durante horas, con
barricadas y fogatas, con decenas de muertos y centenares de heridos del
lado de los manifestantes.
A la represión le siguieron nuevas provocaciones por parte de Al Sisi
como vocero del nuevo gobierno, llamando terroristas a los
manifestantes, denunciando un supuesto ataque contra las fuerzas
militares. Este miércoles el gobierno mediante un decreto autorizó al
ejército a reprimir los acampes de los manifestantes que apoyan a Morsi
por considerarlos una amenaza a la “seguridad nacional”, esto se suma a
los decretos de excepción que autorizan a las fuerzas armadas a detener
civiles. Estos anuncios preparan nuevos días convulsivos.
El gobierno títere de un Ejército al servicio de los intereses imperialistas
El nuevo gobierno civil de transición surge como expresión de la
usurpación por parte del Ejército a las masas que se movilizaron contra
el gobierno de Morsi (ver La Verdad Obrera 529). El golpe del 3 de Julio
que ponía fin al gobierno de la Hermandad Musulmana tuvo como fin
evitar que la movilización de millones, cansados de las políticas de
corte neoliberal y proimperialista al servicio de los intereses de los
empresarios, tirara a Morsi.
El gobierno de transición que preside Mansour (presidente de la Corte
Suprema) y cuenta con el apoyo de las principales figuras políticas
opositoras como El Baradei, es una coalición de militares, políticos
burgueses, organizaciones oportunistas surgidas de la movilización,
entre ellos el movimiento Tamarod (“Rebelde”) y dirigentes de nuevos
sindicatos (como el nuevo Ministro de Trabajo Abu Eita presidente de la
Federación Egipcia de Sindicatos Independientes). Es un gobierno al
servicio del Ejército que busca mantener intacto el aparato estatal de
la dictadura de Mubarak conservar el rol de árbitro y el control de
alrededor del 40% de la economía; mantener al país subordinado a Estados
Unidos y los compromisos con el Estado de Israel.
La represión y un intento reaccionario para sacar a las masas de las calles
El golpe contra Morsi fue visto por los millones que se movilizaban
como el cumplimiento de sus demandas y un paso para resolver sus
reclamos, es por esto que amplios sectores depositan en el ejército las
expectativas de que mejorará la situación que se ha ido degradando en
los últimos años producto de la crisis económica y las políticas
gubernamentales. Sobre estas expectativas busca apoyarse los militares
para golpear mediante la represión a los sectores opositores.
La represión contra los manifestantes del día sábado no es solo un
ataque contra los militantes de la HM, comienza a mostrar el intento
del Ejército de resolver un importante problema: el de sacar de las
calles a las masas movilizadas mediante la fuerza. La coalición que
forma el nuevo gobierno civil viene siendo cómplices de este accionar,
mediante los decretos como los que habilitan al ejército a arrestar
civiles y coartar las libertades democráticas en nombre de la “seguridad
nacional”.
El avance reaccionario del ejército contra los manifestantes de la
Hermandad Musulmana, las acusaciones contra Morsi de “traición” a la
seguridad nacional por haber tratado de escapar de las cárceles del
dictador Mubarak con ayuda de Hamas, son la muestra del intento por
parte de las cúpulas de las fuerzas armadas de criminalizar a los
opositores. Hoy es la Hermandad Musulmana, mañana otras organizaciones,
los sindicatos y los trabajadores movilizados.
La ofensiva del Ejército abre las puertas de una nueva crisis
Los llamados de Al Sisi a los sectores que apoyan al nuevo gobierno a
movilizarse y la represión contra las manifestaciones opositoras son un
intento de consolidar el actual gobierno, pero comienzan a poner la
estabilidad del país pendiendo de un hilo. La Hermandad Musulmana que
hasta hace menos de un mes era la principal socia de las fuerzas armadas
ahora se ha lanzado a las calles viéndose apartada del gobierno. El
paso a la oposición de esta fuerza es un cambio importante ya que,
aunque en crisis luego de haber aplicado los planes neo liberales
durante el gobierno de Morsi, es el principal movimiento político del
islamismo egipcio.
El intento del ejército de aprovechar el momentáneo apoyo popular
para avanzar en la represión a los opositores puede abrir una nueva
crisis si se pasa de la relación de fuerzas. No es casualidad que
sectores del nuevo gobierno como el vicepresidente El Baradei o el
movimiento salafista Nur (islamista ultra ortodoxo) hayan repudiado “la
violencia desmedida” y llamen al ejército a garantizar el diálogo. En el
mismo tono se manifestaron los principales gobiernos europeos y el
propio presidente Obama llamó a apresurar la transición y el llamado a
nuevas elecciones. El mandatario norteamericano también realizo el
pedido a dos viejos “halcones” republicanos (entre ellos John McCain)
para que viajen a “colaborar” con las fuerzas armadas y el nuevo
gobierno para avanzar en el “dialogo y la estabilidad”, una muestra más
de la preocupación imperialista por la situación y la posibilidad de que
los enfrentamiento profundicen la crisis en uno de los principales
aliados de la región.
Los límites del ataque del nuevo gobierno
Este nuevo intento de desvío por parte del gobierno civil y los
militares, cuenta con mucha menos legitimidad que el que se dio luego de
la caída de Mubarak.
La crisis económica que continua golpeando a Egipto y, en el marco de la
crisis capitalista, la decadencia de la economía dependiente de las
importaciones empeora las condiciones de vida de las amplias masas; el
desempleo pasó del 9% en 2010 al 13%. Al menos el 25 % de la población
vive en la pobreza. El quite de subsidios al combustible y los bienes
básicos como pedía el FMI fueron unos de los motores de la bronca contra
Morsi y el plan del actual gobierno y el ejército es continuar esos
planes.
Las expectativas generadas en las masas en que las fuerzas armadas
pueden ser una salida a la crisis comienzan a chocar con la situación
actual donde el ejército comienza a reprimir duramente. Sectores como el
Movimiento 6 de Abril (uno de las principales organizaciones durante
las movilizaciones contra Mubarak) o una minoría importante de
dirigentes sindicales se comienzan a pronunciar contra los nuevos
decretos represivos. Esto es producto de que los trabajadores, los
jóvenes y las masas egipcias han hecho una experiencia extraordinaria de
dos años y medio de luchas, en el marco de los procesos de la primavera
árabe.
Esta situación demuestra que, hasta el momento, la clase dominante,
el ejército y el imperialismo no han podido cerrar el proceso
revolucionario abierto con la caída de Mubarak. Es necesario levantar
una política independiente llamando a no confiar en las distintas
variantes burguesas que hoy son parte del gobierno avala la represión,
partiendo del rechazo a las persecuciones y asesinatos a la Hermandad
Musulmana y otras organizaciones. En este camino, para que la clase
obrera y la juventud explotada y oprimida impongan sus reivindicaciones,
tienen que desarrollar sus propios organismos de autodeterminación y
levantar un programa transitorio que una las reivindicaciones
democráticas, sociales y antiimperialistas y abra el camino a la lucha
por el poder obrero y popular.