La segunda Cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños), que integran todos los países del
continente con excepción de Estados Unidos y Canadá, se realizó en La
Habana del 28 al 29 de enero. Asistieron 31 de los 33 jefes de Estado de
la región (Funes de El Salvador no asistió por las elecciones del
domingo, y Martinelli, de Panamá, no viajó enemistado con Cuba por el
supuesto hallazgo hace un tiempo de armas cubanas en un barco norcoreano
que atravesaba el Canal). Además, participaron Ban Ki Moon, Secretario
Gral. de las Naciones Unidas, y el Sec. Gral. de la propia OEA, José
Miguel Insulza, en una visita inédita desde que ese organismo expulsó a
Cuba en 1962, en represalia por la revolución.
El encuentro fue formalmente un éxito diplomático y político, puesto que contribuyó a instalar la CELAC como mecanismo de negociación entre los países de la región, tal como se autodefine: “un espacio de diálogo y concertación política”. [1] ubicándose como un “contrapeso” y “complemento” a la OEA y otras instancias controladas por el imperialismo. “Unidad en la diversidad” fue la consigna que protagonizó la cumbre de la Celac. Muchos de los presidentes la repitieron e hicieron hincapié en sus discursos en la necesidad de profundizar la integración más allá de las diferencias políticas de los países en un bloque que incluye, por ejemplo, a Cuba, Venezuela y Bolivia y a Chile, Colombia, México y Perú (la Alianza del Pacífico). Laura Chinchilla, de Costa Rica, insistió en que la Celac “no había nacido para oponerse a otros bloques, sino para proponer, para sumar” [2].
En el desarrollo y resoluciones de la cumbre, dieron la tónica la moderación “discursiva”, los “consensos”, y la búsqueda de distención, como en la recomposición de relaciones entre Cuba y México o el encuentro de Piñera y Humala tras el fallo del Tribunal de La Haya por la disputa de límites marítimos entre Perú y Chile.
A pesar de las visiones entusiastas que presentan desde la izquierda chavista o castrista, no fue una cumbre de confrontación con el imperialismo, ni siquiera retórica, sino de tono dialoguista, negociador. Y en ese marco se ubican los pedidos a la “comunidad internacional” de reformas en el orden financiero, comercial o diplomático, así como la reiteración de reclamos contra Estados Unidos como el cese del bloqueo a Cuba, el pronunciamiento ante “el carácter latinoamericano y caribeño de Puerto Rico”, si bien tibiamente limitado a “tomar nota de las resoluciones sobre Puerto Rico adoptadas por el Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas”, o frente a Gran Bretaña, el apoyo a la reivindicación argentina de Malvinas [3] .
Panorama de dificultades e incertidumbre
El encuentro se realizó en un escenario teñido por la común preocupación de las burguesías y gobiernos latinoamericanos ante la “desaceleración” de las economías regionales y las amenazantes “turbulencias” comerciales, financieras y cambiarias como las que están generando las devaluaciones en Argentina, Turquía y otros países. El ciclo de alto crecimiento de la década pasada, motorizado por los altos precios y crecientes volúmenes de exportación de materias primas, ha quedado atrás. Los “mercados emergentes” han entrado en una fase de declinación, y eso ya afecta a los principales países latinoamericanos, tanto los alineados con el neoliberalismo, como los que adoptaron “modelos” de tipo desarrollista y nacionalista, en lo que emergen los fuertes desequilibrios y contradicciones de los capitalismos dependientes latinoamericanos. Si bien la región aún exhibe un modesto crecimiento -alrededor de un 3%- el freno es evidente. México estuvo prácticamente estancado con sólo un 1,3% durante 2013 y tendría una modesta recuperación este año. Para Brasil se pronostica un incremento en el PBI de apenas 2,6% en 2014, y algo similar para Argentina [4]. Los cambios en la política económica norteamericana y el menor crecimiento en China y Asia están acotando fuertemente las perspectivas latinoamericanas, en lo comercial como en lo financiero, y promoviendo devaluaciones en Brasil (a fines del 2013) y más espectacularmente en Venezuela y Argentina, lo que a su vez, repercute sobre otros países como Chile, Uruguay, etc.
Por otro lado, si bien el “retorno de Estados Unidos a América latina” insinuado en el otoño pasado no se materializó en un avance cualitativo del imperialismo (que enfrenta serios problemas, en el marco de la crisis capitalista internacional, la debilidad de la propia economía yanqui y la erosión de su hegemonía), Washington se ha apoyado ampliamente en sus aliados latinoamericanos para presionar en los más diversos temas, desde la promoción de la “alianza del Pacífico” con México, Colombia, Perú y Chile, con los que ha sellado acuerdos de libre comercio (TLC), o el respaldo a los gobiernos “posgolpistas” de Honduras y Paraguay, a las políticas de seguridad y control del narcotráfico. Sin poder recomponer plenamente su “autoridad”, Washington pone límites a los intentos de agrupamiento latinoamericanista bajo liderazgo brasileño y trata de aprovechar el declive de la influencia chavista tras la muerte de su líder. Con todo ello, se replantea la cuestión de las relaciones de los países de la región con Estados Unidos.
En este marco, los distintos gobiernos enfrentan una serie de dificultades políticas. En Brasil, el proceso de protestas juveniles y obreras iniciado en junio, desnuda el descontento social con el “modelo” progresista del lulismo. En Argentina, la crisis del gobierno “nacional y popular” de Cristina Fernández de Kirchner marca un escenario de “fin de ciclo” en el que crece el descontento obrero y popular. Por otro lado, en Venezuela, Maduro expresa un gobierno débil, presidiendo la decadencia del chavismo en medio de la crisis económica. Incluso el gobierno de Evo Morales, que va por una tercera elección este año, debe contabilizar cierto desgaste de las ilusiones obreras y populares. Entre tanto, la derecha latinoamericana en su conjunto no puede mostrarse fortalecida. En Chile, tras el descrédito del gobierno de Piñera, enfrentado a importantes procesos de movilización estudiantil y de trabajadores, ha sufrido una dura derrota electoral. En México, el gobierno de Peña Nieto carga con dificultades políticas y económicas y la sombra de la “guerra narco” que conmueve a varios estados.
Aun con un panorama de relativamente baja lucha de clases, las huelgas e intervenciones del movimiento obrero en el Cono Sur (Bolivia, Argentina, Chile, Brasil) durante 2013, las protestas juveniles en Brasil, como antes en Chile, y otros procesos, son indicadores del descontento con el incumplimiento con las expectativas de mejoras y la erosión de las escasas conquistas logradas durante los años de crecimiento, quizás anticipan la resistencia que pueden despertar los intentos de descargar las crecientes dificultades económicas con medidas de ajuste y devaluatorias sobre los trabajadores y el pueblo.
“Integración” de la mano del capital extranjero y como “pagadores seriales”
Desde el punto de vista económico, en consecuencia, se trasluce a cada paso la discusión de cómo mantener y aumentar el flujo de inversiones y préstamos internacionales necesarios para dinamizar las dependientes economías latinoamericanas. En rigor, las diferencias están en cómo establecer la colaboración con el capital internacional. Podría decirse que todo el texto de la declaración final está recorrido por la tensión y los compromisos entre la lógica de plena apertura y mayores concesiones impulsada por los gobiernos más proimperialistas, y los intentos de regatear condiciones por parte de los gobiernos “posneoliberales”, pretendiendo -para emplear la frase acuñada por Evo Morales-, que el capital extranjero concurra “como socio, no como patrón”.
Al inaugurar la cumbre, Raúl Castro “advirtió que seguimos regidos por un orden internacional injusto y excluyente, en el que las amenazas a la paz y la injerencia externa continúan; los centros del poder no se resignan a perder el control de esta rica región, ni renunciarán a los intentos de cambiar el curso de la historia en nuestros países para recuperar la influencia perdida y beneficiarse de nuestros recursos”. Pero añadió que “son innegables los beneficios de la inversión extranjera directa para las economías de la región” [5] y “olvidó” mencionar, como escribe un analista, que “no pocos gobiernos regionales son los que solícitamente han abierto la puerta de par en par, y lo siguen haciendo, a la injerencia foránea con todo y su orden injusto y excluyente, al tiempo que contribuyen a la pérdida de soberanía y procuran los pingües beneficios para los grupos internos y externos de control” [6] (como México, Perú, Colombia o Chile).
Diversos apartados de la declaración final plantean la discusión, En el punto 9 se llama a “la comunidad internacional a tomar medidas urgentes para hacer frente a las fragilidades y desequilibrios sistémicos”. […] El punto 10: propone “trabajar para fortalecer el orden económico mundial en beneficio de nuestros países, fomentar la complementariedad, la solidaridad y la cooperación, y exigir el cumplimiento de los compromisos de ayuda al desarrollo, por parte de los países desarrollados.” […] En el 44, “...reafirmamos la importancia de desarrollar herramientas que permitan fortalecer el sistema financiero internacional, lo cual debería contemplar una regulación más estricta y efectiva de las grandes entidades financieras, y la adopción de medidas concretas para lograr mejores prácticas internacionales en flujos financieros internacionales [...]”. En el 45 se pide tímidamente “ mayor estabilidad y predictibilidad del sistema financiero internacional, la reducción de la dependencia excesiva de las agencias calificadoras de riesgo y que se permitan los flujos de pagos a los acreedores cooperativos según lo acordado, desarrollando instrumentos que posibiliten acuerdos razonables y definitivos entre acreedores y deudores soberanos” [7] lo que parece trasuntar la posición argentina ante los “fondos buitres” y trasluce que la autocalificación de Cristina como “pagador serial” de la deuda externa, podrían compartirla los demás gobiernos presentes.
El documento no puso en discusión -ni podía hacerlo de la mano estos gobiernos garantes de la estabilidad burguesa y los negocios capitalistas- los problemas estructurales: dependencia de las transnacionales, peso de la expoliación financiera y la deuda externa, penetración imperialista. Trasunta, a fin de cuentas, la dependencia del capitalismo latinoamericano y la impotencia de las burguesías nacionales, que, más allá de los diferentes planes económicos y políticos, comparten básicamente la intención de obtener la colaboración del capital internacional para enfrentar las amenazas de la crisis, aunque ofreciendo algunos tímidos reparos a su voracidad.
“Zona de paz” con 77 bases norteamericanas y Haití ocupado
Una resolución central fue la declaración de América Latina y el Caribe como “zona de paz”. Pero allí no se habló de que la mayor “amenaza para la paz” en América latina es la presencia dominante del imperialismo norteamericano, con su IV Flota, las 77 bases e instalaciones con facilidades aéreas y militares a lo largo del continente -albergadas por varios de los gobiernos presentes-.
En cuanto a la adscripción a los acuerdos de no proliferación nuclear en la región, ni se menciona que el gran arsenal atómico en esta parte del mundo es el que está al norte del Río Grande, en manos del Pentágono (que hace circular sus naves y submarinos a propulsión atómica y con ojivas nucleares por el Caribe y otras aguas latinoamericanas).
En lugar de condenar la ocupación de Haití mediante la fuerza militar y policial integrada por efectivos de Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia y otros países, que actúan como gendarmes de su conversión en un virtual “protectorado” del imperialismo, fue reivindicada de hecho, proponiéndose “continuar contribuyendo al esfuerzo de reconstrucción y desarrollo de Haití, de conformidad con los ámbitos prioritarios definidos por su gobierno, y con pleno respeto a su autoridad y soberanía” [8].
Y en cuanto a las políticas de militarización para combatir al narcotráfico que impulsa el imperialismo, con terribles secuelas de represión y violencia contra la población como en México, no las denuncia y se limita a plantear la aspiración (punto 66): “de contar con una visión de consenso regional de seguridad ciudadana con un enfoque de desarrollo humano, y respeto a los derechos humanos […] reforzar los mecanismos de diálogo y coordinación, según proceda, para mejorar las estrategias regionales sobre seguridad ciudadana y desarrollo sostenible”.
Por supuesto, tampoco se refiere a la “amenaza a la paz” que son los golpes de estado, avalados por el imperialismo y sus agentes internos, como los que se dieron en Honduras y Paraguay.
Un fuerte espaldarazo a las medidas “pro-mercado” en Cuba
El éxito de la cumbre benefició políticamente al gobierno cubano, su anfitrión y principal organizador en tanto que ejerció la presidencia “pro-tempore” de la CELAC durante este último año. La Habana puede mostrar el reconocimiento diplomático recibido del conjunto de los países de la región, la recomposición de relaciones con México (que condonó el 70% de la deuda que mantenía La Habana), el estrechamiento de relaciones con Brasil, e incluso, la disposición de la Unión Europea a atemperar la “posición única” (que presiona por una “apertura política”) y buscar nuevos acuerdos comerciales con Cuba.
Previo a la Cumbre, Dilma y Raúl Castro inauguraron el primer sector del megapuerto de Mariel, construido por la empresa Odebrecht y financiada por el BNDES (Banco estatal de desarrollo brasileño). “Brasil quiere ser un socio de primer orden en Cuba”, dijo Roussef, adelantando las intenciones de jugar un papel mayor en el futuro de la Isla. “Brasil está posicionándose en un momento en el que Cuba está poniendo fin al bloqueo económico”, había explicado el ex ministro Jorge, responsable de urdir el acuerdo con las autoridades cubanas y con Odebrecht. E insiste Dilma ante algunas críticas locales: “Brasil es líder en América latina, por eso tiene responsabilidades. Eso no significa que no estemos invirtiendo en los puertos de Brasil. Un país como Singapur invierte en Cuba porque es una ruta importante. Es un visión pequeña no percibir la naturaleza estratégica de esta inversión” [9]. “El puerto atraerá a empresas brasileñas que podrán exportar a América Central y eso es importante” [10]. El proyecto Mariel implica una inversión de mil millones de dólares y será la pieza clave de una gran Zona Especial de Desarrollo para la instalación de empresas extranjeras, lo que recuerda las “zonas especiales” que fueron un gran detonante de la restauración capitalista en China. Además, será gerenciada no por el Estado sino por una empresa de Singapur, y se espera la radicación de compañías de diverso origen: brasileñas, europeas, mexicanas, etc.
Este megaproyecto remite a los avances cada vez más extendidos en los planes de apertura a la actividad privada y a la inversión extranjera que aplica el gobierno de Raúl Castro, y que erosionan cada vez más gravemente lo que queda en pie de la economía nacionalizada, avanzando por una “vía cubana a la restauración capitalista”. Al mismo tiempo, el gobierno cubano sigue una política cada vez más conservadora en el orden regional, como muestran sus buenas relaciones con el régimen colombiano y su rol en el “diálogo de paz” con la guerrilla (que busca clausurar el histórico “conflicto armado” mediante el desarme y eventual reinserción como fuerza política de las FARC).
Son estas claves del plan económico y la política internacional que vienen aplicando los hermanos Castro las que explican en gran medida la nueva “popularidad” de Cuba entre los presidentes, incluso los más reaccionarios. Y también, que la política de dureza de Estados Unidos hacia la isla quede cada vez más desafasada. La solicitud de Washington de que los mandatarios presentes en Cuba “escucharan” a la disidencia cubana tuvo escaso eco, salvo en el caso de Costa Rica, cuyo embajador se contactó con opositores, y de Ban Ki Moon e Inzulza, quien le dijo a Castro: "Le deseamos a su Gobierno mucha suerte y ojalá que las transformaciones económicas que se están llevando a cabo también den lugar a transformaciones políticas que también se requieren" en una manifestación que no altera el tono general de reconocimiento al gobierno cubano.
Brasil vs. México, Alianza del Pacífico vs. Mercosur, mientras el ALBA se diluye
Brasil pudo aparecer en la Cumbre como principal impulsor de la CELAC, sellando firmes lazos con Cuba, lo que opacó la alianza de ésta con Venezuela (con un “bajo perfil”, a lo largo de la Cumbre, de Maduro, Evo Morales y Correa). Así, pudo renovar coyunturalmente la imagen de liderazgo regional, pese a que no pasa por el mejor momento. El gobierno de Dilma choca con las dificultades económicas derivadas del agotamiento del auge de los BRICS, y aún cuestionamientos y contratiempos en los preparativos de un Mundial que fue concebido como “vitrina” de la proyección “global” de Brasil. La emergencia de protestas juveniles y de los trabajadores ilustran las tensiones sociales del “modelo brasileño”, que está empezando a exhibir todas las contradicciones de un proyecto que descansa en la asociación entre las grandes empresas locales y el capital extranjero.
De hecho, en la Cumbre se expresó un “cruce” con México, el otro país de gran peso en América latina, que viene tratando de desplegar una política propia desde su alianza con Estados Unidos. El presidente Peña Nieto defendió la lógica de la “apertura”, desde la que promueve la privatización energética en México, y el “libre comercio” a través de una “Alianza del Pacífico” alineada con el imperialismo a través de los TLC. La prensa burguesa propagandiza insistentemente el supuesto dinamismo de los países del Pacífico contra el relativo estancamiento del MERCOSUR, por sus “restricciones al libre comercio”. Claro que ese proyecto no luce aún muy sólido, pues depende de la salud de la economía norteamericana tanto como del curso del comercio con China y Asia, además de que los propios integrantes del grupo exhiben variadas dificultades económicas. Aún así, el posicionamiento de México y sus aliados es funcional a la política norteamericana de apoyarse en sus aliados regionales y obstaculizar la estrategia de Brasil de liderar la región como punto de apoyo para su proyección como “actor global”.
Ante el escenario de la crisis internacional y la “desaceleración” regional, ni la estrategia de abierta supeditación semicolonial en términos “neoliberales” ejemplificada por México; ni la estrategia “desarrollista”, con cierto proteccionismo estatal pero sin romper los marcos de la dependencia económica y financiera, son alternativas desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores y los pueblos latinoamericanos.
Lo que además resulta notorio, es la disolución virtual del ALBA, en tanto bloque alternativo de orientación “bolivariana”. El congelamiento de iniciativas como el SUCRE como instrumento financiero regional, del Banco del Sur y otras, y la declinación de la renta petrolera que le permitiera a Venezuela fortalecer el intercambio con sus socios, lo fueron debilitando. El propio Chávez le dio un fuerte golpe al ingresar al MERCOSUR aceptando sus generosas normas para el comercio y la inversión extranjera. La actual orientación de Cuba, acercándose más a Brasil y distendiendo relaciones con Colombia y México, profundiza su ocaso. Sus miembros actuaron en la Cumbre a remolque de Cuba y Brasil.
Queda planteado entonces, una vez más, el balance de los inevitables fracasos del “integracionismo”, el “sudamericanismo” y el “bolivarianismo” en relación a la unidad latinoamericana.
La cumbre de los milagros... o la lucha continental contra el imperialismo
Al asumir la presidencia pro tempore, Costa Rica, estrecho aliado de EE.UU. la presidenta Laura Chinchilla, no se privó de aclarar que “la CELAC no pretende sustituir ni destruir a la OEA. Se puede seguir coexistiendo” anticipando el curso moderado que desean mantener la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. En fin, la realidad de la 2da. Cumbre debería moderar el entusiasmo de los propagandistas de la CELAC como Atilio Borón, que anticipó que “No es un milagro, pero casi. Contra todos los pronósticos la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se va consolidando como institución ‘nuestroamericana’, esto, en el camino de ‘la causa de la emancipación de la Patria Grande’” [11]. La CELAC no es un instrumento de la liberación contra el imperialismo. Como se ha visto, el signo de la cumbre no fue -ni podía ser- la lucha contra el capital extranjero sino la búsqueda de la colaboración con el mismo. Tampoco encara una lucha consecuente contra la penetración económica, financiera y militar de EE.UU. (y los imperialismos europeos), sino una vía de regateos y negociación, camino que sólo puede llevar a profundizar la dependencia de nuestros países. La necesaria unidad económica y política continental sólo será posible rompiendo con el imperialismo y no vendrá de la mano de las burguesías nacionales enfeudadas al capital extranjero, sino de la movilización obrera, campesina y popular, luchando contra el pago de la deuda externa, por la nacionalización del petróleo y los recursos naturales, por la expulsión de las bases militares y todas las formas de injerencia imperialista, hasta imponer una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina. No hay otra forma de realizar la emancipación latinoamericana.
El encuentro fue formalmente un éxito diplomático y político, puesto que contribuyó a instalar la CELAC como mecanismo de negociación entre los países de la región, tal como se autodefine: “un espacio de diálogo y concertación política”. [1] ubicándose como un “contrapeso” y “complemento” a la OEA y otras instancias controladas por el imperialismo. “Unidad en la diversidad” fue la consigna que protagonizó la cumbre de la Celac. Muchos de los presidentes la repitieron e hicieron hincapié en sus discursos en la necesidad de profundizar la integración más allá de las diferencias políticas de los países en un bloque que incluye, por ejemplo, a Cuba, Venezuela y Bolivia y a Chile, Colombia, México y Perú (la Alianza del Pacífico). Laura Chinchilla, de Costa Rica, insistió en que la Celac “no había nacido para oponerse a otros bloques, sino para proponer, para sumar” [2].
En el desarrollo y resoluciones de la cumbre, dieron la tónica la moderación “discursiva”, los “consensos”, y la búsqueda de distención, como en la recomposición de relaciones entre Cuba y México o el encuentro de Piñera y Humala tras el fallo del Tribunal de La Haya por la disputa de límites marítimos entre Perú y Chile.
A pesar de las visiones entusiastas que presentan desde la izquierda chavista o castrista, no fue una cumbre de confrontación con el imperialismo, ni siquiera retórica, sino de tono dialoguista, negociador. Y en ese marco se ubican los pedidos a la “comunidad internacional” de reformas en el orden financiero, comercial o diplomático, así como la reiteración de reclamos contra Estados Unidos como el cese del bloqueo a Cuba, el pronunciamiento ante “el carácter latinoamericano y caribeño de Puerto Rico”, si bien tibiamente limitado a “tomar nota de las resoluciones sobre Puerto Rico adoptadas por el Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas”, o frente a Gran Bretaña, el apoyo a la reivindicación argentina de Malvinas [3] .
Panorama de dificultades e incertidumbre
El encuentro se realizó en un escenario teñido por la común preocupación de las burguesías y gobiernos latinoamericanos ante la “desaceleración” de las economías regionales y las amenazantes “turbulencias” comerciales, financieras y cambiarias como las que están generando las devaluaciones en Argentina, Turquía y otros países. El ciclo de alto crecimiento de la década pasada, motorizado por los altos precios y crecientes volúmenes de exportación de materias primas, ha quedado atrás. Los “mercados emergentes” han entrado en una fase de declinación, y eso ya afecta a los principales países latinoamericanos, tanto los alineados con el neoliberalismo, como los que adoptaron “modelos” de tipo desarrollista y nacionalista, en lo que emergen los fuertes desequilibrios y contradicciones de los capitalismos dependientes latinoamericanos. Si bien la región aún exhibe un modesto crecimiento -alrededor de un 3%- el freno es evidente. México estuvo prácticamente estancado con sólo un 1,3% durante 2013 y tendría una modesta recuperación este año. Para Brasil se pronostica un incremento en el PBI de apenas 2,6% en 2014, y algo similar para Argentina [4]. Los cambios en la política económica norteamericana y el menor crecimiento en China y Asia están acotando fuertemente las perspectivas latinoamericanas, en lo comercial como en lo financiero, y promoviendo devaluaciones en Brasil (a fines del 2013) y más espectacularmente en Venezuela y Argentina, lo que a su vez, repercute sobre otros países como Chile, Uruguay, etc.
Por otro lado, si bien el “retorno de Estados Unidos a América latina” insinuado en el otoño pasado no se materializó en un avance cualitativo del imperialismo (que enfrenta serios problemas, en el marco de la crisis capitalista internacional, la debilidad de la propia economía yanqui y la erosión de su hegemonía), Washington se ha apoyado ampliamente en sus aliados latinoamericanos para presionar en los más diversos temas, desde la promoción de la “alianza del Pacífico” con México, Colombia, Perú y Chile, con los que ha sellado acuerdos de libre comercio (TLC), o el respaldo a los gobiernos “posgolpistas” de Honduras y Paraguay, a las políticas de seguridad y control del narcotráfico. Sin poder recomponer plenamente su “autoridad”, Washington pone límites a los intentos de agrupamiento latinoamericanista bajo liderazgo brasileño y trata de aprovechar el declive de la influencia chavista tras la muerte de su líder. Con todo ello, se replantea la cuestión de las relaciones de los países de la región con Estados Unidos.
En este marco, los distintos gobiernos enfrentan una serie de dificultades políticas. En Brasil, el proceso de protestas juveniles y obreras iniciado en junio, desnuda el descontento social con el “modelo” progresista del lulismo. En Argentina, la crisis del gobierno “nacional y popular” de Cristina Fernández de Kirchner marca un escenario de “fin de ciclo” en el que crece el descontento obrero y popular. Por otro lado, en Venezuela, Maduro expresa un gobierno débil, presidiendo la decadencia del chavismo en medio de la crisis económica. Incluso el gobierno de Evo Morales, que va por una tercera elección este año, debe contabilizar cierto desgaste de las ilusiones obreras y populares. Entre tanto, la derecha latinoamericana en su conjunto no puede mostrarse fortalecida. En Chile, tras el descrédito del gobierno de Piñera, enfrentado a importantes procesos de movilización estudiantil y de trabajadores, ha sufrido una dura derrota electoral. En México, el gobierno de Peña Nieto carga con dificultades políticas y económicas y la sombra de la “guerra narco” que conmueve a varios estados.
Aun con un panorama de relativamente baja lucha de clases, las huelgas e intervenciones del movimiento obrero en el Cono Sur (Bolivia, Argentina, Chile, Brasil) durante 2013, las protestas juveniles en Brasil, como antes en Chile, y otros procesos, son indicadores del descontento con el incumplimiento con las expectativas de mejoras y la erosión de las escasas conquistas logradas durante los años de crecimiento, quizás anticipan la resistencia que pueden despertar los intentos de descargar las crecientes dificultades económicas con medidas de ajuste y devaluatorias sobre los trabajadores y el pueblo.
“Integración” de la mano del capital extranjero y como “pagadores seriales”
Desde el punto de vista económico, en consecuencia, se trasluce a cada paso la discusión de cómo mantener y aumentar el flujo de inversiones y préstamos internacionales necesarios para dinamizar las dependientes economías latinoamericanas. En rigor, las diferencias están en cómo establecer la colaboración con el capital internacional. Podría decirse que todo el texto de la declaración final está recorrido por la tensión y los compromisos entre la lógica de plena apertura y mayores concesiones impulsada por los gobiernos más proimperialistas, y los intentos de regatear condiciones por parte de los gobiernos “posneoliberales”, pretendiendo -para emplear la frase acuñada por Evo Morales-, que el capital extranjero concurra “como socio, no como patrón”.
Al inaugurar la cumbre, Raúl Castro “advirtió que seguimos regidos por un orden internacional injusto y excluyente, en el que las amenazas a la paz y la injerencia externa continúan; los centros del poder no se resignan a perder el control de esta rica región, ni renunciarán a los intentos de cambiar el curso de la historia en nuestros países para recuperar la influencia perdida y beneficiarse de nuestros recursos”. Pero añadió que “son innegables los beneficios de la inversión extranjera directa para las economías de la región” [5] y “olvidó” mencionar, como escribe un analista, que “no pocos gobiernos regionales son los que solícitamente han abierto la puerta de par en par, y lo siguen haciendo, a la injerencia foránea con todo y su orden injusto y excluyente, al tiempo que contribuyen a la pérdida de soberanía y procuran los pingües beneficios para los grupos internos y externos de control” [6] (como México, Perú, Colombia o Chile).
Diversos apartados de la declaración final plantean la discusión, En el punto 9 se llama a “la comunidad internacional a tomar medidas urgentes para hacer frente a las fragilidades y desequilibrios sistémicos”. […] El punto 10: propone “trabajar para fortalecer el orden económico mundial en beneficio de nuestros países, fomentar la complementariedad, la solidaridad y la cooperación, y exigir el cumplimiento de los compromisos de ayuda al desarrollo, por parte de los países desarrollados.” […] En el 44, “...reafirmamos la importancia de desarrollar herramientas que permitan fortalecer el sistema financiero internacional, lo cual debería contemplar una regulación más estricta y efectiva de las grandes entidades financieras, y la adopción de medidas concretas para lograr mejores prácticas internacionales en flujos financieros internacionales [...]”. En el 45 se pide tímidamente “ mayor estabilidad y predictibilidad del sistema financiero internacional, la reducción de la dependencia excesiva de las agencias calificadoras de riesgo y que se permitan los flujos de pagos a los acreedores cooperativos según lo acordado, desarrollando instrumentos que posibiliten acuerdos razonables y definitivos entre acreedores y deudores soberanos” [7] lo que parece trasuntar la posición argentina ante los “fondos buitres” y trasluce que la autocalificación de Cristina como “pagador serial” de la deuda externa, podrían compartirla los demás gobiernos presentes.
El documento no puso en discusión -ni podía hacerlo de la mano estos gobiernos garantes de la estabilidad burguesa y los negocios capitalistas- los problemas estructurales: dependencia de las transnacionales, peso de la expoliación financiera y la deuda externa, penetración imperialista. Trasunta, a fin de cuentas, la dependencia del capitalismo latinoamericano y la impotencia de las burguesías nacionales, que, más allá de los diferentes planes económicos y políticos, comparten básicamente la intención de obtener la colaboración del capital internacional para enfrentar las amenazas de la crisis, aunque ofreciendo algunos tímidos reparos a su voracidad.
“Zona de paz” con 77 bases norteamericanas y Haití ocupado
Una resolución central fue la declaración de América Latina y el Caribe como “zona de paz”. Pero allí no se habló de que la mayor “amenaza para la paz” en América latina es la presencia dominante del imperialismo norteamericano, con su IV Flota, las 77 bases e instalaciones con facilidades aéreas y militares a lo largo del continente -albergadas por varios de los gobiernos presentes-.
En cuanto a la adscripción a los acuerdos de no proliferación nuclear en la región, ni se menciona que el gran arsenal atómico en esta parte del mundo es el que está al norte del Río Grande, en manos del Pentágono (que hace circular sus naves y submarinos a propulsión atómica y con ojivas nucleares por el Caribe y otras aguas latinoamericanas).
En lugar de condenar la ocupación de Haití mediante la fuerza militar y policial integrada por efectivos de Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia y otros países, que actúan como gendarmes de su conversión en un virtual “protectorado” del imperialismo, fue reivindicada de hecho, proponiéndose “continuar contribuyendo al esfuerzo de reconstrucción y desarrollo de Haití, de conformidad con los ámbitos prioritarios definidos por su gobierno, y con pleno respeto a su autoridad y soberanía” [8].
Y en cuanto a las políticas de militarización para combatir al narcotráfico que impulsa el imperialismo, con terribles secuelas de represión y violencia contra la población como en México, no las denuncia y se limita a plantear la aspiración (punto 66): “de contar con una visión de consenso regional de seguridad ciudadana con un enfoque de desarrollo humano, y respeto a los derechos humanos […] reforzar los mecanismos de diálogo y coordinación, según proceda, para mejorar las estrategias regionales sobre seguridad ciudadana y desarrollo sostenible”.
Por supuesto, tampoco se refiere a la “amenaza a la paz” que son los golpes de estado, avalados por el imperialismo y sus agentes internos, como los que se dieron en Honduras y Paraguay.
Un fuerte espaldarazo a las medidas “pro-mercado” en Cuba
El éxito de la cumbre benefició políticamente al gobierno cubano, su anfitrión y principal organizador en tanto que ejerció la presidencia “pro-tempore” de la CELAC durante este último año. La Habana puede mostrar el reconocimiento diplomático recibido del conjunto de los países de la región, la recomposición de relaciones con México (que condonó el 70% de la deuda que mantenía La Habana), el estrechamiento de relaciones con Brasil, e incluso, la disposición de la Unión Europea a atemperar la “posición única” (que presiona por una “apertura política”) y buscar nuevos acuerdos comerciales con Cuba.
Previo a la Cumbre, Dilma y Raúl Castro inauguraron el primer sector del megapuerto de Mariel, construido por la empresa Odebrecht y financiada por el BNDES (Banco estatal de desarrollo brasileño). “Brasil quiere ser un socio de primer orden en Cuba”, dijo Roussef, adelantando las intenciones de jugar un papel mayor en el futuro de la Isla. “Brasil está posicionándose en un momento en el que Cuba está poniendo fin al bloqueo económico”, había explicado el ex ministro Jorge, responsable de urdir el acuerdo con las autoridades cubanas y con Odebrecht. E insiste Dilma ante algunas críticas locales: “Brasil es líder en América latina, por eso tiene responsabilidades. Eso no significa que no estemos invirtiendo en los puertos de Brasil. Un país como Singapur invierte en Cuba porque es una ruta importante. Es un visión pequeña no percibir la naturaleza estratégica de esta inversión” [9]. “El puerto atraerá a empresas brasileñas que podrán exportar a América Central y eso es importante” [10]. El proyecto Mariel implica una inversión de mil millones de dólares y será la pieza clave de una gran Zona Especial de Desarrollo para la instalación de empresas extranjeras, lo que recuerda las “zonas especiales” que fueron un gran detonante de la restauración capitalista en China. Además, será gerenciada no por el Estado sino por una empresa de Singapur, y se espera la radicación de compañías de diverso origen: brasileñas, europeas, mexicanas, etc.
Este megaproyecto remite a los avances cada vez más extendidos en los planes de apertura a la actividad privada y a la inversión extranjera que aplica el gobierno de Raúl Castro, y que erosionan cada vez más gravemente lo que queda en pie de la economía nacionalizada, avanzando por una “vía cubana a la restauración capitalista”. Al mismo tiempo, el gobierno cubano sigue una política cada vez más conservadora en el orden regional, como muestran sus buenas relaciones con el régimen colombiano y su rol en el “diálogo de paz” con la guerrilla (que busca clausurar el histórico “conflicto armado” mediante el desarme y eventual reinserción como fuerza política de las FARC).
Son estas claves del plan económico y la política internacional que vienen aplicando los hermanos Castro las que explican en gran medida la nueva “popularidad” de Cuba entre los presidentes, incluso los más reaccionarios. Y también, que la política de dureza de Estados Unidos hacia la isla quede cada vez más desafasada. La solicitud de Washington de que los mandatarios presentes en Cuba “escucharan” a la disidencia cubana tuvo escaso eco, salvo en el caso de Costa Rica, cuyo embajador se contactó con opositores, y de Ban Ki Moon e Inzulza, quien le dijo a Castro: "Le deseamos a su Gobierno mucha suerte y ojalá que las transformaciones económicas que se están llevando a cabo también den lugar a transformaciones políticas que también se requieren" en una manifestación que no altera el tono general de reconocimiento al gobierno cubano.
Brasil vs. México, Alianza del Pacífico vs. Mercosur, mientras el ALBA se diluye
Brasil pudo aparecer en la Cumbre como principal impulsor de la CELAC, sellando firmes lazos con Cuba, lo que opacó la alianza de ésta con Venezuela (con un “bajo perfil”, a lo largo de la Cumbre, de Maduro, Evo Morales y Correa). Así, pudo renovar coyunturalmente la imagen de liderazgo regional, pese a que no pasa por el mejor momento. El gobierno de Dilma choca con las dificultades económicas derivadas del agotamiento del auge de los BRICS, y aún cuestionamientos y contratiempos en los preparativos de un Mundial que fue concebido como “vitrina” de la proyección “global” de Brasil. La emergencia de protestas juveniles y de los trabajadores ilustran las tensiones sociales del “modelo brasileño”, que está empezando a exhibir todas las contradicciones de un proyecto que descansa en la asociación entre las grandes empresas locales y el capital extranjero.
De hecho, en la Cumbre se expresó un “cruce” con México, el otro país de gran peso en América latina, que viene tratando de desplegar una política propia desde su alianza con Estados Unidos. El presidente Peña Nieto defendió la lógica de la “apertura”, desde la que promueve la privatización energética en México, y el “libre comercio” a través de una “Alianza del Pacífico” alineada con el imperialismo a través de los TLC. La prensa burguesa propagandiza insistentemente el supuesto dinamismo de los países del Pacífico contra el relativo estancamiento del MERCOSUR, por sus “restricciones al libre comercio”. Claro que ese proyecto no luce aún muy sólido, pues depende de la salud de la economía norteamericana tanto como del curso del comercio con China y Asia, además de que los propios integrantes del grupo exhiben variadas dificultades económicas. Aún así, el posicionamiento de México y sus aliados es funcional a la política norteamericana de apoyarse en sus aliados regionales y obstaculizar la estrategia de Brasil de liderar la región como punto de apoyo para su proyección como “actor global”.
Ante el escenario de la crisis internacional y la “desaceleración” regional, ni la estrategia de abierta supeditación semicolonial en términos “neoliberales” ejemplificada por México; ni la estrategia “desarrollista”, con cierto proteccionismo estatal pero sin romper los marcos de la dependencia económica y financiera, son alternativas desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores y los pueblos latinoamericanos.
Lo que además resulta notorio, es la disolución virtual del ALBA, en tanto bloque alternativo de orientación “bolivariana”. El congelamiento de iniciativas como el SUCRE como instrumento financiero regional, del Banco del Sur y otras, y la declinación de la renta petrolera que le permitiera a Venezuela fortalecer el intercambio con sus socios, lo fueron debilitando. El propio Chávez le dio un fuerte golpe al ingresar al MERCOSUR aceptando sus generosas normas para el comercio y la inversión extranjera. La actual orientación de Cuba, acercándose más a Brasil y distendiendo relaciones con Colombia y México, profundiza su ocaso. Sus miembros actuaron en la Cumbre a remolque de Cuba y Brasil.
Queda planteado entonces, una vez más, el balance de los inevitables fracasos del “integracionismo”, el “sudamericanismo” y el “bolivarianismo” en relación a la unidad latinoamericana.
La cumbre de los milagros... o la lucha continental contra el imperialismo
Al asumir la presidencia pro tempore, Costa Rica, estrecho aliado de EE.UU. la presidenta Laura Chinchilla, no se privó de aclarar que “la CELAC no pretende sustituir ni destruir a la OEA. Se puede seguir coexistiendo” anticipando el curso moderado que desean mantener la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. En fin, la realidad de la 2da. Cumbre debería moderar el entusiasmo de los propagandistas de la CELAC como Atilio Borón, que anticipó que “No es un milagro, pero casi. Contra todos los pronósticos la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se va consolidando como institución ‘nuestroamericana’, esto, en el camino de ‘la causa de la emancipación de la Patria Grande’” [11]. La CELAC no es un instrumento de la liberación contra el imperialismo. Como se ha visto, el signo de la cumbre no fue -ni podía ser- la lucha contra el capital extranjero sino la búsqueda de la colaboración con el mismo. Tampoco encara una lucha consecuente contra la penetración económica, financiera y militar de EE.UU. (y los imperialismos europeos), sino una vía de regateos y negociación, camino que sólo puede llevar a profundizar la dependencia de nuestros países. La necesaria unidad económica y política continental sólo será posible rompiendo con el imperialismo y no vendrá de la mano de las burguesías nacionales enfeudadas al capital extranjero, sino de la movilización obrera, campesina y popular, luchando contra el pago de la deuda externa, por la nacionalización del petróleo y los recursos naturales, por la expulsión de las bases militares y todas las formas de injerencia imperialista, hasta imponer una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina. No hay otra forma de realizar la emancipación latinoamericana.
[1] Declaración de La Habana, II Cumbre de la CELACDeclaración de La Habana, II Cumbre de la CELAC
[2] Página 12, 30/01/14.
[3] Declaración de La Habana, II Cumbre de la CELAC.
[4] Datos de CEPAL y CESLA.
[5] Clarín, 29/01/14.
[6] La Jornada, 28/01/14.
[7] Página 12, 30/01/14.
[8] Declaración de La Habana, punto 24.
[9] Folha de Sao Paulo, 28/01/14.
[10] El País, 28/01/14.
[11] http://www.atilioboron.com.ar/ 24/01/2014.