Por Juan Chingo, FT-CI
Pero detrás de esta tendencia especulativa y orgía de deuda se desarrollaba una fuerte tendencia a la sobreacumulación en la economía real. Los altos precios de las materias primas llevaron a un frenesí en la inversión del sector. La crisis de 2008 produjo una pausa, pero continuó en los tres años siguientes. Enormes cantidades de capital se vertieron en proyectos de alto riesgo. El riesgo para los países productores es el estallido de esta burbuja de inversión, no reducción de los ingresos debido a los precios de las materias primas más bajos per se.
Un caso paradigmático es la economía de Australia que se encamina a una caída debido a la explosión de su burbuja de inversión minera. Lo peor pasará sólo cuando el sistema financiero liquide los activos improductivos relacionados.
Muchas economías de África podrían verse afectadas este año. Ha habido una fiebre del oro en África. Las grandes empresas mineras han estado vertiendo dinero. A medida que el dinero se detiene, podría haber consecuencias graves. Muchas economías africanas han construido su base de costos suponiendo nuevas entradas de capital. Sera difícil adecuarse a su ausencia.
La fuerte devaluación Argentina que impactó a los mercados
latinoamericanos y mundiales, aunque ha sido la más pronunciada, no es
un caso aislado. Mientras el peso argentino se hundió un 15,1% la semana
pasada, la lira turca cayó un 4,4% , el real brasilero un 2,3%, el
rublo ruso 2,9%, el rand sudafricano 2%, el peso chileno igual que el
anterior, el peso colombiano 1,5% , el won surcoreano 1,9% y el peso
mexicano 1,6%.
En especial en Argentina, los operadores atribuyeron el colapso del
peso justamente a la ausencia del banco central en los mercados
cambiarios. Desde hace años, a pesar del cepo cambiario implementado en
2011 para frenar el drenaje de divisas y asegurar los dólares para el
déficit energético y para pagar deuda [1]
la entidad ha estado apoyando el peso, gastando miles de millones de
dólares de sus reservas internacionales. Tanto los intentos de este
último de preservar su declinante posición de reservas (como la
dramática respuesta del mercado) es una reminiscencia de las acciones de
los bancos centrales del sudeste asiático durante la crisis de 1997,
aunque la Argentina, por no haber podido cerrar del todo las
consecuencias del default de 2002 a pesar de la vocación pagadora de los
gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y también por el
cepo cambiario establecido en 2011 no tuvo entrada de capitales
comparable a la de los países asiáticos en ese momento o del conjunto de
los llamados “emergentes” en los últimos años, más bien todo lo
contrario. Luego de dos años de intentar contener la situación
utilizando miles de millones de reservas y mediante medidas
restrictivas, el banco central comenzó a perder la batalla por la
aceleración de las salidas de fondos en la Argentina [2]
la semana pasada. Pero no solo ahí. En Turquía, la lira alcanzó una
cotización mínima récord tanto frente al dólar como el euro, a pesar de
que el banco central del país gastó una parte considerable de sus
reservas de divisas para apoyar la moneda [3]
La moneda de Turquía es la de peor desempeño en el mundo solo detrás
del peso argentino en el último mes después de que una prueba anti-
corrupción contra el gobierno desatara un espiral de crisis política
obligando a tres ministros a dimitir. Hoy lunes frente a la
intensificación de la crisis el gobierno ha llamado a una reunión de
emergencia. Pero si Argentina y Turquía son los casos más extremos, el
hecho de que en los últimos días, las acciones, los bonos y las monedas
de números países semicoloniales y dependientes (los llamados mercados
emergentes usando la jerga económica de la prensa burguesa) sufrieron
duros golpes, es expresión de que un gran número de estos países está
teniendo problemas para adaptarse a un crecimiento mundial más débil,
agravado en los últimos meses por la disminución del “narcótico
estimulador” del QE decidido por la FED. Este nuevo panorama ya había
provocado el año pasado, un retiro de fondos de los inversionistas de
mercados emergentes después de las primeras convulsiones en estos
mercados en mayo. Los acontecimientos de la última semana podrían estar
marcando una aceleración de los ritmos de fuga de capitales de estos
países de imprevisibles consecuencias.
La sobreacumulación y sobre-especulación, las fuerzas de fondo que preanuncian una gran crisis
La sobreacumulación en determinadas ramas de producción, en especial
en el sector manufacturero chino y del resto de Asia a la vez que en el
sector productor de materias primas a nivel global, el excesivo flujo de
capitales y las burbujas financieras e inmobiliarias que dieron origen
son las razones de fondo que preanuncian una fuerte crisis en los
llamados países emergentes, cuando comienzan a revertirse los factores
que permitieron el ascenso de estos. Comencemos por lo más evidente y
volátil: aproximadamente 4 billones de dólares de fondos extranjeros han
invertido en mercados emergentes desde el pico de la crisis financiera
de 2008-2009, gran parte de este "dinero caliente" fue a bonos, acciones
e instrumentos líquidos que se pueden vender rápidamente. En este
marco, el tema de los préstamos soberanos y corporativos en deuda
denominados en dólares (y en euros y yenes) se ha convertido en un
problema crítico. Más de cinco años de un exceso de liquidez global sin
precedentes impulsaron un auge histórico en los préstamos denominados en
dólares. El mercado asumía como constante la devaluación del dólar y la
apreciación de la moneda de los llamados países emergentes (Argentina
por su rol de paria en el mercados de capitales no participó de esta
tendencia, aunque sí de algunas otras que vamos a enumerar), dando lugar
a una especulación sin límites de productos de deuda de los países
emergentes cada vez más riesgosos, como fue el caso de lo subprime en
los Estados Unidos y que actuó como desencadenante de la crisis en 2007.
Pero detrás de esta tendencia especulativa y orgía de deuda se desarrollaba una fuerte tendencia a la sobreacumulación en la economía real. Los altos precios de las materias primas llevaron a un frenesí en la inversión del sector. La crisis de 2008 produjo una pausa, pero continuó en los tres años siguientes. Enormes cantidades de capital se vertieron en proyectos de alto riesgo. El riesgo para los países productores es el estallido de esta burbuja de inversión, no reducción de los ingresos debido a los precios de las materias primas más bajos per se.
Un caso paradigmático es la economía de Australia que se encamina a una caída debido a la explosión de su burbuja de inversión minera. Lo peor pasará sólo cuando el sistema financiero liquide los activos improductivos relacionados.
Muchas economías de África podrían verse afectadas este año. Ha habido una fiebre del oro en África. Las grandes empresas mineras han estado vertiendo dinero. A medida que el dinero se detiene, podría haber consecuencias graves. Muchas economías africanas han construido su base de costos suponiendo nuevas entradas de capital. Sera difícil adecuarse a su ausencia.
No menos importante es el histórico -y aun en curso- auge de la
capacidad de fabricación en China y en toda Asia. Esto ha creado un
exceso de capacidad y el aumento de presión en los precios de muchos
productos manufacturados, una situación que sólo empeoró por la agresiva
devaluación de la moneda de Japón. Este dilema, con paralelos con las
economías de los productores de materias primas, se vuelve especialmente
problemático debido a la enorme acumulación de deuda en los últimos
años. Si bien este es un problema grave para toda la región, se ha
convertido en un problema acuciante en China. La semana pasada los
mercados parecían empezar a tomar más en serio las crecientes tensiones
en los mercados de créditos chinos y los fuertes temores por el
denominado sistema bancario en la sombra. Se hablaba a principios de la
semana de los esfuerzos concertados para salvar al atribulado el fondo
de inversión llamado China Credit Equals Gold #1 Collective Trust
Product”, que tiene que devolver 500 millones de dólares y no podría
pagarlos, evitando un inminente default (sería el primer default de este
tipo en la historia china) el 31 de enero. En este marco, cualquier
endurecimiento significativo del crédito chino reverberaría en todo el
mundo, especialmente en las economías y los sistemas financieros ya
vulnerables de los mercados emergentes.
La enorme inversión y los flujos de "dinero caliente" se manifiestan
en el crecimiento de varios billones de dólares de las reservas
internacionales de los bancos centrales de los “países emergentes”. Este
flujo de liquidez y especulación externo ha creado una dependencia
sistemática de los flujos de capitales externos. También creó burbujas
crediticias en estos países con sus consecuentes estallidos, el último
de los cuáles se vio en Vietnam, que creó hace unos meses un llamado
“mal banco” para absorber cientos de millones de dólares en deuda tóxica
que amenazaban su sistema financiero. A la vez, las burbujas
prolongadas han inflado las expectativas sociales, como se ha visto en
Brasil, China, Sudáfrica Turquía y otros países por nombrar los procesos
más importantes.
Todos estos procesos hoy en día se encuentran en un punto de
inflexión. Hoy, muchas de las economías de los mercados emergentes se
enfrentan exactamente a lo contrario: aumento de las fuerzas
deflacionarias para las mercancías que se venden en los mercados
mundiales. La caída de precios, especialmente en todo el complejo
commodities, ha presionado a las monedas nacionales. Esto se convirtió
en un importante riesgo sistémico después de los enormes flujos
especulativos que llegaron a la espera de las monedas pujantes, mercados
de valores atractivos y oportunidades de negocios. El auge de los
commodities permitió alimentar booms económicos generales y sostenidos.
A su vez, la expansión global de las cadenas de producción de las
corporaciones multinacionales que pegó un salto en las últimas décadas,
inflando al comercio mundial, está perdiendo velocidad. Ahora, las
burbujas están comenzando a desinflarse y los capitales están buscando
vías de salida. Y, a medida que la reserva global de las finanzas
especulativas revierte el curso, la escala de desajuste económico y el
deterioro del sistema financiero comienzan a verse más claramente. En
otras palabras, son estos desequilibrios productivos y financieros
excesivos que afectan a los mercados emergentes los que están detrás del
fin de su espejismo y no meramente la decisión de la FED de reducir a
partir de enero su inyección de dinero [4].
En realidad, el “Fed tapering” es un mero catalizador de problemas más
profundos de gran parte de la economía internacional como los señalados,
aunque obviamente su manejo por las autoridades monetarias
norteamericanas puede tener consecuencias en los ritmos y formas de la
crisis. De alguna manera, la necesidad de la FED de poner un cierto
límite a la burbuja de la bolsa y de otros activos en especial en los
EEUU, está abriendo consecuencias negativas para la economía mundial. Es
que este exceso de euforia que llevó a muchos a creerse el cuento de
un nuevo paradigma está construido sobre pilares de barro, en otras
palabras la desenfrenada especulación alcista no se condice para nada
con una economía que languidece, el empleo sigue débil y sin visos de
recuperación, las empresas no invierten, etc.
Un nuevo capítulo de la crisis mundial de consecuencias aún inciertas
Desde el comienzo de la crisis mundial en 2007, a pesar de las
desigualdades de crecimiento después del primer shock entre los países
de la periferia y el centro, siempre nos negamos a avalar la teoría del
desacople. Así, en julio de 2012 frente a los primeros síntomas de
agotamiento del crecimiento del modelo chino anticipábamos que el último
capítulo de la crisis próximo a abrirse iba a ser los países
semicoloniales y dependientes. Allí decíamos: “Analizando a China, el
‘emergente’ por excelencia, queda claro que no hay nada más falso que
un posible desacople de estas economías (dependientes como China o
semicoloniales) de la crisis mundial. Lo que ha sucedido es que la transmisión de la crisis de las economías avanzadas a éstos se ha postergado.
Dicho de otra manera, la estabilidad relativa actual de la que gozan
estos regímenes comparada con la crisis económica y debilidad política
de los países centrales, no nos debe impedir ver que esta es una
tendencia coyuntural, una discordancia de los tiempos de la crisis.
Ya en la crisis de acumulación capitalista de la década de 1970 se
había dado un fenómeno similar. En ese momento fue el reciclaje de los
petrodólares lo que evitó que la primera gran crisis capitalista desde
el fin del boom de la posguerra golpeara inmediatamente a la periferia,
dando lugar a un período de ‘plata dulce’… ahora, el fin del dinero
fácil y los nubarrones del motor de crecimiento chino marcan un rudo
cambio de escenario para los países semicoloniales exportadores de
materias primas” [5] . (Subrayado nuestro). El balance gris del año 2013 [6],
la aceleración de enero 2014 y las oscuras perspectivas que se
vislumbran en todo el año para estos países confirman este pronóstico.
Viendo las fuerzas subyacentes a la crisis, el estallido final de la
burbuja de los mercados emergentes , puede provocar -si nuestro análisis
es válido- otra crisis que es similar (aunque no idéntica) a la crisis
financiera asiática de 1997, y hay una gran posibilidad de esta será aún
peor esta vez debido a la hecho de que más países están involucrados
(América Latina, China y el sudeste asiático y África), y debido a que
la economía mundial está en un estado mucho más débil de lo que era
durante los pujantes finales de la década de 1990.
Si esta es una variante en el mejor de los casos, no puede
descartarse una perspectiva aun peor: ¿Será la crisis de los mercados
emergentes el preludio de un nuevo salto en la crisis mundial, o dicho
de otra manera, el prolegómeno de una nueva caída recesiva, o depresiva
de la economía mundial, afectando de nuevo a su centro? Normalmente, los
problemas en la "periferia" darían lugar a una huida de los activos de
riesgo, a un desapalancamiento y los resultantes efectos de contagio que
afectarían a los países imperialistas. Pero en 2013, con la liquidez
global sin precedentes, junto con la especulación también sin
precedentes, las grietas iniciales en las “burbujas” de la periferia
estimuló un alza especulativa sobre las acciones y los mercados de
deuda corporativa de los países centrales. Dicho de otra manera, la
dinámica de 2013 exacerbaron significativamente las fragilidades
sistémicas globales. De conjunto, los sistemas financieros mundiales y
las economías se hicieron cada vez más dependientes de la abundante
liquidez barata. Este “telón de fondo” o backup de liquidez mantuvo la
dinámica de crisis en los países emergentes a raya, pero también
prolongó una peligrosa expansión de fin de ciclo de la deuda. Junto a
los efectos directos del fin del espejismo de los mercados emergentes en
los países centrales, en particular a los países fabricantes de
máquinas herramientas o de productos suntuarios [7]
, un cambio en la percepción de los activos de riesgo podría generar
nuevos episodios ampliados de la crisis financiera, como fue luego del
default ruso de 1998 y el desplome subsiguiente de Wall Street y la
cesación de pagos de varios monopolios capitalistas norteamericanos, es
decir que una fuerte crisis de los países emergentes puede hacer
desencadenar una nueva oleada de catástrofe financiera y económica en el
centro que a comienzo de 2014 está saludando los primeros síntomas,
débiles de recuperación. En conclusión: la crisis mundial no está
cerrada y su final sigue estando abierto.
Por otra parte, lo que ya ha comenzado es una fuerte presión de los
“mercados” y las autoridades financieras como el FMI que presionan a los
productores de materias primas a avanzar en duras reformas
estructurales antes que confiar en un revival del moribundo súper- ciclo
de las commodities que los pueda rescatar. En países como Brasil, la
prensa internacional ya habla de la liberalización de industria y
servicios para facilitar la llegada de fondos foráneos, la reforma de un
sistema de protección social presentado como a todas luces excesivo en
el que la participación del gasto en pensiones respecto al PIB equivale
al de naciones europeas cuya proporción de jubilados es tres veces
superior, según su propia descripción. Es decir, un ataque “a la
europea” a los derechos de los trabajadores y el fin de los márgenes de
autonomía estatal de que gozaron en el sistema internacional de la
última década varios de estos países, en especial los BRICs. Es decir,
una vuelta de tuerca en la semicolonización.
[1] Desde
que en 2010 se creó el Fondo del Bicentenario el Banco Central
transfirió en promedio 8 mil millones de dólares anuales de reservas al
tesoro para pagar deuda externa.
[2] Las
autoridades han reconocido que han consumido buena parte de su munición
para defender su moneda y que deben bajar el ritmo intervencionista.
Desde finales de 2012, el país ha consumido más de 15.000 millones de
dólares de sus reservas internacionales para acudir en auxilio de su
divisa, de los cuales 9.400 millones de dólares se destinaron para pagar
deuda. Pero el nivel de las mismas ha bajado la pasada semana hasta los
29.443 millones de dólares, el nivel más bajo desde 2006, y el banco
central ha reconocido que no puede seguir actuando con la misma
intensidad.
[3] Aunque
menos agudo, el paralelo con Argentina es sorprendente. Así, el 25/1
el título de Bloomberg decía: “Turkey’s ‘Embarrassing’ Intervention
Fails to Curb Lira Selloff.”, refiriéndose al fracaso de una operación
llamada de “shock and awe”, por la decisión del banco central de
intervenir agresivamente en el mercado de divisas comprando entre 3,5 y 4
billones de dólares en liras sin impedir la caída en el precio de esta.
Luego de alcanzar un pico de $115 mil millones a mediados de diciembre,
las reservas internacionales de Turquía esta semana cayeron a $107 mil
millones.
[4] La
FED ha incrementado su balance desde el 2008 a la fecha en más de 3
billones de dólares, mediante diversos programas de compra de bonos. El
pasado 18 de diciembre, decidió, por primera vez, reducir en 10 mil
millones de dólares mensuales, a partir de enero, sus dos programas
vigentes de inyección de dinero que a lo largo de todo el año pasado
inyectaron 85 mil millones mensuales.
[5] Estrategia Internacional N° 28
[6] Su
estabilidad presupuestaria está afectada en presencia de déficit
público creciente, y a la balanza por cuenta corriente, suma de un
déficit comercial en 2013 que ha sido el más elevado en 13 años y de
unas fugas de capital foráneo que son las mayores vividas por Brasil en
los últimos doce; el fenómeno constructor se acerca a su fecha prevista
de caducidad sin haberse quitado de encima la certeza de la ineficiencia
administrativa y la corrupción estructural; y el consumo se ha
ralentizado a niveles no vistos en 30 meses tras sufrir la peor campaña
navideña en una década. El mercado automotriz, fuertemente subsidiado,
encuentra ahora problemas en colocar su producción. Con la inflación
cercana al 6% debido a un repunte en diciembre sin igual desde abril de
2003, su banco central se vio obligado la semana pasada a subir de nuevo
el tipo de referencia (Selic) hasta el 10,5%. La depreciación acelerada
del real aumenta a su vez el coste de las importaciones completándose
de este modo el círculo vicioso inflacionario. Mientras la industria
languidece ante la falta de ingresos, la rentabilidad exigida por los
inversores en el mercado de bonos se dispara mientras la bolsa sigue en
caída libre (menos 6% en lo que va de año para completar un menos 22% en
doce meses); y la sombra de un downgrade por parte de las agencias de
rating flota peligrosamente en el ambiente.
[7] Mientras
los países imperialistas están sumidos en su peor crisis económica
desde la Gran Depresión, el sector de lujo tiene la burbuja de los
mercados emergentes como responsable por la explosión de sus ventas.