por : Ciro Tappeste , Marc Barois
Viernes 10 de septiembre de 2010
Poco se movía en Francia el 7/9, salvo las imponentes columnas de huelguistas que invadieron las calles y plazas de las principales ciudades del país, hasta las menos acostumbradas a las marchas sindicales: desde 20.000 personas en Brest, puerto del Oeste de Bretaña, hasta 200.000 en Marsella, en la otra punta de Francia, en la costa mediterránea, pasando por varios centenares de miles en la capital donde se organizaron dos itinerarios distintos para permitir a los manifestantes desfilar. Igual, mientras que la marcha estaba convocada a las 14hs., recién a las 18.30hs. salían las últimas columnas de la Plaza de la République, mostrando la cantidad de trabajadores de toda la región parisiense que se habían desplazado para la manifestación. En total entre 2 y 3 millones de trabajadores se manifestaron en toda Francia en ocasión de la jornada de huelga convocada por las centrales sindicales contra el impopular (además de antipopular) proyecto de reforma de las jubilaciones que pretende imponer el gobierno Sarkozy.
Como ya lo dejaban presagiar las columnas de manifestantes en las ciudades del interior que manifestaban por la mañana y entre las cuales se encontraban tanto trabajadores del sector privado como estatales, la huelga paralizó todos los sectores de la economía, desde las empresas más importantes hasta las pymes en muchos lugares. En correos (La Poste), en proceso de privatización, la misma dirección reconoció que al menos un cuarto de los trabajadores habían acatado el llamado a la huelga. La mitad entre los ferroviarios de la SNCF (empresa nacional de ferrocarriles), a pesar de que habían salido sumamente debilitados de un conflicto duro en abril. El 60% de los maestros habrían parado según la dirección de su principal sindicato, el SNUIPP, y entre un tercio y la mitad de los trabajadores de France Télécom.
En fin, más allá de las tradicionales diferencias entre los datos comunicados por el gobierno y los de las centrales sindicales, la jornada de ayer registró un 40% más de manifestantes en relación con la anterior jornada de huelga contra la reforma de las jubilaciones organizada antes de la tregua veraniega francesa, el pasado 24 de junio. Único dato a favor del gobierno: la escasa presencia de estudiantes en la marcha, uno de los temores de Sarkozy, quien había sido ministro del Interior durante las marchas contra el CPE (Contrato de Primer Empleo) de 2006. Esto se debe en parte al hecho de que las clases aun no empezaron en las universidades. Mucha bronca contra el gobierno en cambio, mucho más que en junio como lo atestiguaban las banderolas y los cantos en las marchas. Esto se debe no sólo a la cuestión de la injusta y antiobrera reforma de las jubilaciones, sino también a cuestiones de condiciones de trabajo, despidos, no renovación de contratos de trabajo, etc., que sienten cada vez más agudamente los trabajadores tanto del sector privado como público. Y si las marchas del 7/9 fueron, según los datos de la CGT, aunque más importantes que durante los picos de 1995 y 2003 ligeramente menores que el año pasado. Una diferencia sustancial que le da a la jornada del 7/9 una tonalidad particular y una potencialidad inédita radica en la crisis gubernamental profunda en la cual se debaten Sarkozy y sus ministros.
Sarkozy, cuanto más debilitado por los escándalos más aferrado a su reforma
Es menester analizar la rabia palpable en las columnas con la seguidilla de escándalos que manchó al gobierno en los últimos meses. El más profundo y que está debilitando el gobierno es el paradigmático caso Woerth-Bettencourt. Se sospecha de la mujer más rica de Francia y heredera de L’Oréal, por haber financiado ilícitamente a la UMP, el partido de Sarkozy. El actual ministro del Trabajo, Eric Woerth, artífice de la reforma jubilatoria, está a su vez implicado en el escándalo Bettencourt, tanto como ex ministro del Presupuesto, ya que habría cubierto el fraude fiscal de Bettencourt, como a título personal, habiendo sido su esposa una de las principales colaboradoras de la heredera.
Este clima tenso para la derecha en el gobierno y el propio Sarkozy es a su vez peligrosamente alimentado y aprovechado por distintos sectores de la burguesía que discrepan en relación con los ritmos y la intensidad con la cual necesitan llevar adelante las contrarreformas en un contexto de pesada crisis económica. Lo demuestran claramente los ex Premier de Chirac, Juppé, Raffarin y Villepin, que no desaprovechan una ocasión para criticar al presidente en el marco de la interna abierta en el seno de la derecha en vistas de las elecciones presidenciales de 2012.
Frente a los escándalos que se destapan día tras día, Sarkozy no sólo no puede retroceder en relación a la reforma jubilatoria, una de sus grandes promesas de “ruptura del statu quo social francés” hecha a la patronal antes de asumir en 2007. Intentó durante todo el verano distraer la opinión pública de los problemas más acuciantes del país lanzando una campaña racista y xenófoba, en particular usando a los gitanos franceses e inmigrantes roms de Europa del Este como chivos expiatorios.
La burda operación reveló ser contraproducente como lo demostraron las importantes manifestaciones antirracistas organizadas en 200 ciudades el 4/9 contra la política del gobierno. Lo demuestra también la tasa de popularidad de Sarkozy. Las últimas encuestas indican que el presidente francés sólo goza de un 30% de apoyo entre la opinión pública, nivel inéditamente bajo desde su elección en 2007.
Mientras tanto entre los trabajadores y los sectores populares, el descontento creció. Por más que haya enlentecido las oleadas de despidos, el desempleo alcanza hoy un 9,3% mientras el gobierno prosigue con los recortes al sector público (Salud, Educación, etc.), ataques al salario indirecto y las perspectivas de reanudación con el crecimiento económico son aún muy lejanas. Se notó al mismo tiempo un cambio notable del estado de ánimo en relación a la reforma jubilatoria. Si hasta hace poco, la mayoría de los franceses la consideraba necesaria aunque injusta, con el pasar de las semanas y la profundización de la crisis gubernamental, los trabajadores la conciben cada vez menos como una fatalidad y ven la necesidad de oponerse al gobierno. Éstas son algunas de las principales razones del éxito de la jornada del 7/9.
Presión de la base y éxito de las marchas del 7/9
Este espíritu es el que se plasmó en distintos sectores, tradicionalmente más movilizados, que empezaron a ejercer una presión real sobre las direcciones sindicales. Éstas, en un primer momento, habían vacilado en oponerse rotundamente al proyecto de reforma, en base al erróneo argumento demográfico machacado por los medios y el gobierno y retomada por las más derechistas, empezando por la Confederación Francesa de Trabajadores (CFDT) de Chérèque: al haberse extendido la esperanza de vida, sería normal trabajar más tiempo… para el mayor provecho en realidad de la patronal y del Estado.
El argumento no caló en aquellos sectores que más sufren la política gubernamental, como los docentes por ejemplo entre los cuales se anuncia para este año 16.000 supresiones de puestos de trabajo. De ahí la razón por la cual el paro se extendió por 48 horas entre los docentes secundarios, empezando el 06/9, aunque la tasa de participación este día no fue muy alta. Era la primera vez en 40 años que el SNES, principal fuerza sindical entre los docentes secundarios, llamaba a dos días seguidos de huelga, más aún recién al reiniciar el año escolar, estando más de la mitad de los docentes en huelga el 7/9.
En otros sectores, los trabajadores impusieron que sus direcciones ya no reivindiquen “una reforma más justa”, como era el caso hasta ahora del ala derecha de los sindicatos (CFDT y UNSA) y hasta en cierto sentido de la misma CGT, sino, al menos en palabras, “el retiro de la reforma”, reivindicada hoy en día ya no sólo por la confederación Force Ouvriere (FO) y por Sud-Solidaires sino también por varios sindicatos de rama de la CGT o de la FSU (estatales). Los anuncios cosméticos de Sarkozy para justificar su intransigencia
Ante el carácter contundente de las marchas, el 8/9 el presidente anunció en Consejo de ministros una serie de retoques menores al proyecto de ley que entró ayer en el Parlamento para que lo discutan los diputados. Estas modificaciones ya habían sido preanunciadas y no modifican sustancialmente el contenido de la reforma. Se trata de medidas cosméticas que no ponen en discusión la base misma de la reforma. Con razón. Con la cuestión de las jubilaciones Sarkozy se está jugando el quinquenato y sabe perfectamente que un retroceso de su parte implicaría una derrota política central para la UMP y cuestionaría su capacidad de presentarse de nuevo en 2012. Pero fundamentalmente, y de eso están bien conscientes tanto los burócratas sindicales como la oposición parlamentaria de centro izquierda, un desarrollo mayor de las movilizaciones ya no solo podrían resucitar el espectro de las huelgas de noviembre y diciembre del ’95, sino que pondría en cuestión la viabilidad del gobierno y del mismo Sarkozy (y ya no sólo de un Juppé, premier de Chirac en 1995) en un contexto de honda crisis económica, elemento ausente a mediados de los años ‘90.
La estrategia de la burocracia sindical, el principal obstáculo al desarrollo de la huelga y al triunfo
Ante la intransigencia gubernamental y la importancia de la huelga, las direcciones sindicales también tuvieron que modificar parcialmente sus planes, sin alterar un ápice su estrategia, que es el principal obstáculo al desarrollo de una verdadera lucha contra el gobierno de Sarkozy. Bajo la presión derechista de la CFDT y UNSA, en los pasillos de la burocracia se hablaba de la posibilidad de una marcha de descompresión sin huelga el sábado 18/9 junto con un llamado simbólico a sumarse al paro europeo del 29/9, es decir, una vez aprobada la ley por el Parlamento y antes de su discusión en el Senado. Frente a la presión de las bases, las direcciones sindicales reunidas el 8/9 en Intersindical terminaron adoptando, sin el apoyo de FO (aunque mantiene la unidad de acción) y de Sud-Solidaires, un llamado a una nueva jornada de paro para el jueves 23/9.
La burocracia sindical, encabezada por la CGT de Thibault, prefirió ceder en relación a la forma de la próxima acción de fuerza, convocando a una huelga y ya no a una mera marcha un sábado, postergando sin embargo suficientemente su llamado para obstaculizar a aquellos sectores que al menos amenazaban en las palabras a lanzarse en un paro más duro por tiempo indeterminado en los próximos días. En efecto, entre los ferroviarios la mayoría de los sindicatos, inclusive la CFDT-FGAAC, planteaba lanzarse ya a la huelga a partir del 14/9. Es más, en algunas regiones (Champagne, Lorena y Suroeste), muchos depósitos ferroviarios permanecieron vacíos el 8/9. Docentes de varias localidades de la periferia parisiense y de la misma capital reunidos en asamblea planteaban por su parte lanzarse a la acción con o sin los sindicatos a partir de la semana del 13/9. Desde este punto de vista, la orientación de la Intersindical es más que clara: evitar a toda costa todo tipo de desborde que vaya más allá de su estrategia de presión sobre la reforma, buscando una negociación sobre sus puntos más irritantes pero aceptando la necesidad de la misma, que le permita lavarse la cara, a diferencia de la CFDT que se hundió sindicalmente después de su rol carnero en la lucha contra las contra-reformas jubilatorias en la administración pública de 2003. En este marco es llamativo notar cómo el cuadro político se simplificó en los últimos días. Los dos protagonistas centrales del tradicional tablero político ya no son el gobierno y la oposición de centroizquierda encabezada por el Partido Socialista (PS) que, dicho sea de paso, después de haber defendido la idea de un incremento de la edad jubilatoria a 62 años pasó en las últimas horas a exigir volver a discutir por completo de la reforma, para no quedar descolgado del todo de la magnitud del paro del 7/9. Ya no es el PS el que ocupa el centro del escenario político con Sarkozy sino, como en 2003 y 2006, los sindicatos, empezando por la CGT. Su secretario general Bernard Thibault bien sabe que detrás de la potencialidad de la huelga del 7/9 está el espectro del ’95 que quiere conjurar a toda costa. Pondría en peligro el mismo juego institucional a cuya defensa está, en última y en primera instancia, enteramente abocado.
La extrema izquierda francesa, entre pasividad y seguidismo a la burocracia
Ante semejante panorama, lamentablemente la extrema izquierda francesa una vez más no está a la altura del enorme desafío planteado. Tanto Lutte Ouvrière (LO) como el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) plantean antes y después del 7/9 que la clave es realizar una movilización masiva y que un solo día de huelga no basta para hacer retroceder al gobierno.
Sin embargo ni las direcciones de LO ni el NPA plantean seriamente cómo hacer avanzar la relación de fuerzas existente y sus potencialidades ante el obstáculo impuesto por la estrategia de la burocracia. “Después del éxito del 7 de septiembre, amplificar y desarrollar la acción” plantea la editorial de LO firmada por Arlette Laguiller (www.lutte-ouvriere-journal.org). Nada dice sin embargo de cómo librar una lucha para superar el obstáculo que supone el control del movimiento por la burocracia sindical. Para LO, los trabajadores tendrían que movilizarse como si ésta no existiera. La dirección del NPA plantea a su vez que “hay que proseguir con la dinámica, apoyarse en las nuevas jornadas anunciadas por la Intersindical nacional y las Intersindicales locales para estructurar la lucha en todo el territorio en la mayor cantidad posible de sectores. (…) Es necesario que el movimiento se amplifique, se potencie y se generalice” (www.npa2009.org). ¿Cómo? Ni una palabra sobre esto. Estas organizaciones se cuidan extremadamente de no chocar con la burocracia señalando el único camino que puede llevar a la victoria, esto es la preparación de la huelga general política contra Sarkozy y su plan, paralizando el país indefinidamente incluido el sector privado que no va a entrar decisivamente en el movimiento si no ve una lucha por la que valga la pena jugarse. ¿Es esto imposible? Para nada.
Para que semejante perspectiva se concrete se debería combinar la lucha por la prosecución de la huelga por tiempo indefinido en los sectores más avanzados –antes señalados- con una exigencia clara a las direcciones sindicales que se muestran opositoras a Sarkozy para que se pronuncien en relación a la necesidad de un movimiento duro, la única forma de hacer retroceder al gobierno, como en 1995 con Juppé y en 2006 con Villepin. Al mismo tiempo debería denunciar las artimañas de la burocracia, que consisten en negociar aspectos parciales y postergar lo más posible el llamado a un nuevo paro para permitir que pase la reforma. Esto no es el camino que emprenden las dos principales organizaciones de extrema izquierda francesa.
Sin embargo, hay militantes de LO y del NPA, sindicalistas combativos, que se están comprometiendo localmente en la construcción de coordinadoras, sectoriales o interprofesionales. Aún son embrionarias pero sirven para juntar fuerzas y avanzar la idea de huelga por tiempo indeterminado, retomando el ejemplo de las “Interprofesionales” del ’95. En vez de contentarse con invocar la necesidad del “tous ensemble” (todos juntos) sin actuar concretamente en este sentido, lo que significa en última instancia hacerle seguidismo a las direcciones sindicales, las direcciones de extrema izquierda tendrían que apoyar con todo aquellas iniciativas, lo que implicaría ofrecer una orientación alternativa al callejón sin salida al cual pretende encarrilarnos la burocracia sindical. Como partidarios de una Tendencia Revolucionaria en el NPA, al contrario, estamos convencidos de que el camino a seguir es la de la construcción de la huelga general a través de la puesta en pie de asambleas generales en los lugares de trabajo y de organismos interprofesionales ahí donde es posible para intentar poner en jaque la orientación capituladora de la burocracia sindical y militamos en este sentido.