Por Diego Dalai
El revuelo mediático en torno a la declaración de Fidel Castro de que “El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”, en un evidente apoyo a las políticas de “actualización del modelo” de su hermano Raúl, así como la desmentida posterior, expresa que Cuba está inmersa en un dinámico proceso político provocado por la difícil situación económica y las medidas pro mercado y de ajuste fiscal, como el despido de 500.000 trabajadores estatales (ver recuadro).
Esta situación abre un debate en la izquierda trotskista en torno al carácter actual del Estado cubano, el régimen castrista y la política que deben levantar los revolucionarios. El PSTU-Brasil y su corriente internacional la LIT, sostienen que “A final de los 80 y comienzos de los 90 (…) la dirección castrista comenzó a desarrollar una política de restauración capitalista y de desmonte de las bases del estado obrero. Los pilares fundamentales de una economía planificada (el plan central gubernamental y el monopolio del comercio exterior) ya no existen y la economía cubana funciona según las leyes capitalistas de mercado” (Frente a la muerte de Orlando Zapata Tamayo y las libertades en Cuba, 15/03/10 en www.lit-ci.org).
Para la LIT, hoy Cuba es un país capitalista más, recolonizado “por los imperialismos europeo y canadiense”. Si esto es cierto, ¿cómo explica la LIT que la burguesía gusana de Miami, no haya recuperado sus propiedades? ¿O que no haya inversiones norteamericanas en Cuba? A menos que se crea que Washington ha decidido resignar el dominio económico sobre la mayor de las Antillas a los imperialismos español o canadiense; o peor aún… a Venezuela o Brasil. ¿O que habiéndose restaurado el capitalismo hace ya 15 años, Cuba mantenga importantes conquistas sociales, incluso en medio de la ofensiva neoliberal restauracionista? Para la LIT, son “conquistas que restaron”, podríamos decir “remanentes”. Pero basta con ver las terribles consecuencias sociales que tuvo la restauración en la URSS dónde los índices de desarrollo social cayeron estrepitosamente, o los países del Este europeo que se convirtieron en reservorios de mano de obra barata para los monopolios europeos. Es evidente para cualquiera que perdura una diferencia esencial entre esos países y Cuba.
Y esta diferencia no es una conquista económica o social que puede haber en un Estado capitalista, sino el producto de haber expropiado a la burguesía, expulsado al imperialismo y planificado, aunque burocráticamente, la economía. Aun bajo el criminal bloqueo yanqui, existen altos índices de desarrollo social en Cuba: nulo analfabetismo, de malnutrición infantil, esperanza de vida en torno a los 80 años, desocupación por debajo del 2%, mortalidad infantil del 6 cada 1.000 (el promedio en América latina es de 14), un médico cada 150 habitantes, etc., son consecuencia de los profundos cambios sociales ocurridos con la revolución de 1959 que destruyeron las relaciones sociales capitalistas en el país.
Las reformas capitalistas y el Estado actual
La LIT confunde el proceso de liquidación del Estado obrero burocrático con su consumación. Y, negando las conquistas de la revolución que aún perduran, se niega a defenderlas. No se puede luchar por lo nuevo, sin defender lo conquistado.
Las históricas deformaciones burocráticas en la economía, como la dependencia del monocultivo de azúcar o la ausencia de control y gestión obrera en las fábricas y en la planificación de la economía, provocaron una estrepitosa caída entre 1989 y 1993 y un profundo debilitamiento de las bases del estado obrero con amplias concesiones al capital extranjero en el “periodo especial”. Estas reformas procapitalistas, casi eliminaron el monopolio estatal del comercio exterior, prácticamente liberado para las empresas mixtas (51% estatal y 49% capitales extranjeros) y la planificación económica disolviendo la Junta de Planificación y liberando la economía en importantes ramas como turismo y minería (manteniendo “presupuestado”, estatal, las ramas de los servicios a la población, la producción agrícola y la producción industrial local).
La LIT confunde esa fuerte erosión de las bases de la economía nacionalizada, con la restauración misma y se ha quedado en aquellos años sin molestarse en hacer un estudio concreto de la economía actual, revisando los cambios posteriores ocurridos en los últimos 15 años.
El licenciado Yuvy Martínez Pérez de la Universidad de Cienfuegos, señala que: “(…) a partir de 1990 se dejó de llevar el plan anual de la economía nacional a la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) para su aprobación, hasta 1995 cuando la economía comienza a estabilizarse y se someten a consideración de la ANPP los lineamientos del plan económico y social, se emiten por el Ministerio de Economía y Planificación (MEP) las cifras aprobadas y se inicia el trabajo para reestablecer el control del plan (…) y ya para el año 2000 toma fuerza la planificación concretada en el sistema de planes (…)” (“El proceso de planificación empresarial en Cuba”, 2008).
El giro implementado desde 2003
A partir de 2003 se tomaron varias medidas que revirtieron parcialmente las reformas del periodo especial. Se mantuvo lo esencial: el régimen de empresas mixtas, las zonas francas implementadas en 1997, la extensión del sistema de “perfeccionamiento empresarial” y la dualidad monetaria. Pero se redujo la inversión extranjera, pasando de 358 empresas mixtas en 2000 a 250 en 2009, se prohibió nuevamente la circulación del dólar (generalizando el uso del peso convertible) lo que volvió a centralizar todas las divisas en el Banco Central, permitiendo al Estado recuperar el control sobre la economía y sobre gran parte del comercio exterior.
Un catedrático de la universidad de Pittsburgh señala que en este período el gobierno de Fidel, “recentralizó las decisiones económicas, desdolarizó la economía, creó una cuenta única en el Banco central de Cuba (BCC) para depositar todas las divisas y recortó el pequeño sector privado por cuenta propia”. Respecto del monopolio del comercio exterior, plantea que “China rompió el control del comercio exterior por el ministerio central y devaluó la moneda para hacer sus exportaciones competitivas, mientras que Vietnam liberó la tasa de cambio y dejó que la moneda flotase con resultados similares. Por el contrario, en 2003 Cuba revirtió la descentralización modesta del comercio exterior de los años 90 y reconcentró el poder en el Ministerio de Comercio Exterior y el Banco Central” (Carmelo Mesa Lago, “La economía cubana en la encrucijada”). Volviendo a la posición de la LIT, ¿cómo explican la ausencia de una clase explotadora local y que la burocracia se limite a “defender la propiedad de las empresas extranjeras”? Simplemente no puede explicarlo. Es que la burocracia no ha podido convertirse aún en propietaria de los medios de producción fundamentales que siguen en manos del Estado o en asociación con capitales extranjeros a través de empresas mixtas. Como gerentes de estas empresas, los funcionarios hacen negociados de todo tipo a costa del Estado e intentan “apalancarse financieramente” esperando quedarse con los bienes públicos. Un claro ejemplo de esto son los recientes casos de corrupción de Rogelio Acevedo y Max Marambio (ver LVO 382 y 384).
Desde que Raúl Castro reemplazó a su hermano en el poder en 2006 y anunció en 2007 su voluntad de realizar “cambios estructurales”, la burocracia ha acelerado su curso restauracionista. Aunque “sin apresuramiento e improvisaciones”, entre otras medidas, ya se redujeron subsidios, se entregaron tierras en usufructo a campesinos individuales y cooperativas, se ligó el salario a la productividad, se elevó la edad jubilatoria y se profundizó el racionamiento. Sin embargo, el proceso de restauración está íntimamente ligado al grado en que los distintos imperialismos, y en particular la burguesía gusana exiliada en Miami, reconozcan a la burocracia como interlocutor válido y no intenten represalias por las expropiaciones de los ’60.
Una “dictadura capitalista”… y una “revolución democrática”
La LIT sostiene que al haber cambiado el carácter del Estado y perdurar al mismo tiempo la dictadura de partido único, Cuba es hoy “una dictadura capitalista”, como fue la Argentina entre el ’76 y ’82 o Brasil del ’64 al ‘84. Por lo tanto, para esta corriente, “el centro de nuestro programa de reivindicaciones para Cuba es de lucha frontal contra la dictadura y por las más amplias libertades democráticas (…) para todas las corrientes opositoras, incluidas las burguesas” (ídem.)
Aunque la LIT planteé que esto no significa “ningún compromiso con esas corrientes burguesas o proimperialistas” y que permitiría “a los trabajadores luchar para hacer la revolución socialista”, lo cierto es que hoy levantan un programa meramente democrático burgués, coincidiendo con sectores socialdemócratas y liberales que plantean que el problema central de Cuba es la falta de democracia. Así, terminan en los hechos, como último eslabón de la política imperialista, tanto de EEUU como de la UE, que intentan restaurar el capitalismo a través de una contrarrevolución democrática.
Una revolución política, la única salida progresiva para Cuba
La sección de la LIT en Argentina, el FOS, un pequeño grupo sin incidencia en la lucha de clases, repitiendo los ridículos argumentos de “su corriente madre”, nos acusa de defender a los Castro. Desde el PTS y la FT-CI estamos en las antípodas de poner un signo igual entre la defensa de las conquistas de la revolución con la defensa de la burocracia gobernante como muchos “amigos de Cuba” que se “hacen los distraídos” en torno al rol que juegan las FAR, la institución más poderosa del país, transformada hoy en el principal agente de la restauración capitalista. Controlan un 30% de las empresas estatales, así como el 65% de las divisas que ingresan al país. Es por eso el sector mejor posicionado para pasar de ser administradores a propietarios asociados con el capital extranjero.
Por eso luchamos por una revolución política que partiendo de la defensa de las conquistas de la revolución, derrote el bloqueo imperialista y ponga fin a la burocracia y sus privilegios. Contra el régimen burocrático de partido único y contra el programa de establecer una democracia burguesa parlamentaria, luchamos por tirar abajo el régimen burocrático y establecer un estado obrero revolucionario basado en consejos de trabajadores, campesinos y soldados, y por la plena legalidad para los partidos que defiendan las conquistas de la revolución y los que se reivindiquen anticapitalistas. Una revolución que revise todas las medidas procapitalistas impuestas desde el periodo especial hasta hoy e imponga una planificación democrática de la economía. Que ponga al frente del Estado obrero una dirección revolucionaria y ligue los destinos de Cuba a la revolución internacional.