por Paula Bach
La economía griega está sufriendo una contracción superior al 7% y los fondos del Estado sólo alcanzarían para pagar sueldos y pensiones hasta el mes de octubre. En un acto de completa sumisión, el gobierno prometió cumplir a rajatabla con el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, ordenando la reducción en un 10% de los planteles de 151 empresas con participación estatal además de un impuesto sobre la propiedad inmobiliaria y la anulación de un mes de salario a todos los cargos políticos electos “desde el jefe de estado hasta los alcaldes”. Con estas medidas se abren las puertas a que los funcionarios de la UE y el FMI retornen a Atenas esta semana. Si evalúan que Grecia está haciendo sus deberes correctamente, entregarían el sexto tramo del plan de “rescate” aprobado en mayo de 2010. Sin embargo el semanario alemán Der Spiegel dejó filtrar que la pregunta que se hacen las autoridades alemanas no es ya cómo evitar el default griego sino qué medidas tomar cuando suceda. La posibilidad de una remake de un escenario al estilo Lehman Brothers, no sólo está sitiando a Alemania sino que amenaza a toda Europa, a Estados Unidos, a China, a los denominados BRICS1 y al conjunto de la economía mundial. Berlín estaría preparando desde la semana pasada un plan de rescate para sus bancos y aseguradoras además de la apertura de líneas de crédito para los países que no puedan recaudar capital en los mercados financieros frente a una eventual cesación de pagos de Grecia. La crisis de la zona euro comenzó esta nueva escalada a escasas horas de la renuncia del alemán Jürgen Stark, economista jefe del BCE, al Consejo Ejecutivo de ese organismo por su oposición a la política del banco, presidido por Jean Claude Trichet, de continuar adquiriendo bonos soberanos de las deudas de España e Italia además de la griega. Estos factores combinados con las escasas expectativas que generó el anuncio de Obama de un plan de estímulo cercano a los 400.000 millones de dólares, la profundización de las tendencias recesivas tanto en Estados Unidos como en Europa y la amenaza de una crisis bancaria, están en la base del lunes negro con el que comenzó la semana.Alemania y el Banco Central Europeo
La renuncia de Jürgen Stark es la expresión de la existencia de profundas contradicciones tanto al interior de Alemania como de la Eurozona. La continuidad de la crisis del euro y el fracaso de los onerosos y mal llamados planes de “rescate” a los países de la zona acosados por deudas impagables, que son en realidad intentos de salvataje de los bancos alemanes, vienen generando un progresivo debilitamiento de la coalición de gobierno de Ángela Merkel (Unión Demócrata Cristiana de Alemania-CDU) que ya salió derrotada en 6 de las 7 elecciones estaduales previstas para este año. El retroceso está profundizando la debacle de su socio de gobierno, el Partido Liberal (FDP), a la vez que avanza el Partido Socialdemócrata y Los Verdes se consolidan como tercera fuerza política. Esta situación está generando múltiples tensiones tanto entre los distintos partidos como al interior de la coalición de gobierno. Ya había salido a luz la disputa entre el Partido Socialdemócrata y Los Verdes que promueven la implementación de un plan de eurobonos2 y la negativa de Merkel para llevarlo a cabo ya que implicaría para Alemania compartir una parte creciente de los costos de la deuda. Por su parte el partido de gobierno del estado de Babiera, sección hermana de la CDU, promueve la expulsión de Grecia de la zona euro, política a la que Merkel se opone. La renuncia de Stark es un salto en la situación dado que expresa tanto tensiones al interior del propio gabinete alemán como divisiones al interior del Banco Central Europeo por primera vez desde la creación del euro, relativas a cómo conducir la unión monetaria. La cuestión de fondo es una contradicción latente entre las políticas neoliberales en curso en Europa que implican furiosos ajustes recesivos y políticas fiscales y monetarias contractivas de un lado y la necesidad de salvar a los bancos de los países centrales de la zona como Alemania fundamentalmente (pero también Francia), al euro y a la Euro Zona, del otro.
Default parcial encubierto
Desde mediados de 2010, el BCE viene operando en el mercado secundario adquiriendo bonos devaluados de las deudas de los países que se acogieron a planes de “rescate” como Grecia, Portugal e Irlanda. A consecuencia de que el segundo plan de “rescate” a Grecia decidido en julio pasado que incluía la ampliación del Fondo de Estabilidad Financiera nunca fue implementado, el mecanismo del BCE que cubre defaults parciales de las deudas soberanas, se amplió durante agosto de este año a la compra de bonos de deuda de Italia y España. De este modo evitaron que el ataque especulativo indujera a la cesación de pagos a las que son respectivamente la tercera y cuarta economías de la zona euro, cuestión que habría implicado el hundimiento de la moneda y la ruptura de la Eurozona. Tanto el ex economista jefe del BCE, uno de los más destacados halcones de la política antiinflacionista, como el presidente del Bundersbank3, estuvieron entre los principales opositores a esta política que implica por una vía distinta del mecanismo del “eurobono” compartir en cierto modo los riesgos financieros de los 17 países de la zona y una financiación indirecta de los países en estado más crítico. Además esta medida en la que el BCE ya lleva gastados aproximadamente 120.000 millones de euros, implica de una manera encubierta un relativo abandono de las políticas monetarias contractivas ya que los bonos devaluados se adquieren con emisión monetaria. Representa una versión muy limitada pero versión al fin de la política norteamericana de relajación cuantitativa mediante la cual la Reserva Federal adquiere en el mercado secundario (esto es, no directamente al emisor) Bonos del Tesoro mediante la emisión de dólares, medida que en la medida en que devalúa la moneda norteamericana opera también a modo de default parcial encubierto. Los halcones alemanes que se opusieron junto a los representantes de Holanda y Austria en el BCE, consideran que esta política pone en juego tanto la credibilidad del Banco como al euro en la medida en que vulnera el mandato de vigilar la inflación y suaviza el principal aliciente para que los países en estado crítico lleven a cabo los brutales ajustes a los que se los ha condenado.
La política oscilante de Merkel, la Unión Europea y la economía mundial
Si bien tanto Merkel como su Ministro de Hacienda Wolfang Schäuble aseguraron en 2010, cuando estalló en Grecia la crisis de la deuda, que Alemania no la “rescataría”, han ido cediendo posiciones a la vez que impusieron la línea de exigir durísimos ajustes a los países “salvados”. Alemania y la coalición de gobierno, están presas de una contradicción. Por un lado dejarían caer con gusto a Grecia y al resto de los PIIG’S a los cuales Alemania fagocitó durante la última década y cuyo “rescate” podría costarle una derrota electoral a Merkel. Pero por el otro, en la zona euro se juega el destino de sus bancos y la Unión Europea en su conjunto constituye el principal destino de sus exportaciones. Esta situación es la que está en la base de las oscilaciones de Merkel y la coalición de gobierno que a la vez que ceden en la implementación de paquetes de “rescate” e intentan avanzar en una mayor colonización de los países periféricos de la zona, van absorbiendo una cada vez mayor crisis política interna. La contradicción que recorre al gabinete alemán, a todos los partidos y se filtra hacia las instituciones tanto de la zona euro como de la Unión Europea, se está convirtiendo en un factor de amenaza para toda la economía mundial. El efecto contagio de una eventual bancarrota ya empezó a sentirse con una conmoción en Italia cuyos bonos de deuda a 5 años llegaron a pagar el mayor diferencial con los bonos alemanes desde la introducción del euro y un temblor de la banca francesa donde dos de sus principales entidades sufrieron una rebaja de calificación por parte de la agencia Moody’s que reincidió en sus amenazas sobre la deuda soberana del país. Las caídas bursátiles están afectando violentamente a las acciones de los bancos con fuertes acreencias en los países en zona de riesgo. Este es el caso de Francia cuyo sistema financiero tiene una exposición a la deuda pública y privada griega superior a los 40.000 millones de dólares y el contagio va a seguir mucho más allá de Europa. Es por ello que el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Timothy Geitner, anunció que participará esta semana en la reunión de los 27 Ministros de Finanzas de la Unión Europea y China que posee alrededor de un cuarto de sus gigantescas reservas en euros estaría en tratativas para nuevas adquisiciones de títulos de las deudas soberanas de los países europeos en estado crítico. Hasta el conjunto de los BRICS anunciaron que se reunirán ¡En Washington! para discutir un cambio en sus carteras de títulos mediante la posible adquisición de bonos de las deudas de los países europeos. Desde Bruselas, el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, acaba de dejar en claro frente al pleno del Parlamento europeo, que apoya un plan de emisión de Eurobonos solicitando un “impulso federalista” a los 27 y en especial a los miembros de la zona euro. Como sabe que es improbable que este plan se haga efectivo, pide la ratificación por parte de los gobiernos de la eurozona de las decisiones tomadas por los jefes de Estado y de gobierno el 21 de julio. Esto significa que cada país apruebe la ampliación del Fondo de Estabilidad Financiera que teniendo en cuenta la oposición del parlamento finlandés, austríaco y la probable oposición del parlamento alemán, es difícil que suceda. En tanto estas vías son de muy difícil efectivización al menos en el corto plazo, es probable que continúe la intervención del BCE que resulta menos conflictiva y para lo cuál Alemania ya tendría como reemplazante de Stark a un candidato para el BCE que no se opone a la adquisición de bonos. Lo que muestra el conjunto de la situación es que la profundidad de la crisis económica internacional genera nuevas contradicciones políticas que hacen cada vez más difícil todo intento de blindaje frente a una posible repetición de un escenario al estilo del de fines de 2008 y que mientras se aplican medidas que resultan cada vez menos efectivas, la tendencias recesivas avanzan tanto en Europa como en Estados Unidos, la inestabilidad financiera no se detiene y mientras tanto pende como una espada de Damocles el riesgo de una crisis bancaria a ambos lados del Atlántico.
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