Por Juan Andrés Gallardo, FT-CI
Al mismo tiempo que cerraba la segunda vuelta electoral y a dos días
de que la Corte Suprema Constitucional disolviera el parlamento, el
Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) emitió un comunicado con
rango constitucional que dejaba a la figura del próximo presidente como
poco más que un títere sin ningún poder real. El decreto de las Fuerzas
Armadas deja a esta institución con la suma de prácticamente todos los
poderes, dándole atributos para redactar una nueva Constitución -que
luego debería someter a referéndum-, de manejar el presupuesto del
estado y de llamar a la conformación de un nuevo parlamento en seis
meses, entre otras.
Esta jugada de los militares, que la mayoría de los analistas
calificó de “golpe blando” no es ni más ni menos que un duro revés a la
lucha y las aspiraciones del pueblo egipcio que hace más de un año acabó
con el gobierno del odiado dictador proimperialista Hosni Mubarak, con
el objetivo de aplastar el proceso revolucionario en curso y garantizar
una “transición controlada” imponiendo las reglas al nuevo gobierno. Sin
embargo esta serie de medidas que ya generaron un descontento
generalizado, con nuevas protestas y movilizaciones en la emblemática
Plaza Tahrir, están tensando la situación en extremo en medio de un
resultado electoral aún incierto, donde tanto el candidato de la
Hermandad Musulmana (HM), Mohamed Morsi, como el ex primer ministro de
Mubarak, Ahmed Shafiq, se han declarado ganadores, lo que podría generar
una situación de extrema volatilidad en los próximos días.
La “preocupación” ante las consecuencias que pueda traer el golpe
reaccionario del CSFA llegó hasta Washington y tanto Obama como la
Secretaria de Estado cuestionaron las últimas medidas de las FFAA y
amenazaron con quitar la ayuda militar norteamericana a Egipto que
supera los 1.500 millones de dólares al año. El temor de EEUU no es el
ataque a las “instituciones democráticas”, como lo demostró apoyando
durante décadas a la dictadura de Mubarak y en el último año al CSFA,
sino que las medidas de la junta militar, que se han pasado de la
relación de fuerzas que existe en la realidad, lleven la situación al
extremo volviéndola incontrolable.
El CSFA y la Hermandad Musulmana
Desde los levantamientos de principios del año pasado que acabaron
con la caída de Mubarak y la asunción del poder por parte del CSFA, los
militares han intentado llevar adelante una “transición controlada” para
desviar el proceso revolucionario abierto sentando las bases de un
nuevo régimen con un fuerte control por parte de las Fuerzas Armadas.
Durante el último año el CSFA no ha dudado en aplicar lo peor de los
métodos de la era Mubarak, manteniendo el estado de emergencia, la
prohibición de las huelgas, la persecución a los manifestantes y el los
juicios en tribunales militares a más de 12.000 jóvenes y trabajadores.
A pesar de estas condiciones de brutal represión y persecución el
proceso revolucionario abierto dio lugar a distintas huelgas importantes
entre los trabajadores textiles, públicos y del transporte y también a
nuevas movilizaciones que enfrentaron al gobierno militar y sus medidas.
Las multitudinarias movilizaciones de noviembre del año pasado
terminaron en una brutal represión y marcaron un quiebre con la salida
de la Hermandad Musulmana de la Plaza Tahrir lo que le costó una
fractura en su propia organización y el repudio de los manifestantes y
las organizaciones laicas que acusaron a la Hermandad de estar
negociando con los militares. Estas acusaciones estaban fundadas en la
participación de la HM en las elecciones parlamentarias que se
realizaron a fin de noviembre y en las que salieron vencedores junto a
los salafistas (islamistas ortodoxos, que salieron segundos) obteniendo
la mayoría en el nuevo parlamento con el 75% de las bancas.
Las negociaciones entre el CSFA y la Hermandad Musulmana no son un
secreto para nadie ya que tras la caída de Mubarak, esta última es la
única organización política que tiene una estructura de alcance
nacional, fundada hace más de 75 años y que bajo la dictadura mantuvo
organizaciones que operaban en la semilegalidad y con lazos y redes de
ayuda entre los sectores más empobrecidos, en el campo y en las ciudades
y pueblos de la periferia, que es donde hoy tiene su principal caudal
electoral.
Es por este motivo que la HM, que hoy tiene un programa económico
liberal y privatizador lejano a las demandas plasmadas en el
levantamiento de febrero de 2011, se ha venido cuidando de enfrentar
abiertamente al CSFA y ha buscado sacar rédito político de los golpes
que el gobierno militar le daba a los manifestantes.
Pero a pesar de la posición de la HM, estos nunca fueron los
candidatos “naturales” del CSFA, sino solo en última instancia, por lo
que los militares se aseguraron una serie de medidas durante los últimos
meses que terminaron en la actual situación.
La primera de ellas fue el proceso de habilitación “a dedo” de los
candidatos para las elecciones presidenciales que se acaban de celebrar.
En ese proceso “eliminaron” entre otros al candidato de los salafistas y
habilitaron a Ahmed Shafiq, último primer ministro de Mubarak, lo que
tan solo unos meses antes hubiera sido impensable. De hecho en las
elecciones parlamentarias de noviembre los partidarios de Mubarak
prácticamente no existieron.
Esto permitió “polarizar” las elecciones presidenciales, cuya primera
ronda dejó como los principales candidatos a Mohamed Morsi por la HM y a
Shafiq como el representante más cabal del continuismo mubarakista que
se sustentó en una campaña de restauración del orden apoyado en las FFAA
y en la agitación del “fantasma” islámico contra la HM.
Pocos días antes de la segunda vuelta, que se celebró el pasado fin de
semana, el CSFA avanzó un paso más llevando adelante al actual golpe que
disolvió el parlamento y dejó a la figura presidencial sin
prácticamente ninguna atribución, con el objetivo de limitar a su mínima
expresión el peso de la HM. Es decir que en el caso de una derrota de
Shafiq, un hipotético gobierno de Morsi tenga que negociar desde cero
sus atribuciones con la junta militar. Sin embargo, como decimos más
arriba este golpe reaccionario de los militares juega en el limite de lo
tolerable, no solo por lo que pierde la HM, sino ante todo porque la
situación revolucionaria abierta en febrero de 2011 aún no fue cerrada y
si bien este es el intento más fuerte de darle un golpe mortal, las
nuevas movilizaciones expresan que un ataque por fuera de la relación de
fuerzas puede abrir un escenario imprevisible e incluso más agudo si en
medio de las acusaciones de fraude, Shafiq se termina proclamando
vencedor.
Abajo el golpe reaccionario. Por una política independiente
La reacción ante el golpe del CSFA fue instantánea y la plaza Tahrir
se volvió a llenar de manifestantes. Según diferentes medios cerca de
100.000 personas se encuentran en las calles y ante el cierre del
parlamento, que está rodeado por los militares, la HM llamó a establecer
un parlamento paralelo en Tahrir. Al cierre de este artículo y en medio
de denuncias cruzadas de fraude, si bien la mayoría de los sondeos
daban como ganador a Morsi, Shafiq también se proclamaba vencedor, a la
espera de los “datos oficiales” que se darán a conocer el jueves 21/6.
Al llamado de la Hermandad Musulmana de salir a las calles se ha plegado
el Movimiento 6 de abril que es una de las principales organizaciones
laicas que protagonizaron las jornadas de febrero de 2011.
Es una tarea de primer orden derrotar el golpe reaccionario del CSFA.
Sin embargo no se puede tener ninguna confianza en la HM, que ha venido
negociando durante meses con los militares y ahora pretenderá usar la
fuerza de la calle a favor de su candidatura. Hay que tener en cuenta
que si bien Morsi no era el “candidato natural” de la Junta militar y de
EEUU, el perfil neoliberal y privatizador de la HM le daba cierta
tranquilidad al imperialismo ante la posibilidad de instaurar un “modelo
turco” con islamismo moderado y un papel de control de las FFAA; al
mismo tiempo que garantizaba la relación y los acuerdos con el Estado de
Israel.
La falta de entusiasmo que mostraron las elecciones, en las que
participo solo el 40% del electorado, son una muestra del hastío ante
dos candidatos que no pueden resolver las profundas demandas abiertas
con la caída de Mubarak.
Es necesario mantener la independencia política de las distintas
variantes burguesas (sean laicas o islámicas) y derrotar este nuevo
golpe reaccionario con las movilizaciones en las calles y con la fuerza
de la juventud y la lucha de la clase obrera, que es la que dio la
estocada final al gobierno de Mubarak el año pasado.
Ninguna de las profundas demandas estructurales planteadas con las
jornadas de 2011 puede ser resuelta en los marcos del capitalismo. El
único camino para derrotar al ejército, a los capitalistas y al
imperialismo es sellar la alianza entre los trabajadores, los jóvenes,
los desocupados y los pobres de las ciudades y el campo, para preparar
la huelga general insurreccional para tirar abajo al gobierno militar y
sus títeres civiles e instaurar un gobierno de los trabajadores y el
pueblo.